viernes, julio 14, 2017

Noche de verano

Agitación. Movimiento incontrolado e incontrolable. Aceleración múltiple. Reposo imposible sobre un colchón de sueños partidos. Anhelo. Asfixia. Lo idéntico en la diferencia. Cristalera rococó con diferentes prismas, aleja el horizonte. Insatisfacción perenne convertida en amiga a base de tanta cercanía. Paredes variables que oprimen laceradamente para salpicarse. Aire sin existencia como inflamable aviso de llegada. 

Levanta el párpado caído sin atreverse. El cerebro procesa las imágenes en penumbra clara por donde se escapan propuestas silenciadas. Ahí, donde reside el ostracismo griego. Ahí, lugar sin espacio. Ahí, en la guarida del anima propia. 

La osamenta contra la dura solería retumba en ecos inaudibles. Recubre el golpe de glotonería manifiesta, de forma que puede levantarse dignamente. El cerebro no entiende lo que el corazón parpadea en morse. Desbocadas señales audaces que se estampan contra el cortado.

Ahora, tormenta imparable. Ahora, sólo existe este instante.

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