sábado, septiembre 27, 2008

London, I like you!



Londres, ciudad de contrastes, multiculturalidad, cosmopolitismo, arte... Y, sobre todo, ¡compras! (aunque me he controlado, que conste, y mucho). Llegué a Londres con el corazón algo encogido por el idioma, la soledad (que no ha sido tanta, eso merece entrada aparte), mi pésimo sentido de la orientación... Pero el primer día, cuando cojo el metro en hora punta, se estropea y logro llegar a mi destino gracias a la amabilidad de un chico, descubrí que me iba a sentir más o menos cómoda.


Pues sí,el primer día, y la primera en la frente. Como llegué prontito me fui a dar un paseo andando, desde mi hotel hasta St Paul's Cathedral, primero por el borde del río y luego callejeando. Cuando se empezó a hacer tarde decido coger el metro sin saber que esa es la hora punta de allí... Entrar en el vagón tuvo su punto de dificultad, pero cuando tres estaciones más allá se estropea y no me entero del todo de la parrafada que sueltan me puse un pelín nerviosa, no lo voy a negar. Pero, claro, de alguna forma había que salir de allí, así que me dirigí a un chico guapo (ya lo tenía pillado del vagón) y le pregunté qué es lo que habían dicho. 'Que no pueden arreglar el problema y que busquemos transportes alternativos'. Ahí ya sí que me acojoné y le dije que no sabía cómo llegar a mi siguiente destino... 'Voy para allá, ¿vienes conmigo?'. Y sí, me fui con él... Junto a otra italiana que se nos unió en las escaleras mecánicas. Total, que allí íbamos un francés, una española y una italiana por las calles de Londres, hablando en inglés y francés que habría dado para un chiste, aunque para lo que dio fue para un paseo agradable. El chico me dejó incluso en la parada de autobús, unas cuantas manzanas más allá... Aunque se equivocó, llegué bien a mi hotel. De la italiana no he vuelto a saber nada...



A partir de esa aventurilla, las cosas fueron mejorando. Al día siguiente, además de patearme la National Gallery y la National Portrait Gallery (gran error verlas una detrás de otra); y pasear... Me fui a ver 'The Sound of Music'. Pillé las entradas bastante baratas en Leicester Square esa misma mañana, y desde la octava fila, al lado del pasillo, me emocioné, flipé con la potente voz de los actores, aplaudí y disfruté como una verdadera enana. Lesley Garret, como la madre superiora, me hizo llorar con su voz, porque era sencillamente increíble.

El British Museum, Westminster Abbey, la torre de Londres, la Tate Modern, British Library, la casa de Dickens... Hice un recorrido bastante amplio por los tesoros artísticos e históricos que guarda Londres, hasta que acabé un poco cansada.



Y entonces llegaron los días de paseos más tranquilos (¡ya casi no me perdía!) y las compras. Londres está pensada para gastar. Eso está claro. Y aunque es cara, conseguí algunas gangas en Portobello Market, Candem Market y alguna tienda de la ciudad... Y los libros, ahí sí que he tenido que controlarme. Son más baratos, sin embargo tuve que ser razonable porque no podía cargar con ellos y sólo compré los dos siguientes de la saga Potter (ahí queda mi foto en el andén 9 y 3/4), un minidiccionario inglés-español y un libro de Tim Burton... Pero me habría traído al menos cuatro o cinco más...



De todas formas, lo que más me ha gustado de Londres es vivirla.

viernes, septiembre 26, 2008

Emociones británicas




Hoy he vuelto de Londres. No sé cómo llegaré, porque gracias a la magia de blogger escribo este texto antes de irme. Pero quería que a mi vuelta quedase constancia de mi viaje, interior y exterior. Este ha sido el primer año que me he ido sola de vacaciones, la primera vez que he visitado un país anglosajón, la primera vez que he sentido la emoción de organizar algo sola (bueno, con ayuda de Anthony que es un sol).


No sé cómo estaré hoy, después de la resaca de nueve días escuchando y viviendo en inglés, perdiéndome (eso no lo dudo, con mi sentido de la orientación habré dado más de una vuelta absurda por las londinenses calles), disfrutando de mis pensamientos, de intentar hablar con estos british... Lo que sí sé es cómo me he ido: asustada, feliz, con mariposas en el estómago y decidiendo que ha sido tarde, pero que por fin me enfrento a mis miedos.


