sábado, mayo 19, 2018

El tacto en mis pies

Echo de menos caminar sobre suelos de madera. La textura bajo mis pies, el color que dan a la casa, su brillo desgastado por donde más pisaron, pisamos, por donde movemos muebles.

Echo de menos la sensación de hogar de ese piso que no era mío ni jamás lo sería y que, sin embargo, sentí más casa que estos 78 metros cuadrados que llevo habitando más de media vida y no consigo hacer míos por mucho que me empeñe, limpie y redecore.

Echo de menos esos otros suelos entarimados de una infancia en leotardos, de tardes frías junto al abuelo que nunca me dio miedo y sentí cariñoso por algún motivo extraño.

Echo de menos que no sea falso, ni sobre mármol o terrazo. Si no que sea único, y ajado, y viejo y cálido y que me haga pertenecer como nos pertenecíamos el uno al otro. También eso lo añoro: ser dos que son una (pareja). Calidez viva junto a la del suelo que pisábamos y que era para mí el sueño de mi vida hecho realidad.

Y puede que esa fuera la pega. Que el sueño me cegara de la realidad acerca de que ese entarimado no era mío, que la que andaba descalza sobre él no era del todo yo y que tú nunca fuiste capaz de estar al completo porque te parecí demasiado en seguro como para preocuparte. 

Así que ahora echo de menos el recuerdo que se construyó sobre un sueño de la infancia, con lo cual, nunca tuvo cimientos.

¿Puedo añorar un futuro en el que el sueño ya desvanecido sea una realidad construida por mí? Lo hago, soñar de nuevo para crear otro mundo que sea mío, mientras la planta de mis pies rememora ese otro suelo cálido y ajado.

No hay comentarios: