Londres, ciudad de contrastes, multiculturalidad, cosmopolitismo, arte... Y, sobre todo, ¡compras! (aunque me he controlado, que conste, y mucho). Llegué a Londres con el corazón algo encogido por el idioma, la soledad (que no ha sido tanta, eso merece entrada aparte), mi pésimo sentido de la orientación... Pero el primer día, cuando cojo el metro en hora punta, se estropea y logro llegar a mi destino gracias a la amabilidad de un chico, descubrí que me iba a sentir más o menos cómoda.
Pues sí,el primer día, y la primera en la frente. Como llegué prontito me fui a dar un paseo andando, desde mi hotel hasta St Paul's Cathedral, primero por el borde del río y luego callejeando. Cuando se empezó a hacer tarde decido coger el metro sin saber que esa es la hora punta de allí... Entrar en el vagón tuvo su punto de dificultad, pero cuando tres estaciones más allá se estropea y no me entero del todo de la parrafada que sueltan me puse un pelín nerviosa, no lo voy a negar. Pero, claro, de alguna forma había que salir de allí, así que me dirigí a un chico guapo (ya lo tenía pillado del vagón) y le pregunté qué es lo que habían dicho. 'Que no pueden arreglar el problema y que busquemos transportes alternativos'. Ahí ya sí que me acojoné y le dije que no sabía cómo llegar a mi siguiente destino... 'Voy para allá, ¿vienes conmigo?'. Y sí, me fui con él... Junto a otra italiana que se nos unió en las escaleras mecánicas. Total, que allí íbamos un francés, una española y una italiana por las calles de Londres, hablando en inglés y francés que habría dado para un chiste, aunque para lo que dio fue para un paseo agradable. El chico me dejó incluso en la parada de autobús, unas cuantas manzanas más allá... Aunque se equivocó, llegué bien a mi hotel. De la italiana no he vuelto a saber nada...
A partir de esa aventurilla, las cosas fueron mejorando. Al día siguiente, además de patearme la National Gallery y la National Portrait Gallery (gran error verlas una detrás de otra); y pasear... Me fui a ver 'The Sound of Music'. Pillé las entradas bastante baratas en Leicester Square esa misma mañana, y desde la octava fila, al lado del pasillo, me emocioné, flipé con la potente voz de los actores, aplaudí y disfruté como una verdadera enana. Lesley Garret, como la madre superiora, me hizo llorar con su voz, porque era sencillamente increíble.
El British Museum, Westminster Abbey, la torre de Londres, la Tate Modern, British Library, la casa de Dickens... Hice un recorrido bastante amplio por los tesoros artísticos e históricos que guarda Londres, hasta que acabé un poco cansada.
Y entonces llegaron los días de paseos más tranquilos (¡ya casi no me perdía!) y las compras. Londres está pensada para gastar. Eso está claro. Y aunque es cara, conseguí algunas gangas en Portobello Market, Candem Market y alguna tienda de la ciudad... Y los libros, ahí sí que he tenido que controlarme. Son más baratos, sin embargo tuve que ser razonable porque no podía cargar con ellos y sólo compré los dos siguientes de la saga Potter (ahí queda mi foto en el andén 9 y 3/4), un minidiccionario inglés-español y un libro de Tim Burton... Pero me habría traído al menos cuatro o cinco más...
De todas formas, lo que más me ha gustado de Londres es vivirla.