Porque soy una cobarde. Es curioso, la mayoría de la gente que me conoce piensa que soy valiente, pero he esperado 32 años en ir a un país de habla inglesa porque sólo este año me he sentido cómoda con el idioma y capaz de hacerme entender y comprender lo que me decían. Y es que mi necesidad de comunicación, unida a mi perfeccionismo extremo, me han obligado a querer estar segura de medio dominar la lengua de Shakespeare antes de aventurarme a hablarlo.


También he esparado treinta y dos años para viajar sola. No cuentan las mudanzas a ciudades extrañas, porque siempre me esperaban caras conocidas en ellas. Ni paseos a mi aire por Madrid, Oviedo, Murcia... antes de que se convirtieran en ciudades amigas. Ni mi experiencia en La Línea, que mejor arrinconar en la memoria. Y el caso es que esa soledad de la que he rehuído este año me parecía extrañamente necesaria. Quizás tenía que probarme a mí misma. Quizás necesitaba esta prueba para dar un paso mayor que aún dudo si daré, pero que me ronda la cabeza y el corazón demasiado como para pensar que es un mero capricho...


En fin, que estoy segura de que hoy estoy cansada, pero también pletórica y cargada de fotos, anécdotas y algún que otro texto con el que espero ir regalándoos, para que conozcáis MI Londres.


Imagen tomada de www.sanchezcrespillo.net

viernes, septiembre 12, 2008

Cerrado por vacaciones



Pues sí, todo llega. Después de un verano trabajando a saco, aguantando el calor, los malos humores de los que tenían calor, viendo irse y venir varias veces a todos mis compañeros de trabajo y un largo etcétera con el que no os quiero aburrir, la menda se va de vacaciones. Así que este sitio permanecerá cerrado por unos cuantos días.
Como aperitivo vacacional está el concierto de Madonna... Yo seré una de las que grita en la siguiente versión en vivo de sus canciones, como la que aquí os he dejado.
Luego un viajecito que ya contaré y, finalmente, unos días en casita para reposar y coger fuerzas para el año que me espera: estudiar las opos (hay que ascender, hay que ascender), estudiar inglés, mejorar mi capoeira, no dejar la natación ahora que por fin la retomé, cuidar a los amigos y, en definitiva, vivir la vida, que somos jóvenes y no podemos dejarla escapar entre los dedos como cualquier cosa.
Así que, aunque posiblemente este finde pueda visitar alguna de vuestras casas, os mando besos, abrazos y ánimo para este medio mes que os queda de septiembre... Ah, y podéis envidiarme cochinamente...

lunes, septiembre 08, 2008




Aparcada en una pared. Como una vieja bici oxidada y olvidada por quien ya no quiere pedalear más lejos, ya que prefiere una cercanía que le resulta conocida. Solitaria entre la mugre que se abre camino paso a paso, pero erguida frente a la belleza absoluta que es un hogar. Así se sentía ella en el momento que cerró la puerta tras de sí para dejar paso al resto de su vida. Porque en ese momento no sabía que le quedaba mucha carretera que disfrutar, muchos paisajes cambiantes que se reflejarían en sus ojos y se plasmarían en su mente, al revés, porque es así como el cerebro logrará entenderlos luego.

Llegarían días que la pintarían de rojo, naranja, verde esperanza, azul cielo... También negro, porque sin lo oscuro nunca se percibiría la luz que abre caminos, despeja puertas, amaina tempestades y logra la paz de espíritu que permite dejarse llevar por el oleaje, cada vez más lejos, cada vez más dentro, cada vez con más ansias por la luz que ya no querrá abandonar el alma.

Romperán sueños y renacerán palabras para no quedarse colgadas en la boca, sino que escaparán de las lenguas para encontrarse con otras y transformarse en besos, miles de besos y abrazos que repartir para no cansarse nunca de amar y ser amada.

Porque ser dulce siempre será un arma si no se descubre que sólo supone el roce de unas manos sobre las teclas de un piano silencioso durante largas etapas, el vuelo raso de un pájaro que pretendía alcanzar el alba, la brisa que vibra entre las ramas, el agua que moja los pies y despierta al alma, la canción tanto tiempo callada, la sonrisa inesperada.

Entonces, ya no importa haberse quedado quieta, sólo fue el instante para que la pierna avanzara.

