domingo, julio 14, 2019

Pareja de ases

La sala al principio tenía el típico rumor suave de un espacio que se va llenando de gente diversa. Al ser un auditorio amplio inicalmente había suficientes espacios vacíos como para que las conversaciones no surgieran inmediatamente. Poco a poco, el murmullo fue subiendo. No sólo por una mayor presencia de gente, si no porque empezaban a intuir que algo raro había. Cada una de las personas presentes había recibido una invitación a un evento relacionado con su campo de trabajo o de intereses de ocio. Todo había sido muy cuidadoso, las formas de llegada también, hasta el punto de que no había levantado sospechas en tanto no se habían puesto a hablar entre ellas allí.

Porque, claro, no tenía sentido ninguno que en el mismo sitio y a la vez se fuera a dar una charla sobre las autoras del siglo XX, se fuese a proyectar una película independiente de estreno o se fuera a representar una obra de teatro, entre otras cosas.

De esta forma, unos diez minutos después de que se hubieran abierto las puertas y con el recinto casi lleno, empezaron a oírse algunas voces airadas, otras asustadas y mucho movimiento de gente. En esas estaban, con algunos presentes pensando en salir fuera y pedir explicaciones a quienes les habían acomodado.

A quienes intentaban salir se les indicaba amablemente, pero con contundencia, que permanecieran en sus asientos y se les aseguraba que nada malo iba a ocurrir. No todo el mundo se lo tomaba de la misma manera, pero estaba claro que quienes custodiaban las puertas estaban bien entrenadas. 

Realmente, no les dio tiempo a montar mucho más jaleo. 

De repente, las luces de la sala se apagaron y surgió un foco de luz que iluminaba el centro del telón. El rumor cambió a un silencio de expectación. Poco a poco fueron sentándose de nuevo todos los presentes. 

Antes de que volviera el runrún, ella y él aparecieron en el foco. Miraron la sala que se percibía llena y, al unísono, dijeron:
— Sois idiotas.

Sin mediar ninguna palabra más, volvieron a desaparecer.

Dejaron tras de sí gritos, protestas, estupor, reclamaciones,... Todo inútil. Las luces habían sido encendidas, todas las puertas estaban abiertas y no quedaba nadie a quien quejarse. Exactamente como cada individuo presente les había hecho.

A Joaquín. Algún día...

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