miércoles, septiembre 08, 2010

Nuevas escenas de mi vida surrealista

Yo me muevo en bici. Es más rápido, más cómodo y más ecológico. La uso incluso para salir por la noche y, por supuesto, cuando voy a trabajar. En estos casos, la dejo en un aparcamiento para bicis que hay en la plaza enfrente de mi oficina. Una plaza bastante concurrida, por cierto, porque en ella hay un museo.
El caso es que, normalmente, yo dejaba mi bici atada con dos pitones o cadenas o como queráis llamarlo, pero hace un tiempo un compañero de trabajo me dijo 'eres una exagerada, con uno va de sobra'.
Y como yo soy razonable y ponerle los dos me aburría porque soy un poco torpe con esto de estirar cadenas enrolladas (las mías son de estas que vienen en espiral muy pequeña), pues me dije, nada, con una sola.
Lo que yo no sabía es que este hecho iba a suponer un atractivo para los amantes de lo ajeno. Pero así ha sido. Ayer, cuando fui a recoger mi bici tras terminar de trabajar, allí estaba ella, flamante, tranquila y... sin amarrar. No sé qué pasó o en qué estaría pensando el que lo hizo, pero se llevaron mi candado y dejaron la bici suelta.
Mi padre y compañeros de trabajo tienen la teoría de que alguien pilló al ladrón y optó por huir sin su verdadero botín. Pero yo estoy segura de que lo que ocurrió es que un coleccionista de cadenas de colores quiso llevarse mi pitón para su colección.
... Y sí, no insistáis, había cerrado bien el candado.