sábado, noviembre 14, 2020

Cuando él toca el piano

 Desde ese rincón, desde el que busca protegerse, de la noche, del dolor, de la sangre; observa. Contempla la oscuridad que se cierne sobre ella, hasta que la luz resquebraja tímida y con fuerza las tinieblas desde ese punto en su pecho que cree detenido desde milenios.

Sin embargo, nunca dejó de palpitar en ámbar vivo, en lava ardiente e inocua que la recorre y calma los estremecimientos del miedo ancestral que se enraíza en ella, por más que arranca una y otra y otra vez las malas hierbas.

Vibra con aquella melodía improvisada y la esperanza avanza a través de la tristeza. No pierde las lágrimas. Encuentra el arcoiris en ellas y puede seguir, así, mirando esas nubes negras sin olvidar la calma después de las múltiples tormentas que la arrasaron.

Siente el abrazo tierno y protector con las notas que tiemblan en la punta de sus dedos y necesitan salir y ser libres, sonar libres, compartirse por el aire infinito y llegar a los corazones sensibles a ellas. Hay quien no sabe escuchar y hay quien escucha aunque no quiera. 

La lágrima roza el labio entreabierto entre el sollozo y la sonrisa de comprender la compañía, la protección, a veces proveniente de ella misma, a veces de unos brazos amigos. Sigilosos se acercan para dar consuelo, ser el paraguas que refleja la luz interna.

Ahí también reside su belleza.


Para Jetro Molina. La inspiración llegó desde las yemas de sus dedos acariciando las teclas.