domingo, octubre 29, 2006

Panamá Panamá

Me apetecía volcar aquí alguna de las fotos de Panamá, mi recién descubrimiento. La verdad es que el calor húmedo es insoportable, pero es extraño descubrir que hay mucha gente que vive sin sentir la necesidad de poseer casi todo, como ocurre a este lado del Atlántico.
La pena es que el capitalismo en su máxima expresión acabará conquistando un país que no es pobre y que cada vez lo va a ser menos, gracias al canal y a que la droga colombiana tiene en Panamá sus bancos e inversiones...
En fin, a veces es mejor quedarse simplemente con la imagen.

miércoles, octubre 25, 2006

Sonreir

(Recupero esta entrada porque hay veces que se me olvidan algunas cosas...)
Hace unos días, mi amigo Jesús de Melilla recordaba conmigo aquellos locos días por Melilla (¡hace ya más de seis años!). Me decía que, a pesar de que ya estoy en los treinta, a él no se le olvida cómo subía las escaleras del ayuntamiento melillense casi volando porque casi no pesaba lo suficiente para tocar el suelo (no quiso decir claramente que estaba canija como yo sola), con mi ilusión de principiante, mi cara de niña y mi risa continua antes de las ruedas de prensa, después de las ruedas de prensa, en las noches de juerga...Incluso durante las ruedas de prensa.
Al decirme eso recordé y le dije que era verdad, que ya no sonreía tanto como antes, y él me comentó algo que me hizo pensar: "Aquí eras feliz, ¿verdad?".
No es que me planteara que ahora sea infeliz, pero lo que se me vino a la cabeza con su pregunta es que, efectivamente, allí era feliz. A pesar de un novio que no me comprendía y más bien se pasaba la vida exigiendo mi total y absoluta dedidación a su persona (mea culpa), de un trabajo que me mataba, de unos problemas en los que me metía yo solita y otros que se me echaban encima; era feliz, fui feliz. Entonces me pregunté por qué antes sí y ahora no.
¿Por qué antes podía sonreírle a la vida después de una noche vomitando sola y no precisamente por gusto, para luego tener una jornada laboral de 14 horas? ¿Por qué podía reírme de mí misma, de mis complejos, de mi desconocimiento de la vida y de mis pequeñas o grandes intolerancias? Y, sobre todo, ¿por qué ahora no?
Parecerá una tontería, pero al reflexionar de todo esto volví a valorar a los amigos. En Melilla reía y fui feliz porque tenía a gente a mi alrededor que me valoraba por lo que era, y no por lo que se supone que tenía que ser, que me acompañaba en mis coreografías absurdas en mitad de un local lleno de gente, que me hablaba como a una adulta y valoraba mis opiniones profesionales y de la vida...En definitiva, encontré a MI GRUPO, en el que pude meterme como un piñón en la piña y disfrutar de la vida con ellos.
Sin embargo, ahondé un poco más y me di cuenta de que gran parte del mérito fue de ellos, pero la que ponía la sonrisa era yo y quise encontrar todos los motivos.Quizás no siempre fui justa con Melilla, y quizás a mis treinta años sea el momento de poner ciertas cosas en su sitio. En esa ciudad cuyo cielo me enamoró y a la que le debo una visita (más bien a mis amigos) me hice adulta.
Una ciudad de 13 kilómetros cuadrados rodeada de una doble valla (ahora triple), no se sabe si para protegerse de los extraños o para proteger a los de fuera; me hizo sentir libre por primera vez en mi vida (la Facultad fue un intento frustrado). Ironías de la existencia, como gran parte de mi vida, la ciudad en la que tropecé y caí (Jesús y algunos más saben de qué hablo) me permitió desarrollarme como persona, quitarme grandes pesos de encima y, por fin, respirar profundamente y sonreír, sonreír siempre para que las nubes no ocultaran del todo el sol, para encontrar la mejor cara de todos los extraños con los que tuve que verme y sobrevivir en un mundo que me era absolutamente desconocido.
Es decir, el apoyo de mis amigos me hizo sonreír, pero tuve el apoyo porque fui capaz de sonreírles a ellos, que me arroparon sin conocerme (una y mil gracias Jesús) porque vieron mis ojos brillar de alegría…Y así en un círculo vicioso porque la felicidad me la dieron y la tenía yo dentro…
Ahí estaba el truco. Consciente o subconscientemente, la libertad que me dio Melilla me hizo desperezarme de encima a la familia y a un pasado que me oprimía y me sacó la sonrisa. Una y otra vez, cuando las lágrimas me llenaban los ojos (sí, en Melilla reí mucho, pero lloré también lo suficiente o demasiado) me repetía una y otra vez que había que sonreír, que no quería ser esa sombra de mí misma de nuevo…
…Pero me he dejado llevar de nuevo a las sombras. No vale escudarse en la oposición, el paro, la falta de dinero, la lejanía de los amigos (Valle, menos mal que estás ahí y existe la tarifa plana), la regla o el día nublado. No vale taparse detrás de nada porque ya he demostrado que puedo sonreirle a la adversidad y salir, si no indemne, sí levemente herida.Por eso hoy, un día después de mi treinta cumpleaños, sin complejos por la edad y cansada de ser un reflejo de una supuesta felicidad que lo único que consigue es hacerme infeliz, he decidido sonreír.
Sonreír porque os tengo ahí (Valle, Jesús, Olga, Paqui, Inma, Laura, Encarni, Rosabel, hasta el perdido Benito) y la distancia no parece tan grande porque es inversamente proporcional a la amistad.
Sonreír porque le tengo aquí o me tiene aquí, ¡qué mas da!
Sonreír porque sé quien soy y ahí seguís, a pesar de que cada vez me parezco más al señor Scrubge.
Sonreír porque por fin me niego a ser el viejo cascarrabias que Dickens describió tan bien.
Sonreír porque el cielo azul de Melilla sigue iluminándome por debajo y por encima de las nubes.
Sonreír, porque si no sonreímos ¿qué verán en nosotros los niños? ¿Cómo podremos alegrarnos?
Sonreír porque tengo hombros en los que apoyarme cuando me siento desfallecer, voces que me vuelven a poner los pies en la tierra, consejos que me evitan equivocarme y oídos que me comprenden, incluso las veces en que es difícil.
Y, ¿sabéis? Sólo llevo un día sonriendo y soy mucho más feliz…

