martes, agosto 26, 2008

Un cuento prestado


Un cuento para un cuadro


Cuando la tormenta pasó, Maya dejó de llorar y de temblar y abrió los ojos. Estaba sola, en medio del cielo, sostenida por un minúsculo trocito de tierra. Todo lo demás había desaparecido. “Por lo menos tengo algo de hierba a mis pies”, pensó Maya.

No sabía qué hacer, no tenía nada que ofrecer, excepto su corazón. Pero estaba hecho añicos por todo el sufrimiento acumulado. Así que esperó sentada en su minúsculo pedacito de tierra. La Luna le preguntó por su historia, extrañada, ya que nunca había visto un planeta tan pequeño y con una forma tan rara, como si fuera una columna de tierra sostenida en el aire. Maya y la Luna hablaron durante mucho tiempo: de las tormentas que pasan, de la soledad, de los miedos que hacen temblar hasta el rincón más profundo del alma, de cómo todos nacemos y morimos varias veces a lo largo de la vida.

La charla fue larga y dolorosa, pero cuando terminó, Maya tenía una sensación extraña, como si un pajarillo revolotease en su pecho. Era su corazón, que necesitaba salir al mundo. Comprendió que su corazón estaba curado y que podía, que necesitaba ofrecerlo.

Así que le ató una fina cuerda a su extremo inferior y observó cómo, de su mano, se elevaba hacia el cielo. Era un corazón grande, brillante y hermoso, lleno de vida y de esperanza.

Todo lo que ocurrió después fue muy extraño. Durante todo el tiempo que había durado la tormenta, habría podido jurar que estaba sola en el Universo. Pero algo mágico sucedió. De repente, allí, en mitad de ninguna parte, apareció un pajarillo.

-¡Hola!- dijo el pajarillo- ¿Qué haces aquí, tan sola?


-No lo sé-respondió Maya-. En realidad, no recuerdo gran cosa. Hubo una gran tormenta. Todo estaba oscuro y pasé mucho miedo. Lloré durante muchos días seguidos. Cuando se terminó, esto es lo que quedaba de mi mundo.


-¡Qué raro! –exclamó el pájaro-. Por cierto, ¿cómo te llamas?

- Maya.

Yo soy Cucu.

-¡Encantada de conocerte, Cucu!

-Verás, Maya, vengo siguiendo el sonido de tu corazón desde muy lejos. Estoy cansado de volar de un sitio para otro. ¿Puedo quedarme contigo? Seremos amigos.

-Por mí, estupendo. Pero mira dónde vivo. No tengo sitio –respondió Maya, apenada.

-¿Cómo que no? Mira.

Extrañada, Maya se dio la vuelta. Para su asombro, su pequeño trozo de tierra se había hecho un poco más grande y a su espalda había crecido un imponente árbol con una copa frondosa.

-¡No me lo puedo creer! -exclamó Maya.

-¡Qué bien! Aquí podré dormir tranquilo y feliz. Ya no estaremos solos, Maya.

Pasaron algunos días y Maya seguía allí de pie, con su corazón, su pájaro y su árbol. Un día, apareció una rana enorme, que venía saltando de estrella en estrella.

-¡Hola! Soy Croc –se presentó-. ¿Cómo te llamas?

-Yo me llamo Maya.

-Me gusta tu corazón, Maya. He visto su brillo desde lejos y lo he seguido hasta aquí. Creí que era una estrella roja. Estoy cansado de saltar de aquí a allá. ¿Puedo quedarme aquí con vosotros?

-Por mí, sí. Pero solo hay un árbol y no creo que sea el lugar más adecuado.

-Pero, ¿qué dices? ¡Si he visto un sitio ideal, justo al lado!

Maya se volvió y vio que al pie del árbol había una charca grande y hermosa, con nenúfares, rocas, peces, moscas y flores en sus orillas. Junto a la charca, habían aparecido también una cabaña y un arroyo.

-¡Vaya! –exclamó Maya.

-¡Bueno, pues me quedo! –dijo Croc. Y se fue saltando hasta la charca.

Pasaron dos días más cuando apareció un niño de unos 8 años, volando en una cama.

-¡Hola! Soy Blas, el pirata espacial y voy volando de planeta en planeta. ¿Cómo te llamas?

-¡Hola, Blas! Soy Maya. Este es nuestro pequeño planeta.

-¡Me gusta! Y tu corazón también. Parece hermoso y bueno. Estoy muy contento porque eres la primera persona que encuentro en el espacio. Me gustaría quedarme, pero no puedo. De todas formas, creo que pasaré por aquí a visitaros de vez en cuando. Con tu permiso, claro.

-Por supuesto que lo tienes. Ven cuando quieras, Blas.

-¡Hasta pronto, Maya!

-¡Hasta pronto, Blas!

Cuando Blas se fue, Maya vio que delante de ella había aparecido otra casa y un camino que unía todos los lugares que habían ido apareciendo con la llegada de cada nuevo amigo.

Con el paso de los días, fueron apareciendo por allí más seres atraídos por el corazón de Maya y el planeta se fue haciendo más y más grande. Se convirtió en un lugar hermoso, lleno de amigos. Y Maya era cada día más feliz; porque comprendió que, mientras siguiera teniendo su corazón, ofreciendo su maravilloso y generoso corazón nunca más estaría sola. Aunque otra tormenta llegase y volviera a arrasarlo todo.


Este cuento se lo he tomado prestado a una amiga, que me ha hecho llorar, la verdad, y me ha tocado la fibra sensible. Desde aquí le doy las gracias, porque mirar con los ojos que ella mira se merece todos los agradecimientos del mundo.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy bonito, felicita a tu amiga y gracias a ti por ponerlo. Es muy agradable el cuento, alegra conforme lo vas leyendo, me encanta.
Un besico!

Anónimo dijo...

Gracias, Cruzcampero!!!

Arwen, si lo llego a saber, les cambio el nombre recursi al pájaro y a la rana. No me ha dado tiempo. Jajaja!!

Me alegro de que te gustara. Como ya te dije, el cuadro me inspiró y lo escribí pensando en ti, así que supongo que este es su sitio.

Un beso:)

Anónimo dijo...

En cuanto al nombre de la prota, acabao de asociarla con la abeja. Mecagüentó!!!

Eso me pasa por no repasar en serio.

Peritoni dijo...

Muy bonito amigas, seguro que ya no habrá más tormentas para Maya.

Querida anónima, por lo menos el niño no se llama Willy, jejeje, tranquila que así está muy bien.

Besos a la dos.

Anónimo dijo...

Yo también lo he relacionado con la abeja en un principio... Pero bueno, luego vas leyendo el cuento y ya no asocias... Tu no te angusties por los nombres... Blas me ha encantado. Enhorabuena una vez mas.

EsSa dijo...

Preciosa historia... Muchas gracias por publicarla, Arwen. Me hacía falta leer algo así, precisamente hoy.

Un beso

Mencía dijo...

Me ha encantado
Brutal!!!

Siempre pasan las tormentas ... "solo" hay que aprender a mostrar el corazón aunque esté triste, haya miedo, llore o esté acojonao.

Besos besos besos.

Isabel Sira dijo...

Cruzqui, ya te contestó la propia autora.
Anónimo, me encanta, de verdad.
Peritoni, besos para ti también.
Essa, me alegro que te haya venido bien. Espero que no sea nada... y que tu tormenta pase...
Mencía, ya ves que me rodeo de gente que escribe muy muy muy muy muy bien.
Besos

Anónimo dijo...

Besitos para ti también, Peri.:) Creo que lo del anonimato no te ha despistado. Jajaja!!!

Gracias a Mencía y Essa por los cumplidos. Essa, espero que pase pronto tu tormenta.

Arwen, hija, si es que la del cuadro eres tú... Tenemos que ir un día al mercadillo.

.. dijo...

Muy bonito, el día que tenga algún sobrino se lo contaré.

Isabel Sira dijo...

Te lo agradezco de parte de la autora, Caulfield.