Mañana voy a verte. Se acabaron las vacaciones y vuelvo a la oficina. Vuelvo a verte y no sé cómo lo voy a llevar. Y tampoco sé si querrás hablar conmigo, y yo necesito hacerlo, y cuanto antes mejor. Necesito darte tus cosas y que yo me lleve las mías porque eso será un paso más para hacerlo real, para no volverme al espejismo. Porque a veces entro en ese espejismo mentiroso de que te voy a llamar o me vas a llamar en cualquier momento y quedaremos para dar una vuelta, o para hacer algo o simplemente nos contaremos algo tonto, como que cambié las ruedas de la bici, o que ayudé a Antonio con su obra.
Con lo fácil que es entrar en algunas rutinas, salir de ellas es muy difícil, doloroso, frustrante, engañoso.
Y tu eras una rutina que me tiene aún encandilada. Pero no voy a pensar esto. Se acabó. Ya no habrá más tú y yo, yo y tú, más paseos por la ciudad que me has descubierto, mientras me descubrías tu alma. Ya no hay más, ya no hay más, ya no hay más.
Mañana te veo. Solo espero poder dormir. Necesito verte tranquila.