martes, octubre 23, 2018

Instintos

Cuando quieres vaciarte y no puedes. Porque hay vacío y hay dolor y hay rabia y enfado y pena y ganas de hacer explotar el mundo en mil pedazos y quedarte tú viva, contemplándolo con satisfacción porque esta vez has elegido ser tú la que quede.
Cuando aquellas cápsulas congeladas en el polo sur de tu cerebro se derriten como el cambio climático sube el nivel de nuestros mares y se clavan una tras otra, muchas de golpe, a ráfagas, a mazazos, en el momento que menos lo esperas. Se hunden en las entrañas, en el alma, en lo físico y lo metafísico y lo que nos hace humanos. 
Y pasa, porque todo pasa, y también como todo, deja posos, restos, cenizas que tardarán más en disolverse y por eso, en las siguientes semanas, sigo sin ser yo y soy la yo que era a la vez y confundida, porque vuelvo a tener nada claro.
Y busco un camello que me dé la energía que he perdido y que me deja hipnotizada todo el día, como una vaina de judía vacía y tirada a la basura a medio cocer. 
Porque eso es lo que me pasa, que nunca terminé de madurar y las veces que he creído hacerlo se convirtieron en agua de borrajas.
Aun así, sigo.