martes, junio 10, 2014

Caricias

La mano se deslizaba suave, acariciando la silueta de cada letra. Como tatuajes, se había pintado el cuerpo para no olvidar y ahora él susurraba cada palabra, no como recuerdo, sino para conocerla. Los dedos, dulces y ágiles, dibujaban de nuevo lo ya escrito, provocando algún estremecimiento en el cuerpo en duermevela que se dejaba acariciar. 
Ya no esperaba. Había dejado de esperar cuando sintió la yema del índice posarse sobre la P. Perdono, se perdonaba a ella, sobre todo, porque antes no lo había hecho. Escondida casi en el interior del muslo, no preguntó más tarde por qué eligió empezar por esa palabra. Ya no quería preguntar más. No estaba segura si necesitaba saber, porque ahora se sabía a sí misma, y sentía, se dejaba sentir y sentía. Los dedos continuaban su camino de palabra en palabra. Quiero, aprendo, deseo, recibo, amo, puedo... Un cuerpo y cientos de posibilidades para que ella se conociera. Y lo había hecho. Paso a paso. Día tras día. Seguía haciéndolo. 
En realidad, las palabras se habían borrado hacía tiempo, pero seguían allí y él sabía cómo encontrarlas. 

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