miércoles, mayo 22, 2019

Desprendimiento

Me gusta sentir su calor, oscuro, denso, vital, mío. Sobre todo mío. Vertiéndose de la copa para enseñarme quién soy en lo primigenio, donde no quedan testigos que me tergiversen.

Nunca pensé que mi gelidez, el frío que me acompaña, escondiera un calor semejante, que me reconcilia con la mujer que soy, latente tanto tiempo y, sin embargo, palpitante. 

El tacto de esa tibieza que creí repugnante sólo me despierta sorpresa y sonrisas. Quiero tocarla, dejarla escurrir por mis muslos, abandonarme y romper el tabú que a mí misma me atenazaba.

Es yo no que escapa, define. No para delimitar, sino para dejarme recuperar la libertad más que perdida, nunca poseída. Me la cortaron al nacer y mirar entre mis piernas.

Ahora, con este caliz vacío, resquebrajo ideas preconcebidas porque ya no me da asco, ya no me doy asco. Me disfruto, me siento, me permito.

Recorrer mi yo entero y estremecerme.