martes, enero 02, 2007

Ventajas e inconvenientes de ser una romántica redomada


Siempre he sido una gran defensora de los cuentos clásicos. Nunca he soportado las versiones políticamente correctas de unas narraciones fantásticas que, en mi opinión, servían para dar alas a la imaginación y no para marcar los roles sociales de mujeres y hombres. La bruja de Blancanieves sólo servía para que los niños no se fiaran de cualquiera, las hermanastras demostraban que no solo hay personas buenas y la belleza de las protagonistas eran reflejo de su virtud y bondad interior...
Sin embargo, ha llegado el momento de reconocer la dura realidad: ¡quiero a mi príncipe azul! Toda la vida he trabajado por ser una mujer independiente, trabajadora, dueña de su vida, que quiere un compañero y no un príncipe y lo he logrado. Pero cuando ya tengo una pareja a la que quiero y me quiere, un trabajo estable y una vida de la que soy dueña descubro que lo que quiero es romanticismo en mi vida.
Efectivamente, los cuentos y Walt Disney han logrado su macabro objetivo: quiero a mi príncipe azul, al señor Darcy, al señor Rochester, a un primer ministro británico que rompe sus relaciones con Estados Unidos para defender mi honra, quiero el beso que derrite antes de ser recibido, lo quiero todo.
Eso sí, con todo, me refiero a todo, porque quiero el hombre romántico que me trate como a una princesa, pero que sepa que sólo yo soy mi reina y señora, el amante incansable que me deja tranquila cuando yo esté cansada de él; el temblor ante el roce de la piel y el espacio para respirar.
¿Veis el daño que hacen las historias para niños, y las autoras románticas y las películas de Hollywood, y todos los finales felices que vemos y leemos a lo largo de nuestra vida? Porque da igual la felicidad que alcance, es posible que siempre suspire por ese caballo blanco sobre el que vienen a salvarme, incluso cuando no necesite rescate.
Ante esta situación, sólo me queda una salida. JAMÁS leeré a mis sobrinas ningún cuento, ni le contaré ninguna historia, y cultivaré en ellas el gusto por el cine de autor francés (en el que todos suelen ser unos desgraciados de principio a fin) para librarlas del mal endémico de este planeta.
Aunque, por otro lado, soñar nunca ha sido tan malo y despierta el ingenio: llenas la casa de velas para una velada inolvidable (aunque luego lo sea por motivos distintos a tu intención), te compras esa ropa sexy que no te pondrías ni loca y hasta te acaba gustando, recibes alguna sorpresa como un desayuno perfecto inesperado y, sobre todo, imaginas, imaginas, imaginas... ¿Y, no es eso lo que da alas al amor?
Está decidido, seguiré siendo una romántica.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cine de autor frances. Ole. Lo que me he reido (no me funcionan las tildes en este ordenador) con eso...
Yo siempre quise ser independiente y escucho canciones de amor y me joden tanto...
Argh...

Anónimo dijo...

Pues yo pienso lo mismo que tú pero con una diferencia. Yo pido aún más: una historia de amor que reúna todo lo bueno de todas las historias románticas que jamás se hayan contado. Casi nada. Pero realmente no es tanto porque si te paras un momento a pensar te das cuenta de que lo verdaderamente romántico de una historia no es nunca lo que vemos en el cine: no se trata de velas, ni de flores, ni de declaraciones de amor arriesgadas; para mí lo romántico de una historia está siempre en nuestra propia mente. Ahí está el problema. Sólo uno mismo sabe lo que necesita en cada momento, cuándo le apetecen que le den un beso y cómo tendría que ser ese beso. Y claro, para saber todo eso la otra persona tendría que estar en nuestra cabeza, pensar por el otro, ver por sus ojos. ¿Y eso es el amor, no?

Isabel Sira dijo...

Sólo quiero hacer una puntualización a unaexcusa. Yo también quise ser siempre independiente (aunque no lo parezca) y, con muchos disgustos y alguna que otra diferencia, creo que lo voy logrando con pareja incluida.
Eso también es romántico, pero, efectivamente ¡qué asco de canciones de amor! ;D

Suntzu dijo...

Mucho daño, mucho, han hecho esas bobadas sentimentaloides. Pero he de reconocer que también me han provocado algunos de los sueños más hermosos...
He vuelto