lunes, octubre 23, 2006

Ya no sé leer

No sé si ha sido la oposición, que me ha destrozado las pocas neuronas que me quedaban, si es la edad o que, sencillamente, me engañé durante años, pero ya no soy capaz de leer algo que no sea literatura juvenil.
No critico este género, de hecho, si lo leo es porque me gusta, critico mi falta de capacidad para leer novelas (imagináos si intento con otra cosa) que no hablen de espadas, huídas, situaciones fantásticas y demás parafernalia para enganchar a los que no llegan ni a los 20. En las últimas semanas he intentado leer varias cosas, me gustaría pensar que sin haber elegido bien, porque me han aburrido soberanamente, me he saltado páginas y páginas enteras sin siquiera echarles un vistazo y todo porque deseaba terminar los malditos libros de una vez.
Y me da muchísima rabia. Nunca he sido una intelectual, ni pretendo serlo ahora. Ni siquiera leo para darme aires con la gente y hasta olvido los títulos y los autores. Leo porque me encanta, porque disfruto con vidas ajenas, pensamientos de extraños y giros narrativos que en la vida se me hubiera ocurrido dar.
Sin embargo, quiero poder coger libros de todo tipo, acercarme a la filosofía, a la historia, leer ensayos y novelas por igual, ya que siempre he pensado que ha sido mi voracidad lectora lo que me ha abierto los ojos, me ha dado capacidad para ver más allá o para querer buscar más allá (en la vida y en el trabajo), me ha permitido analizar lo que me rodeaba...Y eso son virtudes o defectos (según los mire) que no quiero perder.
Si con trece años me dije 'es hora de coger lo clásicos' y me puse a leer Stendahl, Flaubert, Molière, Cervantes...porque sí, porque me lo pedía el cuerpo, ¿cómo ahora me da pereza salirme de Harry Potter?
Sólo espero que sea una mala racha, que esté tan cansada después del año de estudio que no me dé la cabeza para más y si no, lanzo una llamada de socorro para quien pueda salvarme.

viernes, octubre 20, 2006

Cuidado con los deseos

Siempre me ha parecido que desear cosas es sano. Te permite mantener esperanzas, un motivo por el que seguir luchando, ilusión para la vida... Pero, con lo años, aunque sigo abogando por querer alcanzar cosas, me doy cuenta de que el refrán 'ten cuidado con los deseos, porque se cumplen', esconde una gran verdad.
No ha sido una, ni dos las veces en las que he querido algo con toda mi alma, he llorado, he peleado y me he enfadado con el mundo para lograrlo y, cuando ha llegado, me he dado cuenta del gran error que cometí al desearlo. Unas veces porque no era el momento, por no estar preparada o, simplemente, porque no fui concreta con lo que pedía al cielo, me he desilusionado terriblemente ante la realidad de mi deseo y he querido huir a toda prisa de la situación que yo misma me había buscado.
Lo más gracioso de todo, es que esta reflexión me ha venido a la cabeza recordando una pésima película de Brendan Fraser y Elizabeth Hurley (la ex de Hugh Grant, como se llame). No recuerdo bien el título, algo del diablo, pero el caso es que él le pide al diablo (ella) varios deseos que siempre salen mal por no especificar todos los detalles.
Pues la vida a veces juega esas malas pasadas y no sé si es porque no queremos ver que lo que viene sin forzar las cosas es mejor que lo que podamos pedir o porque yo nunca quiero lo que tengo, sino lo que deseo, el caso es que empiezo a pensar que mi próximo pensamiento para el futuro irá con instrucciones precisas, si es necesario en varios idiomas...Porque, eso sí, no me pienso resistir nunca a seguir deseando.

martes, octubre 17, 2006

Allá vamos

Aquí estoy, atreviéndome a crear un blog propio, después de apropiarme del que creó Nociiva. Parece que ella lo ha abandonado o dejado de lado, pero no quería seguir siendo una okupa en espacio ajeno y he pensado que no estaría mal darle mi toque al ciberespacio.
En el fondo no habrá mucha diferencia entre lo que publicaba en 'unpuntodevistadiferente' y lo que se reflejará aquí, sin embargo, el nombre es más apropiado para mí, porque hace años que me di cuenta de que siempre estoy en busca de algo, y que, sin llegar a la locura, cuando alcanzo mis objetivos me gusta seguir hurgando más allá, porque siempre hay cosas maravillosas y no tanto, por descubrir.
La mayoría de las veces mi búsqueda es de la felicidad, y como la felicidad se encuentra en cosas pequeñas, espero poder dejar aquí muchos textos que demuestren que esa inquietud no es fatua, que, a veces, logro tocar esa felicidad y que también sé reponerme cuando no la rozo siquiera.
Y, por supuesto, espero que vosotros sigáis dejándome aquí vuestras opiniones, porque la soledad elegida está bien, pero está mucho mejor la soledad compartida.
A ver qué pasa...