jueves, noviembre 25, 2010

He hecho limpieza en casa (necesito espacio para mis apuntes, esos de la oposición que no sé si llegará a haber tal y como están las cosas) y al hacerlo me he vuelto a tropezar con un buen número de cuadernos, de diferentes tamaños, colores y formas, pero todos preciosos, que he comprado en diferentes sitios o me han regalado a lo largo de los últimos años.
Siempre que veo tantas páginas en blanco no puedo evitar imaginarlas llenas de palabras, en letra clara y bonita (cosa que no tengo), con historias que hagan reír, o llorar, o enternecerse, o, por qué no, enfadarse.
Siempre que me encuentro con esos pequeños espacios abiertos me detengo unos minutos a recorrerlos, a olerlos, a pensarlos, a proponerme llenarlos de pensamientos, pero siempre, no sé por qué, me parezco incapaz de crear algo lo suficientemente bello, o bueno, o intenso, o como quiera que sea, valedero para llenar esas páginas en blanco.
Afortunadamente, la frustración me dura cada vez menos, como cada vez menos comprendo que algo que yo misma compré para llenar permanece en mis estanterías vacío, triste de su inutilidad por no ser usado para lo que se creó.
Supongo que algún día superaré el miedo tonto de que alguien descubra lo que escribo y lo lea y me descubra a mí...
Porque sí, soy capaz de desnudarme delante de todos los que me puedan leer desde un ordenador, pero no soportaría que alguien leyera ni una sola de mis palabras manuscritas. ¿Será una cuestión de mi mala caligrafía?

lunes, noviembre 22, 2010

A pesar de todo, hay veces que se me olvida. Se me olvida la sonrisa, se me olvida la amabilidad, se me olvida que todo lo externo no importa tanto porque lo de dentro está a buen recaudo, es seguro, es claro, es calmo y es feliz.
Hay veces que tantos envites agotan y se te quitan las ganas, porque no puede ser siempre uno el que se esfuerce y porque ya no se sabe si merece la pena.
Pero siempre merece la pena. Y ya no la merece por los demás, sino para mantener protegido ese interior delicado que tanto trabajo costó recuperar y hacer brillar como nunca debió dejar de brillar.
Mejor no permitir a la marea que tome el control, porque entonces pierdo el puerto, el norte, el sur y la sonrisa, y eso sí que no es permisible porque costó recuperarla y porque nadie ni nada merece la pena de volver a estar enfadada con el mundo, aunque el mundo se merezca un buen enfado, otro buen empellón y alguna que otra sacudida a ver si espabila.
Así que recuerdo, respiro, tomo aire y vuelvo a respirar para no dejar que el enfado, la incompetencia ajena, la caradura de muchos y el mal carácter de los demás me contagien.
Soy mejor que eso.
A ver si no se me olvida.

lunes, noviembre 15, 2010

Hasta los mismísimos

La verdad es que no me gusta usar este blog de forma reivindicativa. Pero como sí que lo utilizo para desahogarme y ya estoy que no puedo más, pues nada, os toca aguantaros.
Y os preguntaréis, pero ¿qué te tiene tan indignada? Pues me tiene tan indignada el tratamiento que se está dando a los funcionarios desde diferentes frentes, la pérdida del norte de muchos y el engaño tan grande que se está tramando para, una vez más, dejar a los ciudadanos con menos garantías.
Todo esto viene a colación no ya porque nos hayan bajado el sueldo, amenacen con bajarlo aún más (eso sí, los altos cargos que cobran dos o tres mil euros más que yo-triste mileurista que dejará de serlo el año que viene- al mes, puestos a dedo y sin una tarea específica ahí seguirán), y ni siquiera porque se trata de desprestigiarnos y meternos a todos en el mismo saco.
Mi indignación ha llegado a sus cotas más altas por una medida, decretaria, que se pretende poner en marcha en Andalucía. Los lumbreras de nuestro (des)Gobierno regional han decidido (no sé si la excusa ha sido bajar los costes o qué, la verdad es que ya ni me he querido meter ahí) que lo mejor para los andaluces es que los servicios públicos ofrecidos desde organismos externos (es decir, con una cierta independencia para que me entendáis) pasen a ser atendidos por 'agencias' en las cuales se erradicarán a los funcionarios en su mayoría y se contratará a quién decida el político de turno.
Ya me parece bastante desvergüenza que tengan la desfachatez de plantear así, tal cual, que nada de exigir oposiciones limpias o preparación legislativa ni nada que no sea un currículum adaptado a las necesidades del que se contrate a quienes vayan a ocupar los puestos en la agencia.
Lo de que de verdad me duele, lo que me sobrepasa es que NADIE parece estar dándose cuenta de lo que supone que alguien sobre cuya cabeza penderá la espada del despido sea quien se encargue de garantizar los servicios públicos.
Yo comprendo que una mayoría ciudadana simplemente nos odie, pero, ¿por qué hay tan pocas voces que expliquen por qué los funcionarios somos una garantía para los ciudadanos?
Al parecer no es importante el hecho de que si a un funcionario le viene un político con unas intenciones dudosas, el funcionario, garante de la legalidad y sin riesgo de perder su trabajo o mayores represalias, defenderá el derecho del ciudadano. Mientras un contratado que debe su cargo al amigo de turno, pocas pegas prondrá a la hora de servir a su señor.
Y sí, ya sé que los temarios de oposiciones parecen absurdos en ocasiones, pero son los que nos dan las llaves para asegurar que nadie se sobrepasa en sus funciones, ni pretende dar gato por libre al ciudadano.
Eso da igual. Aquí lo importante es que los funcionarios somos unos vagos que nos merecemos la muerte por leones, independientemente de que simplemente optamos por una decisión personal que, con suerte, nos llevó a perder dos o tres años de nuestra vida para estar donde estamos.
Y sí, hay funcionarios vagos. Pero también hay trabajadores muy muy perros que ahí siguen, chupando del trabajo de los demás. Y que nadie intente refutármelo, porque antes de estar donde estoy, estuve al otro lado.