martes, mayo 29, 2012

No me gusta cuando la melancolía se posa sobre mi alma y me oprime el corazón.

Preferiría que no volvieran viejos fantasmas que convierten mi soledad buscada en una soledad repleta, en la que me es difícil moverme.

Me cuesta salir de esos estados en los que la compañía no existe porque mi mente está demasiado ocupada en no estar y buscar lo que parecía haber encontrado.

No puedo explicar la sensación de vacío, porque realmente lo que hace es llenarme, saturarme, impedirme pensar con claridad y convertir cada tarea en un mundo, porque no parece haber forma de salir del círculo.

Porque es eso, ciclos que vuelven y van y, al menos, ya no me amargan ni entristecen. Sólo me dejan como la flor mustia en el calor del mediodía, el árbol que pierde las hojas y dobla las ramas para taparse, la marea que parece que no va a volver nunca porque baja y baja (aunque sea para subir en otro sitio).

Y mis raíces tiran de mí hacia dentro, porque necesito parar, tomar aliento, respirar y elegir de nuevo la dirección, porque me gusta seguir sola, pero extraño el cariño.

Se juntan las ansias y los anhelos con la realidad y todo parece confuso, aunque los ojos lo vean nítido. Y sólo me apetece dejarme llevar, pero por nadie más que por mí misma y mis pensamientos, aún a riesgo de volver a perderme en mi interior.

Me gusta saber que conozco el camino. Al menos así, el ciclo parecerá más corto.

jueves, mayo 24, 2012

El color se convirtió en luz y desapareció entre lo pliegues de su falda. Ahora el único brillo que iluminaba la habitación provenía de su sonrisa, que ocultaba la tristeza de los ojos, felizmente. Porque no quería confesar que el penar le pesaba en el alma y no podía desprenderse de esa sensación de vacío e incomprensión, porque no lo entendía.

Mantuvo su atención en la conversación, a pesar de que su pensamiento una y otra vez intentaba alejarse y volar. Pero no podía olvidarse de que ahora las lágrimas que tocaba enjugar eran de otra persona. Cogió la mano y la mantuvo suavemente acariciada para ofrecer el apoyo que ahora se le requería.

Y, poco a poco, su luz se fue haciendo más brillante y comenzó a convertir en arco iris multicolor las lágrimas que tocaban a su fin, porque con aquella luz, la oscuridad, incluso de espíritu, huía con el rabo entre las piernas para no volver en mucho mucho tiempo.

Tres horas después, en la soledad que siempre le acompañaba, reflexionó sobre la ligereza e insustancia que podría tener una vida si sólo se derramaban lágrimas por los motivos equivocados. Lo difícil era encontrar el motivo correcto, pensó. E, inmediatamente, dejó de llorar. No iba a ser ella la que llenase los vacíos con la salada agua que los ojos derramaban. No iba a ser ella la que penase por cuestiones irrelevantes, sobre todo cuando la luz le devolvía, una y otra vez, a ese punto inicial en donde la ilusión se mantenía viva y no se dejaba avasallar por la rutina diaria.

Y el alma dejó de pesar tanto. 

Aunque aún le quedaban tormentas por capear.

jueves, mayo 17, 2012

La pesca del salmón en Yemén

La historia de un sueño, de una locura, de la fe, del amor, de embarcarse en los imposibles. No termina mal, porque si no no sería una película, pero es que hay veces que necesito la esperanza por encima de todo.
Cumplir anhelos. Seguir adelante pese a la sorna y todo acompañado con unos diálogos cuidados, a veces irónicos, a veces directos. 
Quizás éste ha sido el momento para ver esta película. La esperanza y la fe. Seguir adelante. Ahora que me he decidido por no frenarme a mí misma, por intentarlo, al menos, por iniciar el camino, aunque se bifurque más adelante. 
Y la fotografía, la música me han traído la paz. Destila paz que se me ha transmitido más allá de la pantalla. Para reflexionar sin pesar, dejarse llevar, y, a la vez, ir a contracorriente, como el salmón. Porque sólo tengo que seguir mi camino, no el de nadie más.

