domingo, octubre 03, 2010
viernes, octubre 01, 2010
Y, por fin, llegó el día
Mi relación con ellos siempre ha sido un tanto tempestuosa. Comenzó por mis hermanas y luego un novio me los marcó tanto que pensé que no podría volver a ser lo mismo. Pero ellos están por encima de cualquier ruptura. Están tan en mi sangre que las veces cuando ya nada parece dejarme ver la luz, son los únicos que consiguen hacerme levantar y gritar al mundo aquí sigo.
Y llevaba catorce años queriendo verlos. Siempre algo me lo había impedido (un examen, la lejanía, la falta de dinero-ser pobre es un asco).
Pero ayer me resarcí de todo ese tiempo.
Ayer los tuve enfrente, apenas a unos metros (y eso que no pude conseguir entrada de la zona caliente) y me hicieron llorar.
Ayer estuve en el concierto de U2 y descubrí que todo el tiempo de espera mereció la pena.
Actualización: soy torpe y no pude meter el vídeo aquí. Os dejo arriba la canción que me hizo llorar...
Actualización: soy torpe y no pude meter el vídeo aquí. Os dejo arriba la canción que me hizo llorar...
miércoles, septiembre 08, 2010
Nuevas escenas de mi vida surrealista
Yo me muevo en bici. Es más rápido, más cómodo y más ecológico. La uso incluso para salir por la noche y, por supuesto, cuando voy a trabajar. En estos casos, la dejo en un aparcamiento para bicis que hay en la plaza enfrente de mi oficina. Una plaza bastante concurrida, por cierto, porque en ella hay un museo.
El caso es que, normalmente, yo dejaba mi bici atada con dos pitones o cadenas o como queráis llamarlo, pero hace un tiempo un compañero de trabajo me dijo 'eres una exagerada, con uno va de sobra'.
Y como yo soy razonable y ponerle los dos me aburría porque soy un poco torpe con esto de estirar cadenas enrolladas (las mías son de estas que vienen en espiral muy pequeña), pues me dije, nada, con una sola.
Lo que yo no sabía es que este hecho iba a suponer un atractivo para los amantes de lo ajeno. Pero así ha sido. Ayer, cuando fui a recoger mi bici tras terminar de trabajar, allí estaba ella, flamante, tranquila y... sin amarrar. No sé qué pasó o en qué estaría pensando el que lo hizo, pero se llevaron mi candado y dejaron la bici suelta.
Mi padre y compañeros de trabajo tienen la teoría de que alguien pilló al ladrón y optó por huir sin su verdadero botín. Pero yo estoy segura de que lo que ocurrió es que un coleccionista de cadenas de colores quiso llevarse mi pitón para su colección.
... Y sí, no insistáis, había cerrado bien el candado.
El caso es que, normalmente, yo dejaba mi bici atada con dos pitones o cadenas o como queráis llamarlo, pero hace un tiempo un compañero de trabajo me dijo 'eres una exagerada, con uno va de sobra'.
Y como yo soy razonable y ponerle los dos me aburría porque soy un poco torpe con esto de estirar cadenas enrolladas (las mías son de estas que vienen en espiral muy pequeña), pues me dije, nada, con una sola.
Lo que yo no sabía es que este hecho iba a suponer un atractivo para los amantes de lo ajeno. Pero así ha sido. Ayer, cuando fui a recoger mi bici tras terminar de trabajar, allí estaba ella, flamante, tranquila y... sin amarrar. No sé qué pasó o en qué estaría pensando el que lo hizo, pero se llevaron mi candado y dejaron la bici suelta.
Mi padre y compañeros de trabajo tienen la teoría de que alguien pilló al ladrón y optó por huir sin su verdadero botín. Pero yo estoy segura de que lo que ocurrió es que un coleccionista de cadenas de colores quiso llevarse mi pitón para su colección.
... Y sí, no insistáis, había cerrado bien el candado.
lunes, agosto 16, 2010
Realmente llega un momento en el que piensas que nunca te volverá a pasar. Pero, entonces, en el momento más inesperado, llega también la persona menos esperada y la sonrisa tonta se te cuelga de la cara y ya no hay forma de borrarla.
Un roce adquiere un significado gigantesco, una mirada llena un mundo y una palabra acaricia los oídos como si fuera la más bella canción.
Y el mundo vuelve a hacerse pequeño porque no te cabe tanta felicidad en el corazón.
Dan igual todas las cosas, porque me lanzo, me lanzo, me lanzo y sólo me dejo sentir, porque sentir amor es lo más bonito del mundo.
Y sí, me estoy enamorando como una tonta.
Un roce adquiere un significado gigantesco, una mirada llena un mundo y una palabra acaricia los oídos como si fuera la más bella canción.
Y el mundo vuelve a hacerse pequeño porque no te cabe tanta felicidad en el corazón.
Dan igual todas las cosas, porque me lanzo, me lanzo, me lanzo y sólo me dejo sentir, porque sentir amor es lo más bonito del mundo.
Y sí, me estoy enamorando como una tonta.
sábado, mayo 15, 2010
Ese liviano sentimiento llamado felicidad
A veces se nos olvida. A mí se me olvida. Olvido que hay felicidad, que soy alegre, que tengo muchas cosas buenas, que soy muchas cosas buenas, que siempre hay opciones, que tener un largo camino por delante es lo mejor que puede pasarnos, que siempre hay sol detrás de las nubes, que hay quien nos quiere, que queremos, que estamos vivos.
A veces se olvida, pero, afortunadamente, hay recuerdos muy fuertes, porque dejan de ser recuerdos y se convierten en lo que somos, en los que vivimos, en lo que tenemos.
Y esa es la felicidad. En grandes o pequeñas cosas, esa es la felicidad.
Entonces es cuando me siento como rozando con los dedos la hierba que crece al sol y al viento, la brisa marina que descoloca mi pelo, el ligero corazón y la sonrisa perenne.
Pero, lo mejor de todo indiscutiblemente, es que, de una vez por todas, he aprendido que no se me olvide.
La amnesia se llevará otras cosas...
domingo, mayo 02, 2010
Por qué me llamaron Bridget Jones III
Desde diciembre que pude retomar mis actividades deportivas acudo a clase de aquafitness al menos tres veces por semana. Como hay mucha demanda y sólo hay 22 plazas siempre voy un poco antes para apuntarme y, en tanto empieza la clase, me gusta mirar a los niños pequeños aprender a nadar en la misma piscina poco profunda en la que, después yo, recibiré mis clases de aquafitness.
Me encanta ver cómo esos niños tienen mucho menos miedo al agua que yo, disfrutan, se divierten y, también, les tengo un poco de envidia... Entre otras cosas porque a ellos les dejan usar una especie de colchonetas rectangulares semirígidas y a nosotros no. He pedido varias veces a los monitores que me dejaran subirme a ellas al terminar la clase infantil y siempre se habían negado. Pero como soy como soy, sólo estaba esperando mi momento, que llegó el viernes pasado.
Como siempre estaba mirando cómo acababan las clases sus niños y de repente vi que uno de ellos salía de la piscina tambaleante y me dirigí a recogerlo, porque han pintado el suelo de la piscina y ahora resbala de miedo. Le ayudé a subirse a estas colchonetas, colocadas tres de ellas seguidas, y vi cómo caminaba por ellas con paso seguro hasta llegar al final y tirarse a la piscina... Y me dio mucha envidia.
Era ya tarde así que el monitor cogió al niño, que no llega a los dos años y se fue con él a secarlo y llevarlo con sus padres... Y entonces vi mi oportunidad, con casi todos los monitores distraídos con los niños, un amigo animándome desde la piscina grande y mi poca cabeza, puse un pie sobre las tres colchonetas para ver si aguantaban mi peso... Un poco tarde. Uno de los monitores más jóvenes que me vio, salió corriendo y, para mi sorpresa, en lugar de decirme algo corrió él sobre las tres colchonetas y se lanzó con una pirueta a la piscina.
Su actitud, aparte de asombrarme, me resultó una provocación obvia y, con los meses de deseo empujándome, me quité rápidamente las chanclas y comencé a andar por las colchonetas... Que resultaron no ser tan estables como yo pensaba. Aquello empezó a llenarse de agua y tambalearse peligrosamente y pensando en la poca profundidad de la piscina (1,20 metros) lo que me había parecido una idea genial no me lo pareció tanto, y fue ralentizando mi paso, cada vez más insegura, hasta que me paré completamente.
En esos momentos ya no era sólo el monitor que me había precedido el que me estaba mirando. Como este chico se había puesto a gritarme (tiene un torrente de voz que parece que usa megáfono cada vez que habla) que qué estaba haciendo, que yo sabía que eso no estaba permitido, etcétera, ya estaba casi toda la piscina mirándome para ver qué estaba pasando.
Y ahí me tenéis a mí, haciendo equilibrios cual surfista, escuchando al monitor diciéndome que si me caía de espaldas y me daba de nuca contra el borde (peligrosamente cerca, pero no lo suficiente como para tener confianza en dar marcha atrás) el gimnasio no se haría responsable y pensando, durante el minuto más largo de mi vida, cómo salir de ese embrollo.
Obviamente, la alfombra de tres colchonetas a esas alturas se había converitido en dos colchonetas flotando a la deriva y sobre la que yo estaba permanecía entre enganchada en el borde y soltada... Y no pude aguantar más. Con cierto miedo, pero ya sin dudas, pegué un salto hacia delante y caí sobre mis pies (afortunadamente me dio la cabeza como para encogerme) en el agua... Sin gorro, sin gafas...
