lunes, junio 18, 2012

Cuando el cansancio pesaba sobre sus párpados, sus dedos se volvían veloces sobre el teclado. Su cerebro, por una vez, vencía sus propias trabas y se dejaba mostrar convertido en palabras a veces hiladas, a veces inconexas, que mostraban significados tan dispares como la mente que las producía.

No lograba vencer el sueño a tantas ansias por salir como el espíritu tenía. Aunque los ojos sí se cerraban, sí parpadeaban cada vez de forma más pesada, mientras existía una lucidez distinta, otro despertar, dentro del duermevela.

Nunca leía lo que sus manos escribían en esos momentos de intimidad profunda. Se atrevía a lanzarlo al mundo, pero jamás lo leía. No porque tuviera miedo de descubrirse a sí misma. Sino por el temor a dejar que los demás la encontraran. A censurarse de nuevo. Así que se dejaba llevar y dejaba que sus letras volasen libres. Quien las entendiera, que lo hiciese; quien se viera reflejado, que lo fuera; quien simplemente leyera, libre era.

lunes, junio 04, 2012

El placer de cocinar

Nunca he sido capaz de hacer bien nada manual: las actividades de la antigua 'Plástica' del colegio eran un suplicio que marcaban mi nota más baja; no sé hacer punto, ni coser, ni hacer ganchillo y ni siquiera fui capaz de terminar un cuadrito de punto de cruz que empecé con 9 años y que sólo requería poner los hilos del color del dibujo que venían en la plantilla, ya agujereada para hacerlo más fácil.

Pero, entonces, me hice adulta y descubrí la cocina. No me gusta comer. Sin embargo, cuando, por las circunstancias de la vida (vivir sola) tuve que empezar a cocinar, descubrí que sí hay una tarea que requiere destreza manual y que soy capaz de hacer: transformar ingredientes en comida. 

Me encanta buscar la receta o pedirla y apuntarla. Buscar los ingredientes, lavarlos, cortarlos con mimo, porque 'Como agua para chocolate' me marcó de por vida, cocinarlos primero por separado e ir añadiendo el resto de ingredientes, creando una amalgama de sabores. Oler lo que corto, retocar la receta (soy incapaz de seguir una receta al pie de la letra, salvo, quizás, las de una de mis hermanas); experimentar con las especias o con las combinaciones de sabores, texturas, ingredientes...

Me relaja todo el proceso. Hasta el de ir a hacer la compra. Me gusta pensar en que no sólo seré yo la que disfrutaré la comida. De hecho, cuando cocino suelo perder parte de mi apetito, no así las ganas de ver a alguien saboreando lo que he cocinado. O no verlo, pero saber que alguien podrá decir si le gusta.

Soy extremadamente perfeccionista y sé que mi cocina podría mejorar. Pero ahora me quedo con el placer de verme entre cuchillos, sartenes, cacerolas y fogones. Estar atenta, tener la paciencia de cocinar durante tres horas un arroz con leche; o mimar mis albóndigas; o probar a hacer un pisto con nuevos ingredientes. O casi inventar recetas.