Los amigos son una de las cosas que nos hacen seguir viviendo. El hombre es un ser social y por eso se rodea de otros seres sociales con los que poder compartir risas, llantos, bromas, caídas y, en definitiva, la vida. Desde que vamos al parvulario (quién sabe si desde las cunas de los hospitales) nos juntamos con unos, hablamos más con otros y buscamos comprensión, apoyo, complacencia en los que están cerca para poder contárselo a otros y para descubrirnos a nosotros en lo que nos diferencia y nos es común en los amigos.A lo largo de mis treinta años no he tenido muchos amigos. De hecho, hasta los últimos cursos del instituto he tenido más de una vez la sensación de ser usada como trampolín social (y no es que yo fuera popular) por quienes consideraba mis amigos en un momento dado y, al instante siguiente, desaparecían de mi vida sin tener yo muy claro el motivo.Hay quien me tildó de infantil y por eso me dejó de lado, pero, la verdad es que, con infantilismo o sin él, mi carácter (y, por supuesto, el de quienes me aguantan) me ha granjeado grandes amigos que perduran con los años.Así que tenemos amigos que duran y amigos que no, pero también existen esos amigos que, de repente, se diluyen en una vida extraña, ajena a ti y que no logras alcanzar por mucho que lo intentas. Siguen estando ahí, se presuponen tus amigos, están cerca y, sin embargo, irremediablmente muy lejos.En este caso, yo, como cualquier hijo de vecino, lanzo balones fuera y acuso al otro de alejarse, de cambiar, de no quererme a su lado. No me conformo con esa explicación, manoseo la idea, recreo en mi cabeza la situación y me doy cuenta de algo que, a veces, a todos se nos olvida.Los amigos son geniales, nos apoyan, están SIEMPRE ahí...Y HAY QUE CUIDARLOS. No me voy a erigir como ejemplo de cuidadora perfecta de amigos (este año perdí algunos, unos porque quise, otros sin entender por qué). Sin embargo, sin ser perfecta me parece que no olvido que los años y las distancias separan y que, en ocasiones, hace falta explicar lo que antes no se explicaba para poder entenderse y seguir el camino juntos.Es genial hablar de rutinas, banalidades, trabajos atrasados, pero también hace falta sacar el alma, expresar lo que se siente, decir 'lo pasé mal por...', o 'fui superfeliz mientras...'. Se trata de decirle al amigo que seguimos vivo, que tenemos dentro algo más que el día a día, que seguimos compartiendo sueños, o que ya no los compartimos, pero que los nuevos merecen ser contados y escuchados.
Muy posiblemente yo también me alejo. Me guardo cosas o las cuento diferente, me siento herida o me defiendo de alguien que me conoce tan bien que no necesito la defensa, sin embargo, me canso de tirar de la manta. Me canso de darme cuenta de las cosas y los demás no, de ser hilo conductor.
Me canso de no saber si soy yo la equivocada una y mil veces, y de pensar demasiado porque creo que el del otro lado merece la pena.Sólo espero seguir levantando el teléfono y, como hasta ahora, encontrar un amigo al otro lado.
Muy posiblemente yo también me alejo. Me guardo cosas o las cuento diferente, me siento herida o me defiendo de alguien que me conoce tan bien que no necesito la defensa, sin embargo, me canso de tirar de la manta. Me canso de darme cuenta de las cosas y los demás no, de ser hilo conductor.
Me canso de no saber si soy yo la equivocada una y mil veces, y de pensar demasiado porque creo que el del otro lado merece la pena.Sólo espero seguir levantando el teléfono y, como hasta ahora, encontrar un amigo al otro lado.
2 comentarios:
En estas cosas no suele haber errores, solo presuposiciones. Y me temo que no podemos dar nada por supuesto con nadie. nI para bien, ni para mal.Yo soy la primera que cometo ese error. Me relajo bastante con las amistades y a veces, no presto la atención necesaria. A veces porque estoy cansada, recurro el eterno "mañana llamo" y busco cualquier pretexto para no hacer lo que, en mi fuero interno, sé que debo hacer(para qué vamos a mentir).
Sin embargo, resulta curioso que, estando a rachas igual de relajada con todo el mundo, hay gente que aguanta el tirón y gente que se va difuminando.
Sería ideal que todos nos volcásemos continuamente en nuestras relaciones y tuviésemos siempre la palabra justa, pero, como tú dices, no es así. Supongo que no se trata de tener un paraguas para los días de lluvia, sino de mojarte con el otro.No sé si me explico, pero yo me entiendo.
Y es normal que estés cansada, porque no te lo hemos puesto fácil. Por la parte de culpa que me toca, te pido disculpas, porque tienes toda la razón del mundo. Y como sé que no basta con decirlo, te voy a llamar por teléfono.ya.
No te lo tienes que tomar así, suntzu, de verdad, porque creo que soy la primera que debería disculparme, entonces. Lo que intentaba decir es que no se trata de estar siempre, ni de la misma manera, ni siquera de un yo llamo hoy tú mañana. Se trata de poder hablar, de saber qué pasa por la mente del otro, y aquí también yo soy culpable.
Lo dices bien, a veces el cansancio o las pocas ganas hacen más fácil no contar lo profundo y quedarse en la superficie. Pero yo (y todos, supongo) a veces también necesitamos zambullirnos en el amigo, porque en parte para eso se tiene, para mojarse juntos y para saber que está ahí.
Así que, en serio, ni tienes nada por lo que disculparte ni pretendo llamadas continuas, sino sólo seguir teniendo eso, el hablar de lo divino y de lo humano, del ahora, del pasado y del futuro y no tener miedo, ni estar siempre ocupado.
Y eso, también va por mí.
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