martes, julio 03, 2007

Reencuentro I

Hace unos días me decidí a hacer una visita a una amiga. Hacía años que no compartíamos más que un pequeño momento robado a una visita relámpago o una conversación de esas largas, largas por teléfono. Me apetecía mucho verla, sobre todo, porque se acercaban nuestros respectivos cumpleaños y 13 años de amistad bien merecen una celebración.
Fue un fin de semana intenso, de hacer muchas cosas, pero sobre todo de hablar, hablar, hablar y hablar. Ella se quedó afónica por intentar silenciarme, yo me vacié de todas esas cosas que cuento a alguna gente, pero que ella sabe dar la vuelta y devolverme para que lo mire desde otra perspectiva... Desde luego, fueron dos días que no me defraudaron.
La verdad es que siempre me pone un poco nerviosa ir a verla, porque es de las pocas personas que me meten mucha, mucha caña, y es casi la única a la que se lo permito, porque sé que lo hace con buena intención, porque me permite alejarme de mí misma y mirar las cosas de otra manera. Es directa, a veces dura por ello, radical, racional, aunque también terriblemente visceral, divertida, y, sobre todo, amiga de sus amigos.
Hemos tenido nuestros más y nuestros menos, pero sé que estará ahí. Da igual el tiempo que haga que no hablamos, si me ocurre algo terrible (bueno o malo) sé que la puedo llamar y me bajará de las nubes, me pondrá los pies en el suelo e incluso se reirá de mis idas de olla (que son muchas y variadas).
Es capaz de decirme que cambie de vida y nos recuerda a los que le rodeamos que primero somos individuos, y que la pareja viene después, porque, si no, las cosas no funcionan.
De las personas más cultas que conozco, jamás me ha hecho sentirme tonta, porque sabe no darle importancia a todo lo que conoce. Por el contrario, me abre nuevos mundos, nuevos conocimientos que ella recita sin darle importancia, porque son tan suyos como su color de ojos.
Un poco rabo de lagartija, se revuelve si escucha algo que no le gusta, pero sabe encajar bastante bien las críticas, aunque a veces le asombren. Eso sí, si en algo nos parecemos, además de por ser cáncer, es porque si los comentarios negativos vienen de jefes inútiles le cuesta Dios y ayuda saber que un jefe es un jefe, aunque con los años ha desarrollado una mano izquierda que le falló en el pasado.
Y esa es una de las cosas que me gustó descubrir hace unos días. Está claro que todos maduramos, pero ella, a la que siempre querré por ser espontánea, directa y, en ocasiones, radical, se ha atemperado y, si bien sigue sin callarse casi nada, percibí una mayor capacidad para soltar lo que piensa sin cargar las tintas, suave 'porque con un poco de azúcar la medicina entra mejor'.
En lo que no ha cambiado es en su desparpajo ante el sexo. Me hace hablar de cosas que casi ni me menciono a mí misma y me obliga a estar alerta, porque ella y quienes la rodean tienen una agilidad para encontrar el lado picante a la vida que me pilla por sorpresa y me deja, más de una vez, colorada. Pero es que esa capacidad de hablar de todo, de quitarle importancia a las cosas que la tienen en su justa medida, por mucho que nos empeñemos en ocultarla, es otro de los elementos que la convierten en la persona a la que me gusta acudir para oírla, para aprender de ella.
Y sabe tocar, y le gusta tocar. Para mí, que casi ni abrazo a mis padres, ahora y cuando la conocí fue un descubrimiento el cariño entre amigos expresado en abrazos, en besos, en definitiva, en tocarse. Quizás no se haya percatado, pero ser su amiga me permitió comprender que todos necesitamos las caricias, el roce: de familia y de la pareja, pero también de amigos, de compañeros. Durante mucho tiempo sólo a ella le permití darme unos abrazos que, por su tamaño y el mío, me ocultaban, y sólo lamento que, tal vez, no le correspondí cuando ella lo necesitaba.
Sin embargo, esos momentos de soledad en los que pudo verse han terminado, porque en mi visita descubrí que está rodeada de gente que sabe quién es y la quiere y respeta por eso. Casi tuve envidia, porque hace tiempo que no encuentro un grupo en el que sentirme integrada, en el que poder divertirme y, si es necesario, llorar. Pero no la tuve, porque se merece estar bien, y que la quieran, que ya bastante tuvo de tristezas y soledades, aunque siempre supo rodearse muy bien.
Volver a verla me transportó al pasado, a rabonas de clase y primeras noches sentadas en un balcón modernista hablando de la que se nos venía encima, a días de trabajo interminables y risas por no llorar ante él, a reportajes manoseados hasta encontrarles forma, a noches interminables persiguiendo cucarachas... y a charlas de los sueños que aún teníamos por lograr.
Sé que le quedan todavía unos cuantos, pero espero que también sea consciente de todo lo que ha logrado, de todo lo que nos aporta y siga siendo feliz porque, al final, es de eso de lo que se trata.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que el próximo encuentro sea en breve, porque se ve que te va de lujo verla...
Que manera mas bonita de describir la amistad tienes, es el segundo post de amistad que te leo y la describes que es de impresión.
Un saludo apañá!

Isabel Sira dijo...

Es que no tengo muchos amigos, pero los que tengo lo son de verdad, de los que me pelearía por ellos más de lo que lo hago por mí. Y sí, yo también espero verla pronto, así recargamos pilas.

UnaExcusa dijo...

Me has hecho llorar...
Me encanta que me veas así.

TEILLU dijo...

Boooooooo, qué bonito Arwen! Para que después digan que las tías os odiáis todas entre vosotras!!!

Por cierto, se "acercaban" vuestros aniversarios? Mmm...: felicidades? jeje

Un besín!

Isabel Sira dijo...

Muchas gracias Teillu, por felicitarme digo. Pos sí, cumplo mañana los 31 y no me da vergüenza decirlo.
Y el mito de que las tías nos odiamos es eso, un mito, para que los hombres no sintáis envidia de nuestra amistad ;).
Un beso.

UnaExcusa dijo...

¿Y quién dice que las tías nos odiamos entre nosotras?
Lo que hay que oír... (machismo encubierto, o no tan encubierto, se llama eso).

Suntzu dijo...

Ya se lo he dicho a unaexcusa: es precioso. De lo más bonito que te he leído.