miércoles, junio 12, 2019

La periferia de la pradera

Había muchísimas cosas de las que había renegado. Para ser sincera, poco del resto de su vida había sobrevivido, ni siquera en parte. Tabla rasa se quedó corta hacía una década, cuando dio el salto definitivo con un nuevo nombre y una nueva nacionalidad.

No es que ella hubiera sido parte, ni siquiera pasiva, de los desmanes que desafortunadamente pusieron a su país en los mapas. Había participado con tesón en la resistencia. Pero ese tesón en la lucha colectiva también lo había utilizado para acabar con una genealogía demasiado tosca. Rechazaba de donde venía porque allí era donde más daño le habían infringido. Físico y moral. Más que en las detenciones por sus actividades revolucionarias.

Sin embargo, allí en ese instante, contemplando un paisaje tremendamente conocido comprendió que lo llevaba en la sangre. La periferia de la pradera había sido el hogar del que careció en su casa. 
En esos campos de las lindes de la ciudad de la infancia había encontrado el oasis en un desierto aterrador plagado de alimañas. En ese espacio de desterrados se encontró siendo social, libre, ella. Había tenido una familia.

Sus acompañantes no se atrevieron a decir una palabra de la sonrisa. La primera que le habían visto en 30 años. 

Para David, que me regaló el título.

2 comentarios:

sorNataLibrera dijo...

Me he quedado sin palabras...pero con una sonrisa, gracias, hoy me hacía falta

Isabel Sira dijo...

Por algún motivo ayer decidió no enviar mi respuesta. Gracias por dedicar tiempo a leerme. Me alegra mucho que te sirviera.