Siento los dedos y la mente inquietos. Con ganas de escribir, pero sin encontrar las palabras. Parezco saber lo que quiero soltar, pero entonces, dudo, y no sé si es eso lo que quiero que el texto haga visible o simplemente son pensamientos sin hilos que corren por mi cabeza y me sobresaltan.
No sé si es la sensación de que me equivoco, o de no entender algunas cosas y frustrarme por no entenderlas.
O es las ganas de llorar que parece que no me abandonan, porque las lágrimas suben rápidas a mis ojos, a veces sólo con una nota de una canción, con ver de refilón un nombre, o simplemente, porque sí.
Se puede estar feliz y triste a la vez. Más que tristeza es un pesar, una sensación de volver a fallar, aunque no sea yo.
No se puede esperar todo, pero lo espero.
No se puede soñar, pero sueño y con el sueño vuelo, y en el sueño, me elevo.
Se puede todo, porque se quiere. Pero sigo sin tener claro que lo que escribo es lo que quiero decir. Puede que sí. Tal vez, no.
Pero no desespero.
1 comentario:
El 20 de junio del año pasado escribí algo en mi blog. Y, al igual que usted, sentía una inquietud en la menta y en los dedos, aunque no sabía por dónde comenzr ni cuándo terminar. Sólo dejé que las palabras fluyeran y que cada yema, de cada uno de mis dedos, se posara sobre una tecla diferente hasta alcanzar un punto en que la totalidad me indicar que era tiempo de concluir.
Cuando escribo en mi blog pasa esto una y otra vez, aunque hay ocasiones en que la certeza es tal que se me olvida cualquier duda.
Eso pasa cuando uno escribe.
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