Cuando salí sólo vi a otra de las monitoras entre divertida y asustada, y el monitor que seguía gritándome que no llevaba gorro, que incumplía las normas de la piscina y que venía hacía mí... Que ya corría a por mis zapatillas abandonadas al borde de la piscina, para tirárselas a la cabeza... E incumplir una norma más de la piscina...
Lo mejor de todo es que aún no me han prohibido la entrada en las clases de aquafitness... Y que he descubierto la forma de volver a subirme a las colchonetas sin que me pase lo mismo de nuevo...
miércoles, abril 07, 2010
Nueva York como en casa
Quien me lo iba a decir a mí. Jamás habría imaginado que una de las ciudades más grandes del mundo, que más respeto me inspiraban (una es cobardica desde la cuna) me haya hecho sentirme como en casa mucho más que algunas de las ciudades en las que viví.
Pues sí, resulta que mi paso por Nueva York me ha dejado una liviana alegría en el alma porque desde el primer momento en que puse mis pies sobre sus calles sentí la ciudad mía. Mientras mis compañeras de viaje se asombraban de la majestuosidad e inmensidad de la city, yo, aún repitiéndome 'qué fuerte estar aquí', sólo decía que era tan normal pasear por allí, que yo pertenecía a esas calles.
Y no os creáis, no se trataba de un déjà vu porque NYC haya salido en tantas películas. De hecho, apenas reconocí calles de las que había visto en el cine, en la tele... Más bien ha sido un sentimiento anclado en mi corazón extrañamente que, incluso, se ha visto reflejado en mi comportamiento.
Más de uno y más de dos (foráneos y neoyorquinos) me han preguntado en los ocho días que he pasado allí si mi residencia estaba en Nueva York 'porque se te ve tan suelta, tan observadora de lo que te rodea con total naturalidad'. Y yo respondía que no, que nada más lejos, que simplemente me sentía cómoda, segura, confortable... En una ciudad que creí que me alienaría y me haría sentirme pequeñita pequeñita.
Y no sé si querría vivir allí, porque me sigue pareciendo inmensa. Pero sí sé que me pertenece y yo le pertenezco a ella.
Quizás ese sea uno de sus encantos... Que te acoge sin importar de dónde vengas.
Busqué en
descubrimientos,
fotos,
reflexiones,
viajes,
yo
domingo, marzo 21, 2010
Por qué me llamaron Bridget Jones II
Yo trabajo en una oficina con atención al público. La gente que viene a verme está en un momento no del todo bueno de su vida, así que siempre intento mantener la seriedad, la comprensión y una sonrisa en la cara para intentar hacer a la gente sentirse cómoda. Pero, sobre todo, intento ser profesional... O lo intentaba, hasta que llegó un compañero mucho más joven a la oficina. Es un chico muy agradable, muy gracioso y que siempre le saca punta a todo. Yo siempre le decía que soltar las cosas que suelta al final le iba a acarrear consecuencias en nuestra oficina, sin imaginarme que me las acarrearía a mí.
Hace unos días, justo en el momento en el que se sentaba una persona en mi mesa, le contesté a este compañero una pregunta de una forma que podría dar lugar a dobles interpretaciones. Nada más hablar pensé en su respuesta y en que no se cortaba un pelo, así que lo miré rauda en plan de 'no vayas a decir lo que creo que vas a decir'... Y no lo dijo. Pero al ver su cara de extrañeza por mi mirada se repitió en mi cabeza, como un eco muy cinematográfico, la frase que yo pensé que iba a decir... Y empecé a reírme.
Al ver a la persona sentada en mi mesa intenté serenarme y desearle buenos días, pero otro compañero me dijo '¿de qué te ríes?' y, curiosamente, su pregunta me hizo reír más fuerte, a carcajadas, con convulsiones y con un volumen superior al ruido general de la oficina... Intenté serenarme de nuevo, pero al volver a dirigirme al usuario que tenía enfrente, su cara, entre divertida y extrañada, me hace reír más... Y empiezan a caer las lágrimas de mis ojos.
Ya llevo unos cinco minutos riendo y sin poder pedirle la documentación a la persona, así que, desesperada, le pido disculpas aún riéndome y me voy al baño. Me echo agua en la cara, me la seco, intento respirar serenamente, me vuelvo a mojar la cara, me siento a reírme porque ya me duelen las costillas, me levanto, respiro, vuelvo a mojarme la cara y me digo 'vale, ya está'.
Salgo del baño me dirijo a mi mesa serena, veo a la persona que me espera, veo a mi compañero que no me contestó lo que esperaba y... más carcajadas.
Aún así, con lágrimas en los ojos, llorosa y con dolor de costillas me siento y tengo la moral de pedirle la documentación que necesitaba al que me estaba esperando. Me voy serenando y el chico me dice 'menos mal que yo soy de los que me tomo a bien mi situación, que si no...' y, claro, me vuelve a entrar la risa. Ya no puedo más, estoy tirada sobre el teclado pero consigo hacer mi trabajo.
Me sereno, le pregunto su estado civil (es necesario) y me dice 'te diga lo que te diga te va a hacer gracia, ¿verdad?', así que, unos quince minutos después, yo sigo riendo, y ya hay cachondeo generalizado en la oficina, sobre todo porque los compañeros sentados más lejos al principio pensaron que estaba llorando y se me habían acercado para ver qué me pasaba...
Al final conseguí serenarme, y, más roja que un tomate maduro, pedir disculpas al chico y darle toda la información que necesitaba... Para al segundo de haberse levantado seguir riendo...
... Y lo peor de todo es que, ni en ese momento ni ahora, recuerdo cuál fue la pregunta que lo provocó todo...
Hace unos días, justo en el momento en el que se sentaba una persona en mi mesa, le contesté a este compañero una pregunta de una forma que podría dar lugar a dobles interpretaciones. Nada más hablar pensé en su respuesta y en que no se cortaba un pelo, así que lo miré rauda en plan de 'no vayas a decir lo que creo que vas a decir'... Y no lo dijo. Pero al ver su cara de extrañeza por mi mirada se repitió en mi cabeza, como un eco muy cinematográfico, la frase que yo pensé que iba a decir... Y empecé a reírme.
Al ver a la persona sentada en mi mesa intenté serenarme y desearle buenos días, pero otro compañero me dijo '¿de qué te ríes?' y, curiosamente, su pregunta me hizo reír más fuerte, a carcajadas, con convulsiones y con un volumen superior al ruido general de la oficina... Intenté serenarme de nuevo, pero al volver a dirigirme al usuario que tenía enfrente, su cara, entre divertida y extrañada, me hace reír más... Y empiezan a caer las lágrimas de mis ojos.
Ya llevo unos cinco minutos riendo y sin poder pedirle la documentación a la persona, así que, desesperada, le pido disculpas aún riéndome y me voy al baño. Me echo agua en la cara, me la seco, intento respirar serenamente, me vuelvo a mojar la cara, me siento a reírme porque ya me duelen las costillas, me levanto, respiro, vuelvo a mojarme la cara y me digo 'vale, ya está'.
Salgo del baño me dirijo a mi mesa serena, veo a la persona que me espera, veo a mi compañero que no me contestó lo que esperaba y... más carcajadas.
Aún así, con lágrimas en los ojos, llorosa y con dolor de costillas me siento y tengo la moral de pedirle la documentación que necesitaba al que me estaba esperando. Me voy serenando y el chico me dice 'menos mal que yo soy de los que me tomo a bien mi situación, que si no...' y, claro, me vuelve a entrar la risa. Ya no puedo más, estoy tirada sobre el teclado pero consigo hacer mi trabajo.
Me sereno, le pregunto su estado civil (es necesario) y me dice 'te diga lo que te diga te va a hacer gracia, ¿verdad?', así que, unos quince minutos después, yo sigo riendo, y ya hay cachondeo generalizado en la oficina, sobre todo porque los compañeros sentados más lejos al principio pensaron que estaba llorando y se me habían acercado para ver qué me pasaba...
Al final conseguí serenarme, y, más roja que un tomate maduro, pedir disculpas al chico y darle toda la información que necesitaba... Para al segundo de haberse levantado seguir riendo...
... Y lo peor de todo es que, ni en ese momento ni ahora, recuerdo cuál fue la pregunta que lo provocó todo...
lunes, marzo 08, 2010
Ahora que estoy en fase de hacer sólo lo que me apetece, que no dejo que nadie decida por mí, es maravilloso saber en cada momento con quien me gustaría compartirlo, y tener con quien poder hacerlo. Que surja un deseo en mi interior y, casi inmediatamente, venga a mi mente esa persona que será quien me dé el sosiego, las risas, el hombro, el abrazo o lo que toque en el momento, o todo junto a la vez.
Cada vez me doy más cuenta de lo afortunada que soy porque, junto a los lugares que me despiertan la sonrisa, se hace más y más habitual hallar la felicidad en las personas que son mis amigos. No es que antes mis amigos me amargaran la existencia, simplemente es que ahora, cuando soy yo más que nunca, cuando no dejo que los demás escojan por mí, quienes van quedando me hacen sentirme feliz simplemente porque son ellos, porque están, aunque no sea a mi lado en este preciso momento.
Porque hoy me levanté feliz y no había más motivo que un día con amigas que hacía tiempo que no veía y una tarde relajada con un amigo y la perspectiva de otra tarde entre amigas, las que quería alrededor en ese momento, que, por supuesto, no me defraudaron y me hicieron sentirme como en casa, porque mi casa son las personas.
