viernes, mayo 22, 2020

En suspensión

Me pregunto por qué comprender algo no es aprenderlo. Al menos no cuando salimos del ámbito académico. Se me daba bien estudiar. Se me daba bien comprender y aprender los conceptos. 
No soy tan buena viviendo. Se me da mal entender e integrar. 
Me aferro a viejas ideas de la misma manera extrema en que me niego a permanecer en el pasado que me construyó, a veces con daño. 
Quizás precisamente es el dolor mamado lo que me ancla en estos nuevos sufrimientos que son idénticos. Es el repudio de mí misma, como fui repudiada, quizás casi desde el nacimiento. 
Por una madre que te dice hija de otra y un padre que no te reconoce como su semilla. 
Me desvío.
Comprender no es aprender cuando se trata de mí y de lo que puedo significar en un mundo en el que se supone que todos tenemos nuestro hueco.
La mayoría de las veces pienso que esa es una patraña y que aquí quien más y quien menos se pelea consigo y el resto por darse una importancia que nadie le ha asegurado tener. Porque se da por supuesta, cuentan. 
Quizás estoy en la minoría que tiene una lucidez imprescindible o la locura exacta para ver las cosas como son.
Quizás estoy en la media que se desvía del camino y desdibuja los contornos para no perderse entre la solidez de una realidad construida con palabras que no pueden contener todos los significados.
Sea como sea, aquí me encuentro. Comprendiendo, que no aprendiendo.
Aceptando a duras penas, porque preferiría tener plastilina entre mis manos y ser una artista.
Aun sabiendo que el resultado nunca me dejaría del todo satisfecha. Es lo que tiene ser inconformista. O gilipollas, según se mire. 
Contemplo. Por si parar de darle vueltas y dejarlo quieto obran el milagro de darle vida y sacarme del atolladero. 


A J.M. que sin saberlo me devolvió las ganas de escribir


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