sábado, abril 21, 2012

Odio comer, pero adoro cocinar. Me dan miedo las alturas, pero sueño muchas veces que vuelo. La monotonía, rutina, la estabilidad me matan, pero escogí un trabajo prácticamente inamovible. Hablo sin parar, pero sé escuchar. Tengo mucho genio, pero soy dulce. Soy asocial, pero muy sociable. Estoy desarraigada, pero las personas me atan a los lugares.

No sé por qué muchos piensan que sólo puedes ser una cosa. Quizás porque siempre estuve llena de contradicciones me siento en casa con quienes están en un torbellino de movimiento o son diversos dentro de sí mismos.

martes, abril 17, 2012

Se acabó. Terminé. La felicidad arrambló con todo y ya no necesito seguir regulando mi serotonina de forma artificial. Después de cinco meses duros, de dudas, de no saber si podría volver a no necesitar tomar nada (porque sí, la duda llega), de trabajo conmigo misma, de pelearme y de ganarme, soy libre.

Soy perfectamente consciente de que hay personas que necesitan estar toda su vida en tratamiento. Y no me parece mal.

Pero yo lo empecé por cosas tan externas a mí que me negaba a que pudieran conmigo. Acepté la ayuda, pero ahora me toca a mí tomar totalmente las riendas. Puedo. Lo hago. Lo haré.

lunes, abril 09, 2012

La suave brisa levantaba el polvo de la arena. El desierto, aún en la quietud del día calmo, palpitaba, tenía vida propia y cambiaba, siempre cambiaba.

Ella había dejado sus huellas tras sí al salir del oasis, a la espera de que permanecieran inmutables, como sabía que no ocurriría con su memoria. Pero en el desierto nada permanece demasiado tiempo mas que él mismo. De manera que, a los pocos segundos de haber marcado su pie, la tierra borraba la huella en dunas que se movían, susurraban los tesoros escondidos entre sus recovecos, con una riqueza que sólo unos pocos saben apreciar.

Poco le importó al comprobar, tras girarse una última vez hacía lo que dejaba atrás, que sus pasos habían desaparecido. Al fin y al cabo era lo que deseaba. Desaparecer de la faz de la tierra para todos aquellos que la conocían y para todo aquello que conocía. Olvidarse en sí misma como nunca se había atrevido hacer y encontrar lo que hacía que su corazón vibrase.

Seguía caminando. Respiraba y contemplaba la luna que iluminaba con una luz blanquecina y viva cada rastro de vida del desierto. Sentía los pequeños lagartos, las plantas que buscaban su hueco en cada mínimo resquicio de agua que podían hallar, las aves rapaces sobrevolando las arenas para encontrar alimento...

Pero, sobre todo, se sentía. Sentía sus pies, los granos de arena que se adherían a ellos; sentía la brisa, acariciando su piel y revolviendo la ligera tela de su vestido. Y sentía, se sabía ella misma. Empezaba a reconocer cada milímetro de su ser y de su mente que habían sido relegados. Despertaba en ella su vida real, su pensamiento libre, tantos años desplazado a un rincón recóndito para poder plegarse a una vida sedentaria que nunca fue la suya.

Y así, por última vez, la vieron los guardianes del desierto. Alejándose con paso tranquilo hacia la inmensidad del desierto, a donde siempre había pertenecido.

lunes, abril 02, 2012

Hay momentos y momentos. Instantes en los que el silencio suena más que el mayor de los estruendos. Donde la lluvia parece caer hacia arriba. Cuando el viento sopla quieto. El corazón late deprisa y suena despacio.
Se palpa crecer la piel y estirarse y desenredarse para alcanzar al otro.
Te escudas en sentimientos para no llegar a la acción. Y la acción es sentimiento.
Segundos en los que los sabores se mezclan y desconciertan. Quieres oler y apenas olfateas. Caes, para quedar erecta.
En un círculo sin fin, acelerado, loco, desenfrenado y agotador, para caer a los pies de ti misma.

domingo, abril 01, 2012

La sensación de pasar las manos por las páginas de un libro que vas a empezar sólo podría comprenderla quien siente lo mismo. El sentimiento que provocan las primeras palabras que empiezas a leer podría compararse con las mariposas del enamoramiento.
Para mí cada libro es un mundo. No sólo una historia, un mundo en el que perderse, reencontrarse, buscarse o reinventarse. Un lugar en el que olvidarse para no ser encontrada, o un camino para salir hacia donde no sabías que querías dirigirte.
Da igual que pase temporadas de apenas leer o que lea de forma convulsiva o compulsiva.
Las palabras siempre me esperan, las palabras siempre están ahí como refugio.
Como leí hace poco: "Cansado de no entender la soledad que le rodeaba, se refugia en la lectura como si fuese el hogar que nunca tuvo". Pero con una pequeña diferencia. Para mí los libros siempre fueron mi hogar, siempre lo tuve.