viernes, mayo 22, 2020

Bach

No se dio cuenta hasta que desapareció. De repente, un día, notó que faltaba algo. Que había un cambio, no llegaba a saber cual era. Pero el vacío, allí reposaba.
La melodía base, la nota que construía su propia canción no estaba y se había percatado demasiado tarde porque nunca la había sentido. La tenía por tan segura que no fue consciente de que era uno de los pilares de su existencia, que daba sentido y continuidad al desastre hasta transformarlo en lo que empezó a llamar felicidad.
Estaba tan en segundo plano, que la obvió como carente de importancia y se dedicó a los acordes libres de sus pasos. Pensó, locamente, que la estructura no requería cimientos, que las casas se empezaban por el tejado, que el amor no era un camino de ida y vuelta.
Hasta que ella se alejó.
Los primeros días la rueda siguió girando como si nada.
La segunda semana el motor empezó a griparse.
El día 21 cuando no recibió respuesta a la llamada no quiso darle importancia.
Al mes, la vorágine de la rutina dejó de serlo y cuando se giró y encontró ausencia el corazón se le encogió un poquito. Pero no quería. No era partidario de reconocer que sentía. Y sin embargo, dolía.
Dolía la falta de risas compartidas, la carencia de palabras escritas a la vez, paseos en silencio en compañía, ser escuchado con ojos embelesados, los ánimos en el desánimo.
Tuvo que reconocer que su existencia se componía de diferentes ritmos.

                                                                       ....

Así es como le gustaba ser y había sido siempre. El bajo constante que se mantiene dando forma imperceptiblemente, salvo para oídos expertos. 
Le gustaba entrar en las vidas y dejarles el buen sabor de boca del círculo cerrado, el arcoiris en mitad de una tormenta.
Se transformaba para adaptarse, sin dejar de ser ella y sin hacer desaparecer al otro. Un potenciador natural del sabor que nadie percibía hasta que faltaba su presencia.
Aunque, en realidad, nunca se iba del todo. Era semilla y polinizadora, era lluvia y era sol, que permite crecer y cuida. 
Con pasos suaves de bailarina entraba y salía del escenario, grácil, como si volara sobre los días de aquellos que se encontraba y decidía adoptar para su causa.

                                                                   ....

Y en mitad del bosque donde la música la había transportado mientras contemplaba los dedos recorrer el piano y las notas la embriagaban, su cabeza descubrió las miles de historias que se escondían debajo de la pieza. Al sentir en la nariz el frescor de los árboles y la caricia de las plantas en sus piernas creyó que sólo cabía un cuento que narrar, hasta que, de un golpe, encontró los ojos de él, igual de extasiados. Todos y cada uno de los relatos que sonaban al mismo compás para quien quisiera dejarse arrastrar, la llevaron.

A J.M. cuya explicación al piano me ha inspirado.

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