Y habrá quien me llame simple, pero si la simplicidad significa esta felicidad sosegada, aquí me quedo.
domingo, enero 24, 2010
Calma
Y por fin llegó a mi espíritu. La calma, el sosiego, la paz, la tranquilidad. Pocas veces me he sentido tan dueña de mi vida y esa posesión de mi destino es la que me lleva a acompasar mi respiración a un paso tranquilo. Podrá cambiar todo o permanecer inmutable en mis decisiones, pero ya no importa tanto, porque lo que importa es que soy yo, por y para mí, la que ha escogido y está escogiendo. Dan ya igual las miradas ajenas, los deseos externos y la sonrisa salta a mis labios porque es cierto.
Para alguien como yo, siempre en movimiento, lucha, dicotomía..., ser consciente repentinamente (aunque el proceso haya llevado meses) de que ya estoy aquí, quieta pero aún en busca (la inquietud que nunca pare) es un verdaderamente nuevo sentimiento... Terriblemente agradable. Me escucho a mí misma y no me reconozco, aunque también sé que soy más yo que nunca. Como pasar las páginas de un libro nuevo que se te hace increíblemente conocido porque las palabras son tú. Pues ahora, las ideas son yo, los anhelos son yo, las decisiones son yo.
Ahora siento en mi interior la marea calmada del mar que moja la orilla con una caricia cuando las tempestades se han alejado definitivamente... Y no digo que no vendrán otras. Pero la próxima vez ya sabré que estoy en puerto seguro... El mío.
domingo, noviembre 29, 2009
Lo que me hacéis sentir
Andaba buscando unas cosas por el blog, y, claro eso tiene de malo que al final me pongo a releer porque así recuerdo el pasado, supero situaciones, sonrío con cosas que me pusieron triste e, incluso, a veces encuentro inspiración... Que es lo que me ha pasado esta vez.
Releyendo un texto que tiene ya dos añitos (me parece increíble), he visto que más o menos cumplí vuestras peticiones, menos una, para que escribiera sobre lo que me provocáis los que me visitáis y dejáis aquí vuestros comentarios.
Bien sabéis que hace tiempo que tengo esto medio abandonado (aunque parece que los nuevos vientos me están volviendo a pedir palabras), pero siempre habéis seguido ahí e, incluso en estos momentos de silencio, siempre habéis aportado vuestro granito de arena a esas entradas que eran más imágenes que pensamientos...
Y luego tengo cientos de vuestras visitas y aportaciones para poder tener claro qué me hacéis sentir.
Primero, sorpresa. Jamás pensé que algo que no son más que mis pensamientos, mi vida, mis paranoias e historias pudiera provocar interés en alguién. Interés sincero de personas que no me conocían, y lo digo en pasado porque tengo el convencimiento de que la mayoría de vosotros sabe ahora más o menos quién soy. A pesar de que sólo tengáis parte del cuadro.
Lo segundo, emoción. Me emocionáis hasta hacerme reir o llorar, hasta conseguir que reflexione, que pueda alejarme y valorar todos los puntos de vista para tomar decisiones. Y me encanta que me hagáis sentir, porque eso fue lo que me dijo que seguía viva en momentos tan dolorosos que casi dudé de ello.
La alegría es otro de los sentimientos que me habéis provocado. Aquí os juntáis personas a las que conozco personalmente, y otros que no. Amigos de años y nuevos amigos, extraños y quienes dejan de serlo. Y me hacéis sentir que no estoy sola. Quiero decir, tengo tendencia a sentirme desvinculada del mundo, a parte, por ser distinta. Pues no, no soy tan distinta y, ¿sabéis?, eso alegra.
Pero, sobre todo, me hacéis pensar que merece la pena. Que hay gente buena, sincera, que hace cosas por ayudar a los demás, desde sus pequeños mundos, que son grandes. Y no lo digo por el apoyo que me hayáis podido dar a mí con vuestras palabras, sino por muchas de vuestras historias, por la forma en la que se os puede percibir.
Así que, sí, lo confieso, empecé escribiendo este blog para mí y, ahora, al cabo de muchos años, la mayoría de lo que escribo es por vosotros. Porque me gusta poder arrancaros a veces una sonrisa, porque es agradable saber que vosotros también llegastéis a sentir lo que yo pueda sentir (especialmente cuando son cosas buenas), porque por primera vez me atreví de verdad a desnudar en palabras lo que soy y descubrí que se recibió con respeto.
En definitiva, todos vosotros me hacéis sentir felicidad. Podéis estar orgullosos de ello.
martes, noviembre 24, 2009
Solidaridad
En un mundo en el que parece que sólo existe el individuo es agradable encontrarse con gente que mira más allá de su nariz y que intenta cambiar las cosas a mejor.
Por eso hoy aquí os dejo el enlace de Lights of Hope. Aunque tenga un nombre inglés es un proyecto muy español que ha puesto en marcha un amigo con otros más. Se trata de una asociación de ayuda al desarrollo recién nacida que pretende realizar proyectos educativos, principalmente, en la India.
