Saber que es el final, que fue el final y no poder evitar mantener un hilo que nos ate a una relación que en realidad está muerta, aunque uno de los dos intente revivirla, aunque al otro le esté costando la misma vida cortar el vínculo. Porque no puedo dejar de pensarlo y pensarte. Porque la última vez fui demasiado clara y no es que me arrepienta, es que hay cosas que no se pueden decir con palabras escritas que no se suavizan por una voz que dice mucho más que esas mismas palabras. Cansada sigo, y sé que no quiero volver, pero no tengo tan claro qué estoy haciendo en este camino de soledad que yo he elegido sino soy capaz de explicártelo.
Supongo que te lo puse demasiado difícil y la moneda me está siendo devuelta en forma de intenciones que no llego a comprender porque se mantienen expresadas a medias, no sé si por tu incapacidad a desnudar tu corazón (pocas veces lo hiciste delante de mí y me costó la misma vida lograrlo) o por, una vez más, tu temor absurdo ante una situación en la que no se puede tener temor, sino lanzarse a ella.
Un lema. Eso es lo que más me cabreó. Porque han dado igual seis años, la convivencia, la oportunidad que te di, las veces que te dije 'pero, ¿tú ves una solución que no sea que ambos dejemos de ser nosotros mismos?'; las conversaciones posteriores, largas, fáciles incluso; no ha importado el amor que nos profesamos, el que te profesé y te profeso (sí, te sigo queriendo, pero no es el amor de quien quiere compartir toda una vida). Nada de eso ha importado, ha sido una frase de quien no sé, ni me importa la que te llevó a dirigirte a mí para demandarme, además, algo que nunca te negué fuera a darte.
Porque, ¿cómo pudiste pensar que se acabaría sin vernos? Sólo porque te dije que ahora no podía hacerlo. Volviste a malinterpretarme o me entendiste como te dio la gana. Y es que empiezo a pensar que vives en tu mundo de Yupi en el que nunca tuve cabida porque capto la realidad desde otra perspectiva. Que no digo que la mía sea la real, pero es que está claro que cada vez se parece menos a la tuya.
Y eso que ya decidí hace semanas que no esperaba más. O quizás fue por decidirlo y casi decírtelo con mi decisión de retrasar mi viaje. Pero es que no se puede esperar eternamente, y menos cuando lo que se espera es un imposible, que lo sé, es un imposible, pero que se me queda clavado en un rincón de mi corazón del que soy incapaz de desprenderme. Lo más difícil fue darme cuenta. Seguía esperando, como una tonta, algo que no fue nada, que sabía que no iba a ser nada porque eres tú. Claro, yo también soy yo y espero, bueno esperé.
Puede ser que las mujeres pensemos demasiado, o seamos masocas, o yo sea todo eso y más. O que seis años pesen demasiado. O que las decisiones son duras si afectan a dos y uno no las comprende. O que al final me incapacité para tomar ciertas decisiones sin pensar en otra persona y ahora me veo en el desamparo de algunos momentos.
Que va. Me siento bien. Me gusta estar sola y por primera vez en trece años me siento dueña de mi vida totalmente. Nunca me coartaste, no quiero decir eso. Pero si quiero a alguien no puedo evitar poner por delante, en ocasiones, su felicidad a la mía, vinculada a la suya... Error del que debo aprender para no reiterarme. Porque resulta que uno se acomoda a eso y yo me canso de que no se me tenga en cuenta.
Sin embargo no puedo ser injusta. Me tuviste en cuenta. Pero no me pensaste. No te pusiste en mi lugar cuando me entregaste lo que me dabas. Puede que pida demasiado. Es lo que pido y ya sé que no me lo puedes dar, así que, se acabó porque no puede seguir.
Es duro. Saber que la causa de mi mal en realidad soy yo, porque busco una felicidad completa. Lo mismo ni existe, pero es que prefiero morir en su busca que agonizar en la mediocridad de una vida que empezaba a ahogarme. Porque está claro ya que nunca nos comprendimos del todo, que nos engañamos, ambos, a más no poder, fruto de un enamoramiento extraño, porque ambos somos extraños el uno para el otro, porque pocas cosas en común teníamos, salvo la de querer estar juntos. Esa magia se rompe si empiezo a pensar que estar a mi lado no es tu prioridad, que tiene narices que no quisieras pasar aquí quince putos días pero luego me vinieras con que tenías un traslado solicitado. A buenas horas mangas verdes y luego me voy a creer que te ibas a quedar a gusto aquí.
En realidad lo que me pasa es que estoy cabreada, conmigo sobre todo. Porque hay que ser capulla para ser yo. Joder.
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