sábado, mayo 12, 2012

Siento los dedos y la mente inquietos. Con ganas de escribir, pero sin encontrar las palabras. Parezco saber lo que quiero soltar, pero entonces, dudo, y no sé si es eso lo que quiero que el texto haga visible o simplemente son pensamientos sin hilos que corren por mi cabeza y me sobresaltan.
No sé si es la sensación de que me equivoco, o de no entender algunas cosas y frustrarme por no entenderlas.
O es las ganas de llorar que parece que no me abandonan, porque las lágrimas suben rápidas a mis ojos, a veces sólo con una nota de una canción, con ver de refilón un nombre, o simplemente, porque sí.
Se puede estar feliz y triste a la vez. Más que tristeza es un pesar, una sensación de volver a fallar, aunque no sea yo.
No se puede esperar todo, pero lo espero. 
No se puede soñar, pero sueño y con el sueño vuelo, y en el sueño, me elevo.
Se puede todo, porque se quiere. Pero sigo sin tener claro que lo que escribo es lo que quiero decir. Puede que sí. Tal vez, no. 
Pero no desespero.

lunes, mayo 07, 2012

Encajar en mi sitio

Durante toda mi vida me he sentido fuera de lugar la mayor parte del tiempo. Ni en mi propia familia me sentía integrada. Es inherente a mí sentir, en un momento u otro, qué hago en un sitio, dónde está mi lugar entre las personas que me rodean.

Mi desarraigo no me ha ayudado. Si no te sientes de ningún lugar, difícilmente puedes pensarte colocada dentro de este puzzle que es el mundo. Si no tienes vínculos con los sitios, no puedes sentirte parte de las personas que los habitan.

Al volver a Sevilla por ¿cuarta vez? en ocho años, los sentimientos de no pertenencia, de necesidad de escape me hicieron difícil sentirme integrada en la ciudad.
Poco a poco las personas, mis amigos, una vez más, me enlazaron a un lugar, me hicieron sentirme pasito a pasito como en casa.

Pero aún había momentos en los que me creía ajena, descolocada, fuera de sitio.

Y me pasaron muchas cosas. Y fui feliz y también sufrí mucho. Sufrí tanto como para plantearme quién era yo y cómo podía dejarme de tal forma hasta transformarme en alguien en quién no me reconocí. Sufrí hasta que me dolió el alma y se me rompió en millones de pedazos el corazón.

Y fue lo mejor que me podía haber pasado.
Mi corazón roto me hizo levantarme de nuevo y mirar alrededor.

Y encontré que a mis amigos y compañeros, que me sostuvieron en esas semanas de locura, se habían unido otros, ahora ya mis amigos, ahora mi familia.

Y encajo. Por primera vez en mi vida soy la pieza que le faltaba a mi puzzle para sentirme parte de algo. De vosotros. TODOS vosotros, los que me acompañastéis desde el principio de mi caída y resurgir; y quienes habéis llegado para tenderme esa mano y hacerme sentir parte del todo.

Y ENCAJO.

Y, de repente, ser parte de algo me hace saberme alguien, y sentirme querida por tantos me hace comprender que todo el amor que siempre di y quise dar y sigo dando da unos frutos inesperados.
Porque ENCAJO. Y ahora sé que mi sitio, está a vuestro lado.

sábado, mayo 05, 2012

La Marilyn que hay en mí

Voluptuosa y sensual, carnal, sexy, extrovertida para esconder la timidez, insegura, icónica.
El rubio trae algo más que pelo claro.
La imagen proyectada varía.
La seguridad ¿ayuda?
Las ganas de cambio.
La vuelta de la energía.
Las ganas de vivir, vivir, vivir hasta el tope, porque siempre ha sido así.
Las noches que activan el cerebro.
El cuerpo que siente, vibra, quiere, pide, da, acaricia, abraza.
La sonrisa perenne, que puede con la tristeza.
Las lágrimas de alegría.
La risa contagiosa que tira al suelo.
Gustar.
Que guste.
Curvas inexistentes que están ahí.
Gesticulación.
Expresividad.
Miradas.
Decisiones.
Y por un compendio de circunstancias y pensamientos, Audrey cede el paso a Marilyn, sin abandonar del todo la escena.