Hay muchas formas de colaborar con ellos, que podéis ver en la propia web. Y si la dais a conocer entre vuestro círculo sería genial porque os aseguro que todos sus esfuerzos van encaminados a sacar adelante a los niños, jóvenes y adultos de los slums indios.
A ver si conseguimos mantener las sonrisas que podéis ver aquí.
miércoles, noviembre 18, 2009
Por qué me llamaron Bridget Jones I
Piscina de aquagim. Mi gimnasio. Nueve y cuarto de la noche, 22 personas metidas en el agua pegando botes y la monitora manda: 'coged dos palitos flotantes y pisadlos con un pie. Levantad el pie doblando la rodilla y volved a pisar hacia abajo los palitos hasta que lleguen al suelo'.
Arwen que coge los palitos, se los pone debajo del pie derecho, lo levanta y empuja de nuevo hacia abajo... Con todo su cuerpo... Y medio cuerpo sale del agua mientras los malditos palitos siguen a la misma altura...
Tres intentos más tarde, la monitora se acerca entre curiosa y riente: 'tienes que empujar con más fuerza de la pierna'.
Arwen que resopla, pero vuelve a intentarlo. Medio cuerpo vuelve a salir del agua, que parece que va a pegar un salto hacia la otra piscina que se encuentra a metro y medio... Esta vez los palitos se mueven... Hacia un lado, salen disparados del agua con fuerza directamente proporcional a mis intentos de que toquen el suelo y casi caen en la cara de una compañera de aquagym...
A la compañera no le hace mucha gracia, pero yo empiezo a reírme a carcajadas, que resuenan por toda la piscina más que la música de la clase...
Al final la monitora me aconseja que haga el ejercicio con un solo palito, mientras la compañera agredida afirma tajantemente con la cabeza y las otras 20 personas metidas en la piscina me miran con cara de pensar que estoy muy muy mal...
Arwen que coge los palitos, se los pone debajo del pie derecho, lo levanta y empuja de nuevo hacia abajo... Con todo su cuerpo... Y medio cuerpo sale del agua mientras los malditos palitos siguen a la misma altura...
Tres intentos más tarde, la monitora se acerca entre curiosa y riente: 'tienes que empujar con más fuerza de la pierna'.
Arwen que resopla, pero vuelve a intentarlo. Medio cuerpo vuelve a salir del agua, que parece que va a pegar un salto hacia la otra piscina que se encuentra a metro y medio... Esta vez los palitos se mueven... Hacia un lado, salen disparados del agua con fuerza directamente proporcional a mis intentos de que toquen el suelo y casi caen en la cara de una compañera de aquagym...
A la compañera no le hace mucha gracia, pero yo empiezo a reírme a carcajadas, que resuenan por toda la piscina más que la música de la clase...
Al final la monitora me aconseja que haga el ejercicio con un solo palito, mientras la compañera agredida afirma tajantemente con la cabeza y las otras 20 personas metidas en la piscina me miran con cara de pensar que estoy muy muy mal...
Y aún hay quien se extraña de que mis amigas decidieran llamarme hace tiempo Bridget Jones...
lunes, noviembre 02, 2009
Comunicarse
Para ser una persona a la que le gusta hablar, escuchar y comunicarse, a veces se me olvida que existen otros puntos de vista, que hay más explicaciones que las que yo imagino, creo o pienso, que no siempre las cosas son como yo las veo.
Claro, que también está quien te lo pone difícil, quien prefiere el silencio a la sinceridad o a intentar que el otro te comprenda, quien decide alejarse antes que seguir al pie del cañón para comprenderse.
Todo esto viene a colación de esta decepción y la evolución de la situación. Ya en la actualización puse que mi amigo y yo habíamos hablado y algo había mejorado la cosa, pero no ha sido hasta esta semana (casi un mes después de que acabáramos distanciados y yo dolida, muy dolida), que no he conseguido entender qué pasaba.
Y me he sentido mal. Me he sentido mal porque soy tremenda, porque cuando me hacen daño reacciono agresivamente, a veces demasiado, y pierdo mi capacidad de ponerme en lugar del otro. No voy a flagelarme, soy suficientemente mayorcita como para saber que si nos duele, nadie es capaz de pensar fríamente e intentar comprender al de enfrente, pero tampoco quiero dejarme llevar por mí y mis tremendismos hasta olvidar que conozco al otro, dudar de que conozco al otro.
Porque la cuestión es que yo hice daño. De forma inocente y nada premeditada, pero hice daño al provocar unos pensamientos difíciles para cualquiera e hice sentirse solo a otra persona.
Y si yo tuve derecho de enfadarme, dolerme y sentirme abandonada, mi amigo tenía el derecho a sentirse dolido y querer alejarse, y no fui capaz de verlo porque sólo vi una huída en un momento en el que yo lo necesitaba...
