jueves, junio 26, 2014

GRITOS

Chillar, gritar, pegar, empujar, soltar la rabia, la frustración contra personas que me decepcionan, pero en realidad me decepciono de mí por esperar lo que sé que no debo esperar,  ni de mí misma, ni de ellos. Saber que necesito volver a mi hogar (yo) a lamer las heridas, que salí demasiado pronto al mundo, necesitar irme al acantilado perdido y gritar al viento, meterme en el mar y nadar con rabia, correr como una loca con el viento revolviendo mi pelo y el aliento perdido y olvidarme de quien mira y de que hay pensamientos, cantar a gritos para que la música se lleve mi voz y el cansancio interno.
¿Cómo se puede estar enfadada 37 años y cómo se deja de estar? Romper, destruir, pero también crear, vaciar, vaciar completamente con palabras, imágenes, pinturas, garabatos, comidas, nuevos órdenes, nuevos caos, palabras, músicas, destrozar y reconstruir, quedarme en nada y llenarme de todo lo que no sea esta rabia contra el mundo, contra un sistema al que parezco no pertenecer y sin embargo estoy absolutamente imbuida en él y asimilada por elección propia consciente, aunque quizás hablara un inconsciente cargado de miedo a una incertidumbre que en realidad es lo único que podría darme la vida.
Llorar como escape, reír como solución definitiva, que me duela el costado, levantar peso, hacer reír a los demás, escuchar al que lo necesita, ofrecerme, aceptar los regalos, regalar todo lo que son lastres pasados, regalar lo que es presente inútil, vivir ahora, vivir el minuto, vivir. Ser. SER. EXISTIR. YO.

miércoles, junio 25, 2014

La injusticia y yo

El mundo es injusto. La vida es injusta. Lo sé. Las cosas no tienen que ser como yo pienso que deberían, ni siquiera como sería justo que fueran. La vida, el mundo, es como es, porque lo construimos seres humanos imperfectos, con defectos, ambiciones, egos, dudas... Todo eso lo entiendo. Y lo normal y sano sería que pasara por la vida entendiéndolo y dejándolo estar. Debería actuar en mi parcela vital ofreciendo la bondad de la que dispongo, a la espera de ser todo lo justa que pueda llegar a ser, y seguir mi camino.

Sin embargo, mi grado de sensibilidad y empatía rozan al extremo más grande y hay momentos (muchos, aunque espero que cada vez menos), en que esas injusticias me desbordan. Me explotan dentro y salen en forma de lágrimas, o enfado, o rabia... Y, al menos ahora sale, porque peor es cuando se enquista dentro.

Trabajo dentro del sistema. Un sistema que busca el orden. Pero también una organización en la que día a día veo que se busca menos el bien común y más unos objetivos que yo no alcanzo a vislumbrar pero que, desde luego, no me parece que sean el bienestar de la sociedad en general. Ni siquiera el equilibrio de la estructura que lo sostiene. 

Puede que sea que simplemente no lo entiendo, pero, sin ánimo de ofender, debido a mi inteligencia dudo mucho que se trate de eso.

El caso es que, fuera lo que sea, yo no puedo luchar contra el sistema, y menos a base de rabia o lágrimas de impotencia. No puedo dejar que la injusticia me cale de tal manera que me haga daño a mí misma y me bloquee hasta perjudicarme dentro y fuera de mi trabajo.

Porque no es sólo la injusticia global. Acabo empatizando más con la pena y quiero el cambio en el que la siente. Y empiezo a hacerme daño a mí y al de enfrente.

En el trabajo debería ser fácil. Sólo tengo que ser yo. Es decir, no perder la sensibilidad pero no hacerla mi todo. Llegar hasta donde me está permitido y comprender que lo que es, es, y que los cauces de cambio ya los estoy usando, y espero que todos los demás también.

