martes, febrero 01, 2011

Ayer ordené mi casa. Especialmente me centré en los libros, que no tengo muchos, pero con las últimas adquisiciones y la recuperación de algunos que tenía prestados, mi estantería era un caos.
Es curioso, ordenar mis cosas también ordena mi cabeza. Igual que limpiar. Parece que conforme le dedico tiempo a buscar espacios externos, los internos se van reubicando, colocando, no dejando huecos en blanco para los pensamientos negativos (porque mi tendencia natural es negativa, alguna pega tenía que tener).
Y redescubro pertenencias (físicas y mentales). Libros que apenas recordaba leídos, pero cuyos lomos me recuerdan lo que sentí al tenerlos entre mis manos y beberme sus palabras. O algunos adquiridos con ansias, para quedar olvidados en la estantería por la urgencia de otros que captaron más mi atención en aquel momento.
A la vez, mis pensamientos se sosiegan, mi mente se calma y se ralentizan todas esas ideas que me rondaban y que no querían alejarse de mí. Aparecen nuevas ideas, nuevos ánimos, resaltan intereses relegados...
Hacer limpieza no es sólo limpiar.