Con todo esto espero haber aprendido la lección, pero, por si acaso, quería dejar constancia por escrito, para que no se me olvide. Para recordar siempre que los que me quieren también se ven afectados si yo estoy mal, a veces mucho más de lo que yo pudiera creer.
Y está claro que nuestra relación ha cambiado después de esta ¿crisis? Pero creo y espero que sea a mejor. Al menos nos conocemos un poquito más el uno al otro.
Claro, que también está quien te lo pone difícil, quien prefiere el silencio a la sinceridad o a intentar que el otro te comprenda, quien decide alejarse antes que seguir al pie del cañón para comprenderse.
Todo esto viene a colación de esta decepción y la evolución de la situación. Ya en la actualización puse que mi amigo y yo habíamos hablado y algo había mejorado la cosa, pero no ha sido hasta esta semana (casi un mes después de que acabáramos distanciados y yo dolida, muy dolida), que no he conseguido entender qué pasaba.
Y me he sentido mal. Me he sentido mal porque soy tremenda, porque cuando me hacen daño reacciono agresivamente, a veces demasiado, y pierdo mi capacidad de ponerme en lugar del otro. No voy a flagelarme, soy suficientemente mayorcita como para saber que si nos duele, nadie es capaz de pensar fríamente e intentar comprender al de enfrente, pero tampoco quiero dejarme llevar por mí y mis tremendismos hasta olvidar que conozco al otro, dudar de que conozco al otro.
Porque la cuestión es que yo hice daño. De forma inocente y nada premeditada, pero hice daño al provocar unos pensamientos difíciles para cualquiera e hice sentirse solo a otra persona.
Y si yo tuve derecho de enfadarme, dolerme y sentirme abandonada, mi amigo tenía el derecho a sentirse dolido y querer alejarse, y no fui capaz de verlo porque sólo vi una huída en un momento en el que yo lo necesitaba...
Con todo esto espero haber aprendido la lección, pero, por si acaso, quería dejar constancia por escrito, para que no se me olvide. Para recordar siempre que los que me quieren también se ven afectados si yo estoy mal, a veces mucho más de lo que yo pudiera creer.
Y está claro que nuestra relación ha cambiado después de esta ¿crisis? Pero creo y espero que sea a mejor. Al menos nos conocemos un poquito más el uno al otro.
domingo, octubre 25, 2009
Moda
Una amiga se ha decidido a emprender una aventura empresarial centrada en la moda. Su formación viene de Alemania, donde trabajó, además de estudiar, en el mundo del teatro y del espectáculo. Y como en estos tiempos es difícil tener iniciativa, os pongo aquí un enlace a su web para que le echéis un ojo, por si os interesa.
Todos sus diseños son exclusivos, pero su idea es crear junto a su clienta cada prenda, para hacerla verdaderamente única. Los precios que aparecen en la web son orientativos, ya que variarían si la persona entrega la tela con la que quiere que se confeccionen la ropa o según la dificultad del diseño.
Aquí os la dejo: http://deborahsevilla.yolasite.com/
Todos sus diseños son exclusivos, pero su idea es crear junto a su clienta cada prenda, para hacerla verdaderamente única. Los precios que aparecen en la web son orientativos, ya que variarían si la persona entrega la tela con la que quiere que se confeccionen la ropa o según la dificultad del diseño.
Aquí os la dejo: http://deborahsevilla.yolasite.com/
lunes, octubre 19, 2009
Un año más
El pasado sábado este blog cumplió tres añitos. La verdad es que como estoy muy desconectada, ya sabéis, no me habría acordado sino fuera por la alarma del móvil (lo que no está en mi móvil no existe) y cuando leí el mensaje me quedé un poco sorprendida.
Me parece increíble que ya hayan pasado tres años desde que en la, ahora lejana, Oviedo me decidiera a iniciar esta andadura escrita para que mis amigos de aquí, de Sevilla, pero también de Melilla, de Mérida, de Granada... pudieran saber cómo me iba o qué se me pasaba por la cabeza sin esfuerzo y sin tener que estar continuamente llamándonos.
Mucho ha llovido desde entonces: la lejanía asturiana se convirtió en cercanía sevillana; de la compañía que parecía para toda una vida (el amor es eterno mientras dura) pasé a la soledad acompañada (¡ay, estos amigos que no me dejan!); de estar opositando a ser funcionaria; de una salud que parecía más o menos inquebrantable a problemas varios que han provocado también altibajos en mi ánimo... Y de un blog más pequeñito a algo que se me hizo tan grande que decidí abandonarlo por un tiempo.
Mirando atrás veo algunas cosas tristes, dolorosas y que me han afectado mucho, y sin embargo, no puedo evitar hacer un balance positivo: del blog que tantas palabras ha conseguido sacarme y tan buenos ratos me ha traído gracias a vosotros, fieles incluso en la distancia y el olvido de este espacio que yo misma elegí; y de mi vida en general.