El mundo es injusto, lo acepto, las personas eligen, lo acepto. Ahora tengo que aceptarme a mí, que es en lo que estoy. Mientras yo no me quiera, de nada sirve mirar hacia fuera.
Está claro que necesito un tiempo más dentro. De nuevo, hasta luego. 

martes, junio 17, 2014

I'm a mess

Soy un desastre. Eso es lo primero que se me viene a la cabeza cuando alguien me dice que una foto mía, que a mí no me gusta, 'es muy tú'. No pienso: soy graciosa, soy creativa, soy original o soy una cagaprisas que no se tomó el tiempo suficiente para mejorarla. No. Pienso que soy un desastre.
Y no sólo con eso. Lo cierto es que, después de dos meses de iniciar el camino para quererme, y bien sabe Dios que algo he avanzado, aún no me he desprendido de la sensación de que soy un puto desastre. De que mi vida me arrastra en lugar de vivirla, de que las de los demás son más: buenas, plenas, divertidas, completas, con sentido... Aunque sepa por experiencia que no lo son.
Me quedo con los fragmentos, con fotos fijas de las vidas de los demás, con esos momentos que envidio, pero olvido, consciente o inconscientemente, tanto todo lo de valioso que tengo yo y mi vida como de duro y complicado tienen las suyas.
Esto, aparte de agotador, es inútil.
Aún llegando a ser un desastre: ¿qué habría de malo? Sería yo: encantadora, bondadosa, divertida, a veces alocada, inconsciente muchas veces, con ganas de aprender, curiosa, sexy en ocasiones, inteligente, con carácter, celosa de sus amigos, posesiva de sus pertenencias pero totalmente desprendida si alguien lo necesita, desarraigada en busca de raíces, soñadora, amante de la luna, el mar y los atardeceres, ordenada desordenada... Sería yo y eso tendría que serme suficiente porque soy única y soy lo que tengo.
Por eso ayer me escribí en la piel que soy un desastre, para recordarme que, siéndolo, soy maravillosa. Contradictorio, ¿no? No tanto. Soy un desastre que está recogiendo pedazos y fragmentos y montando las fotografías (literal y figuradamente) para construir mi imagen a través de mis ojos. Verme yo por mí misma.
Porque por mucho que haya rechazado a los demás (no os necesito, no os quiero, no me afectáis), lo cierto es que quiero quererme y que me quieran. Pero de manera natural, sana y sin exigencias. Sin temores. Porque puede que acabe, pero no será un abandono. Y si alguien me abandona, yo ya no lo haré. Me quedo aquí. Mi raíz, ahora lo estoy descubriendo, está en mí, soy yo. Es mi corazón, porque por muy inteligente que soy, es mi alma la que me lleva. Si no siento, no existo. Pero ya no dejaré que mis sentimientos duelan, los cogeré en brazos y caminaré con ellos.
Y seguro que el profesor que me hizo pensar todo esto no sabía que no era fotografía lo que me estaba enseñando.

lunes, junio 16, 2014

¿Crezco?