Imagen de Berlín. Canción 'Glosoli' de Sigur Ros (Gracias ozkelui por descubrírmelos e inspirarme).

domingo, septiembre 07, 2008

Hope there's someone



Siento la mano resbalar de la mía y la distancia se hace palpable. Miro hacia un lado y el vacio es lo que encuentran mis ojos. Sin dejar sentir penar a mi corazón recuerdo y miro al futuro. Vivo el presente y sé quien soy y casi estoy segura de hacia donde me dirigo. Y siento.


Siento que habrá alguien. Siento que me gustaría que hubiera alguien.

Compartir paseos para que la sonrisa que la luna provoca sea vista, compartir viajes para que las palabras que nacen en lugares desconocidos retumben en otros oídos que comprendan, descubrir nuevos sabores que otra boca haya probado, recorrer una piel nueva porque en cuanto mis manos se posen en ella se borre el recuerdo de las anteriores manos.

Espero que haya alguien, que me cuide el día que muera. A pesar de saber que ese día estaré sola y caminaré sola.

Espero que haya alguien que libere mi corazón, que me sujete cuando esté cansada; aunque sepa que no hay mejor apoyo que el mío.

No quiero ser el único abandonado aquí.

Espero que haya alguien que me cuide, el día que muera.

Canción 'Hope there's someone' de Antony and the Johnsons, inspiradora de este texto.

sábado, septiembre 06, 2008

Escenas surrealistas de mi vida cotidiana III

Como ya sabéis, y si no os lo recuerdo, aún no he cogido vacaciones. Bueno, me tomé una semana allá por el mes de junio porque me visitó mi amigo Jesús, que ya se me ha olvidado. De manera que llevo todo el verano trabajando en la oficina y, a estas alturas, con un humor bastante mermado que poco empieza a parecerse a mi talante normal cuando tengo que atender al público (aunque aún no se me han quejado, debe ser que sigo por encima de la media del funcionariado de este país).


El caso es que el otro día estaba trabajando a saco (que dirán ZP y sus amigos que no hay crisis, pero no veáis el subidón de trabajo que he tenido yo) y moviéndome por la oficina a todo correr para que la gente no espere mucho, cuando un señor atendido por mi compañera me mira y me dice 'chiquilla, ¿qué pasa? ¿Aún por aquí?' y le contesté 'pues ya ve, trabajando'.


Entonces, llegó la respuesta más extraña que me han dado nunca: 'Hija, es que te crece el pelo, pero siempre aquí'.


Claro, al oír semejante frase miré al hombre, que rápidamente aclaró: 'vamos, que si tienes vacaciones, porque estás aquí siempre que vengo'. Pero ya estaba dicho. Miré a mi compañera y las dos empezamos a reír y reír y reír, que casi no puedo terminar de atender al chico que tenía en la mesa porque es que no lograba serenarme.


Porque pasan dos cosas: la primera es que llevo meses desesperada porque parece que no me crece el pelo y la segunda, por mi trabajo procuro no hablar de mis vacaciones, de si me las tengo que tomar o no, porque les podría sentar mal a los que atiendo, pero este señor, todo amable, se preocupaba porque aún no había descansado y me tocaba mi punto débil, mi cabellera.


La verdad es que, con la semanita que he tenido, este señor no tiene ni idea del alivio que me provocó su interés por mí. Y luego me preguntan que si no me cansa estar en atención al público.


miércoles, septiembre 03, 2008





Odio los días nublados que me entristecen y consiguen que las nubes se instalen en mi alma.



Odio los dentistas que dicen que no te ponen anestesia porque, total, no vas a sentir nada.



Odio los días de mucho trabajo en los que llego a casa y parece que todo no sirvió para nada.



Odio las frases que desilusionan y dejan un sabor extraño en la boca, aunque sean tontas.



Odio los pensamientos recurrentes, absurdos, pero que descolocan.



Odio los dolores de espalda por dormir acurrucada.



Odio que el peso en el espíritu me dure días...



Afortunadamente, en ocasiones consigo sacudirme la tristeza, el pesar, la congoja y el humor espeso y negro que se enroscan en mi alma y, con mucho cuidado y buena letra, empiezo a enderezar la espalda y a sonreirme a mí misma.



Ayudan conversaciones entretenidas con amigos, unos largos en la piscina, unas palabras escritas recibidas, las vacaciones que se acercan y las malditas ganas de no volver a dejar que sólo el cielo consiga nublar mis ansias de disfrutar de mi semana.