Londres, ciudad de contrastes, multiculturalidad, cosmopolitismo, arte... Y, sobre todo, ¡compras! (aunque me he controlado, que conste, y mucho). Llegué a Londres con el corazón algo encogido por el idioma, la soledad (que no ha sido tanta, eso merece entrada aparte), mi pésimo sentido de la orientación... Pero el primer día, cuando cojo el metro en hora punta, se estropea y logro llegar a mi destino gracias a la amabilidad de un chico, descubrí que me iba a sentir más o menos cómoda.
Pues sí,el prim
A partir de esa aventurilla, las cosas fueron mejorando. Al día siguiente, además de patearme la National Gallery y la National Portrait Gallery (gran error verlas una detrás de otra); y pasear... Me fui a ver 'The Sound of Music'. Pillé las entradas bastante baratas en Leicester Square esa misma mañana, y desde la octava fila, al lado del pasillo, me emocioné, flipé con la potente voz de los actores, aplaudí y disfruté como una verdadera enana. Lesley Garret, como la madre superiora, me hizo llorar con su voz, porque era sencillamente increíble.
El British Museum, Westminster Abbey, la torre de Londres, la Tate Modern, British Library, la casa de Dickens... Hice un recorrido bastante amplio por los tesoros artísticos e históricos que guarda Londres, hasta que acabé un poco cansada.
Y entonces llegaron los días de paseos más tranquilos (¡ya casi no me perdía!) y las compras. Londres está pensada para gastar. Eso está claro. Y aunque es cara, conseguí algunas gangas en Portobello Market, Candem Market y alguna tienda de la ciudad... Y los libros, ahí sí que he tenido que controlarme. Son más baratos, sin embargo tuve que ser razonable porque no podía cargar con ellos y sólo compré los dos siguientes de la saga Potter (ahí queda mi foto en el andén 9 y 3/4), un minidiccionario inglés-español y un libro de Tim Burton... Pero me habría traído al menos cuatro o cinco más...
De todas formas, lo que más me ha gustado de Londres es vivirla.