Es curioso. De primera ha dolido. Es la verdad. He sentido un dolor de ausencia. De, otra vez, no estar. Quizás algo de rabia también. Porque justo ese día... 
Pero cuando he respirado, cuando me he parado a mirarme dentro me he dicho, ese día, como los demás desde hace dos meses, yo tomé una decisión por mí y para mí. No pretendía una respuesta, no era una compra, no era una llamada de atención. Provenía de un sentimiento de amor que acabará desapareciendo (el amor si no es de ida y vuelta se diluye, como casi todo) pero que aún hoy sostengo.
Precisamente por eso, porque por una vez surgió de un amor que no buscaba aprobación, ni respuesta directa (entregar amor para exigirlo a cambio es el mayor error que he cometido a lo largo de toda mi vida y por el que siempre me he chocado contra el mismo muro), ha dolido tres minutos, y después el nudo se ha deshecho y he pensado: es igual. La realidad es que no quiero estar en esa vida. No es la mía ni es la que me haría feliz. No me gustan las víctimas. Sin ser consciente, yo misma lo he sido durante años y ahora, con mucho esfuerzo, estoy dejando de jugar a ese papel. Así que no voy a caer en el juego de otro. No dos veces.
Ni siquiera es una crítica hacia ti. Cada uno elige sus caminos y yo no soy nadie para juzgarlos, sobre todo cuando yo he tomado tan retorcidas sendas durante 37 años. No puedo criticar a quien es yo y a quien quiero de forma sincera. Ni mucho menos pretender que cambie, porque te quiero como eres y te acompañaría en el camino para mejorar, en el que estoy también yo porque desgraciadamente nuestros problemas coinciden demasiado, pero no te puedo acompañar en el camino de la autodestrucción.
Simplemente constato. Me doy cuenta de que empiezo a sentir que soy yo la que está aquí. Que empiezo a saber lo que quiero y, ante todo, me quiero a mí, feliz y cariñosa conmigo misma. Y si alguien entra en mi vida, quiero que sea igual conmigo: cariñoso y feliz a mi lado. Y que me deje serlo al suyo. Que me busque, como busco yo. Los dramas vendrán solos, no porque los creemos nosotros. Para eso, el teatro.
¿Quizás estoy consiguiendo crecer?

martes, junio 10, 2014

Caricias

La mano se deslizaba suave, acariciando la silueta de cada letra. Como tatuajes, se había pintado el cuerpo para no olvidar y ahora él susurraba cada palabra, no como recuerdo, sino para conocerla. Los dedos, dulces y ágiles, dibujaban de nuevo lo ya escrito, provocando algún estremecimiento en el cuerpo en duermevela que se dejaba acariciar. 
Ya no esperaba. Había dejado de esperar cuando sintió la yema del índice posarse sobre la P. Perdono, se perdonaba a ella, sobre todo, porque antes no lo había hecho. Escondida casi en el interior del muslo, no preguntó más tarde por qué eligió empezar por esa palabra. Ya no quería preguntar más. No estaba segura si necesitaba saber, porque ahora se sabía a sí misma, y sentía, se dejaba sentir y sentía. Los dedos continuaban su camino de palabra en palabra. Quiero, aprendo, deseo, recibo, amo, puedo... Un cuerpo y cientos de posibilidades para que ella se conociera. Y lo había hecho. Paso a paso. Día tras día. Seguía haciéndolo. 
En realidad, las palabras se habían borrado hacía tiempo, pero seguían allí y él sabía cómo encontrarlas. 

miércoles, junio 04, 2014

Camino

Lo más extraño es descubrir que lo que me pasé diciéndole a otra persona meses es lo que debería haberme aplicado. Quererme, escucharme, pararme, primarme. De repente, comprender que le miraba y me veía a mí, en realidad, en tantas cosas... ¿Somos uno desdoblado? Es extraño. A veces nos daba miedo. Ser tan parecidos. O me lo daba a mí. Lo malo es que verdaderamente lo éramos, no lo sabía yo, en tantas cosas malas. Porque son insanas. 'No sé mantener relaciones sanas'. Esa debió ser mi frase. Esa era mi forma. Está dejando de serlo, pero aún me siento tambaleante en ese campo. Casi me da miedo hablar o callar, porque no sé si estoy equivocando de nuevo el camino. Quiero decir, con tantos años sin darme cuenta de que no me relacionaba bien, a lo mejor acabo haciendo lo mismo de manera contraria, ¿o ya son paranoias?
El caso es que pensaba que había llegado a mi vida por un motivo totalmente equivocado. Aún queda vida y camino por andar, pero empiezo a vislumbrar otras razones. Tenía que aprender. Yo debía atreverme a mirar dentro. Lo estoy haciendo. Ni siquiera lo voy a llamar bajada a los infiernos porque para mí está siendo duro, pero la paz, por primera vez, el conocimiento desde dentro. Paso a paso. Ya no tengo prisa.