Está claro que no voy a negar que la poca salud mermó mi ánimo, pero afortunadamente nunca ha sido nada grave. Y mi vida ha mejorado. Aunque a veces no lo vea. Pero ha mejorado porque vivo exactamente la vida que quiero vivir en cada momento, voy marcando mi ritmo y aunque a veces me tenga que espolear para volver a entrar en vereda (que si no me dejo dominar), en general puedo decir que mi vida es mía.
Así que lo que os puedo decir es que el blog me ha ayudado, y que os animéis a atreveros: no sólo a expresaros en palabras escritas, sino a escoger vuestra vida porque, mientras no piséis la libertad de otro, sino sois vosotros los que decidís cómo vivir sí que podría ser un tiempo perdido... Y no estamos aquí para eso, ¿verdad?
Me parece increíble que ya hayan pasado tres años desde que en la, ahora lejana, Oviedo me decidiera a iniciar esta andadura escrita para que mis amigos de aquí, de Sevilla, pero también de Melilla, de Mérida, de Granada... pudieran saber cómo me iba o qué se me pasaba por la cabeza sin esfuerzo y sin tener que estar continuamente llamándonos.
Mucho ha llovido desde entonces: la lejanía asturiana se convirtió en cercanía sevillana; de la compañía que parecía para toda una vida (el amor es eterno mientras dura) pasé a la soledad acompañada (¡ay, estos amigos que no me dejan!); de estar opositando a ser funcionaria; de una salud que parecía más o menos inquebrantable a problemas varios que han provocado también altibajos en mi ánimo... Y de un blog más pequeñito a algo que se me hizo tan grande que decidí abandonarlo por un tiempo.
Mirando atrás veo algunas cosas tristes, dolorosas y que me han afectado mucho, y sin embargo, no puedo evitar hacer un balance positivo: del blog que tantas palabras ha conseguido sacarme y tan buenos ratos me ha traído gracias a vosotros, fieles incluso en la distancia y el olvido de este espacio que yo misma elegí; y de mi vida en general.
Está claro que no voy a negar que la poca salud mermó mi ánimo, pero afortunadamente nunca ha sido nada grave. Y mi vida ha mejorado. Aunque a veces no lo vea. Pero ha mejorado porque vivo exactamente la vida que quiero vivir en cada momento, voy marcando mi ritmo y aunque a veces me tenga que espolear para volver a entrar en vereda (que si no me dejo dominar), en general puedo decir que mi vida es mía.
Así que lo que os puedo decir es que el blog me ha ayudado, y que os animéis a atreveros: no sólo a expresaros en palabras escritas, sino a escoger vuestra vida porque, mientras no piséis la libertad de otro, sino sois vosotros los que decidís cómo vivir sí que podría ser un tiempo perdido... Y no estamos aquí para eso, ¿verdad?
viernes, octubre 16, 2009
Decepción
Duele. Duele cuando una persona que considerabas tu amigo se comporta de tal forma que no sabes qué pensar. Duele cuando toda la confianza que existía parece rota en millones de pedazos por una sola frase mal dicha en un mal momento. Duele cuando las disculpas parecen no dar frutos y las peticiones de ayuda parecen no ser escuchadas.
Inevitablemente duele cuando no pides lo que das, pero sí esperas esa mano tendida y te encuentras la espalda de quien mira de reojo para ver si vuelves a reaccionar o, finalmente, te alejas.
Duele cuando verse menos se convierte en no saber nada, no entender nada, no poder hablar nada porque una amistad son dos y si uno esconde la cabeza, el otro no puede obligarle a sacarla.
Duele que la diferencia cultural surja repentinamente y sin aviso, agazapada tras unas frases intercaladas en dos idiomas que no comprendes por mucho que entiendas cada palabra.
Duele que tengas que aguantarte las ganas de plantarte en su casa y zarandearle para que reaccione porque sabes que ahora tú también necesitas tu espacio, porque ahora tienes que ser tú lo importante o volverás al pozo del que esperabas salir con su ayuda, y han tenido que ser otros los que te tiraran la escala.
Pero sobre todo duele el empezar a sentir que todo se ha roto y que aunque en un futuro vuelva, tú ya no serás la misma, porque hay decepciones que se quedan pegadas al alma.
A pesar de todo, yo seguiré buscando el arcoiris de la esperanza.
Actualización: Volvimos a hablar y parece que hubo algún punto más de encuentro. Sigo echándolo muchísimo de menos, me falta en muchos momentos, pero todos necesitamos a veces nuestros espacios para reencontrarnos con nosotros y así poder reencontrarnos con los demás. De manera que, aclarados algunos puntos dolorosos, creo que empiezo a acercarme al arcoiris y que, más tarde o más temprano, volveremos a compartir esa luz... Gracias a todos por vuestra comprensión.
lunes, agosto 24, 2009
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