martes, febrero 13, 2007

Roma é bella!


La ciudad eterna. No podría estar más de acuerdo con esta frase. Apenas conozco la ciudad, sólo su centro, pero con ese compendio de historia universal, más que italiana, basta para justificar semejante comentario. Pasear por Roma es reconocer el mundo del que vinimos, los caminos que nos han llevado hasta el ahora y el libro que debemos releer continuamente para no caer en los mismos errores.
Porque la bella cità es la muestra del esplendor de las civilizaciones y lo duras que son sus caídas; la imagen de la tolerancia hacia las religiones (recordemos que los cristianos fueron perseguidos y luego aceptados y respetados) y la imposición de la unicidad: el desenfreno y el férreo control de las emociones. Roma lo es todo. El amor y la desesperación, lo grandioso y lo pequeño, el juego y lo serio.
Estás en Roma y contemplas el Coliseo e imaginas los gritos, las luchas de gladiadores, las broncas en las gradas; mientras lees en la prensa que se han cerrado los estadios de fútbol por la violencia de los hinchas.
Recorres el Vaticano para descubrir una riqueza en cada rincón que te hace pensar que no hay más arte fuera de ese recinto. Y recuerdas a costa de quién se construyo ese palacio.
En cada rincón del centro de Roma hay algo que ver, y te preguntas cómo se les olvida a los líderes italianos adónde van los que abusan de su poder, con tantos elementos para recordar y saber qué pasa cuándo te crees el rey del universo.
Caminar por esta ciudad es vivir en un sueño, y a mí me hubiera gustado no despertar tan pronto.

2 comentarios:

Suntzu dijo...

Es fantástica, bellísima. Solo quiero decirte que a pesar de que hayas despertado, probablemente te baste conc errar los ojos para poder volver allí. A mí me pasa con Florencia. Es mi lugar especial (aunque no es el único).

Por cierto, sensacional la foto con los guantes. Muy Audrey.

Isabel Sira dijo...

Me falta Florencia, porque mucha gente me ha dicho como tú, que te atrapa más que Roma. Lo dejo para el próximo viaje.
La foto era una apuesta con la madre de Javi, que se cree que no estoy lo bastante loca como para hacer el paripé delante de un montón de turistas e italianos. Mientras me la hacía, las gradas que rodean la fuente estaban llenas.