martes, marzo 27, 2007

El tiempo que pasa



Hay cosas que no deberían cambiar. Puede entenderse como puro egoísmo, odio a la modernidad o exceso de melancolía, pero insisto, hay cosas que deberían permanecer inmutables.
A lo largo de estos años he tenido que cambiar de ciudad en muchas ocasiones. He ido y venido de algunas (sobre todo Sevilla) y siempre he pensado en la cantidad de cosas diferentes que me podría encontrar a la vuelta y la multitud de lugares, espacios, aires y olores que me gustaría que se mantuvieran en el tiempo. Por desgracia, este anhelo mío se ha evaporado demasiadas veces.
Este es el caso de mi Facultad. He vuelto a ella para estudiar las oposiciones en la biblioteca y debo reconocer que he sentido añoranza por tiempos pasados, quizás no mejores, pero sí merecedores de ser recordados.
Creí que volver a andar por esos pasillos me traería buenos recuerdos, anécdotas a miles y alegría de reencontrarme con cosas inmutables. Pero todo se ha mudado. Al recorrer esos nuevos y desconocidos pasillos para mí he sido consciente de que el tiempo no pasa en balde y de que, afortunada o desfortunadamente, ha pasado mucho desde la última vez que cogí carrerilla para resbalar hasta la puerta de mi clase; me pasé por Minerva para comprar los últimos apuntes de cualquier asignatura de dudosa utilidad en la vida real o tuve que salir corriendo de la biblioteca por culpa de un ataque de risa.
Una amiga me decía que qué esperaba encontrar, que los edificios cambian como las personas (algunos hasta se modernizan más), y yo le contesté que esperaba encontrar las cosas como las dejé, que necesitaba saber que al menos el sitio que me vio inicar mi camino de adulta seguía como yo lo vi, a pesar de las grietas, de la falta de aire acondicionado y de la estrechez de los baños.
Porque al ver en lo que se ha convertido mi facultad me ha golpeado en la cara la realidad de que ya nunca volveré a la misma Sevilla, pero tampoco a la misma Melilla que me dejó marchar para seguir intentando ser feliz, y que, igual que la facultad, quizás algunas de las personas que quiero y quise se me presenten desconocidas en próximos encuentros.
Me aterra pensar que algunos de los cimientos de mi vida se desvanezcan en un nuevo alicatado de color brillante, más alegre, pero totalmente desconocido. No me gusta sentir que me hago mayor porque las cosas se rejuvenecen, ni me gusta tener la sensación de que mucho de lo que conocí se ha diluido en un mar de nuevas tecnologías, decoración minimalista o ultramoderna o, peor aún, en otras vidas que esconden, ocultan y pretenden sumir la mía en lo oscuro del pasado, que en estos tiempos nadie quiere recordar.
Me gusta la nueva facultad, me gusta que dejen abierto el patio siempre, que haya luz brillante en los pasillos, que la biblioteca ofrezca internet inalámbrico. Pero me gustaba más el olor a pintura marrón caca, los patinazos por los pasillos, las ventanas ficticias en una clase sin ellas y la camadería de unas personas que, aún hoy, siguen siendo mis amigas.
Me gustan los cambios, pero no los que afectan a mi pasado sin que me tengan en cuenta, sobre todo ahora, que pronto será pasado una época de mi vida en una ciudad que pensé que ya sería la mía de por vida. No quiero que mi vida de estos dos últimos años también desaparezca.

7 comentarios:

Suntzu dijo...

Desgraciadamente, yo he pasado por eso también.Tú cambias, las cosas cambian, la gente cambia. Nunca se vuelve al mismo sitio. Aunque bueno, eso no tiene por qué ser necesariamente malo. Aunque la sensación que te produce tanto cambio sí lo sea.

UnaExcusa dijo...

Ohhh... ¿ésta es la facultad? ¿no está ahora en la Cartuja? ¿para qué sirve el edificio de Gonzalo de Bilbao? Y, sobre todo... qué baño más mono, pero no es el mío... No es en el que yo me refugiaba para hablar con Karmen...
Ay, qué mal llevo yo los cambios también...

Isabel Sira dijo...

Esa es nuestra antigua facultad, el edificio de Gonzalo de Bilbao, en el que ahora está Bellas Artes. Lo que es nuestra facultad, ahora de comunicación, está en Cartuja, efectivamente. Esa no la he fotografiado, no es la nuestra...

Anónimo dijo...

Se me cruzan palabras, "inexorable", "tiempo", "fluir"... Y me da hasta miedo hacer una frase con ellas. Pero no está tan mal ver que hay cosas que cambian. Tú tampoco eres la misma (para tantos), aunque siempre serás la misma (para algunos), y eso debería alegrarte.
De cualquier forma, me deja perplejo lo mucho que ha cambiado el aspecto de la facultad. No me imagino que los años que pasamos allí pudieran ser mejores por el color de alicatado.

Isabel Sira dijo...

Tienes razón,Curro, en que el alicatado no mejoraría nuestras experiencias en la facultad, y, efectivamente, nosotros mismos cambiamos (espero que todos a mejor je je).
Pero insisto en que me gustaría que algunas cosas permanecieran inmutables

Adúlter dijo...

Venía por aquí a comprobar unos alegatos, pero veo que no hay evidencia a mano...
Pero sí buenas palabras. :)

Isabel Sira dijo...

Si te parecen buenas palabras repite visita. Yo ya te hice una y me gustaron varias cosas de las que vi. Y si el alegato que querías comprobar es del blog de unaexcusa, es que creo que hay que sentirse bella siempre. Luego, los demás, que opinen lo que buenamente les parezca ;)