Ya sabéis o imagináis que en estas últimas semanas mi vida ha sido extraña, o complicada, o diferente a lo que era. He tenido mis dudas, mis discusiones, mis desilusiones y mis luchas internas. Y casi todas esas cosas han afectado a otra persona. Esa persona me ha pedido hoy que publique un texto en mi blog, al que no tiene acceso porque yo no se lo doy, porque necesito mi espacio. Quería que lo firmara con otro nombre, pero no pienso hacerlo, aunque tampoco diré el suyo. Sólo diré que nunca ha soñado con volar, y yo sí lo he hecho, pero yo no he soñado mientras volaba y esa persona sí. Quizás se trata de ver cómo nos complementamos y, sin quedarme anclada a un noray africano, recordar las cosas que nos unieron a pesar de las diferencias. Sea como sea, pase lo que pase en este verano, creo que hay cosas que nunca se deben borrar, nunca se deben intentar olvidar, porque fueron, son o serán siempre bellas.
En esta vida hay muy pocas cosas que me hayan hecho cambiar la perspectiva del mundo que me he ido construyendo con los años. No sé si es que he vivido poco, que tengo muy mala memoria o que para hacer tambalear mi personalidad y mi manera de ver la vida es necesario algo realmente especial. Creo que es un poco de todo esto y sobre todo de lo último. Algo que conjuge novedad, impacto, reflexión y análisis. Algo que me llene de verdad.
Recuerdo cuando vi el cádaver de un inmigrante que se había ahogado en su intento por llegar a un mundo mejor. Tengo mala memoria pero esa imagen no la olvidaré jamás. Hinchado, con la piel azul y rebozado en arena hasta la garganta. Terrible.
Reflexioné mucho sobre aquello. Sobre el hambre; sobre las ilusiones; sobre la lucha por mejorar, por sobrevivir. No olvidaré a aquel chico nunca.
Recuerdo, de adolescente, mi primera acampada con amigos. Realmente la imagen que no se me va a olvidar es la de todos nosotros en el andén de la estación esperando la salida de nuestro tren. Cargados con mochilas, sacos de dormir y llenos de ilusión. Fue una sensación de libertad tan grande que no la olvidaré nunca. Desde entonces siempre me ha atraído la aventura, la libertad, la falta de planes, las ilusiones... Muchas veces me viene a la cabeza aquella imagen y trato de aprovechar los momentos para seguir conservando aquel espíritu que me cautiva.
Recuerdo, con mi pareja, de noche cerrada, sentados en un noray del puerto, quedarnos mirando las estrellas en silencio hasta que el rugir de los motores de un barco nos hacía despertar de nuestro particular sueño. Soñábamos. Y recuerdo que al zarpar el barco, la estela de espuma que dejaba a su paso nos hacía volver a soñar. Nunca olvidaré aquellos 'días soñadores', aquellos días de ensueño. Ahora recordamos muchas veces aquellas mágicas noches y yo sigo soñando con seguir soñando a su lado porque ella es mi mundo. Qué suerte. Qué sueño.
Y escribo esto porque ayer me subí por primera vez a una avioneta y no se me olvidará jamás. Me cambio la perspectiva del mundo. He visto mi mundo desde otro ángulo y ha sido fantástico. Sentado en uno de los asientos de atrás del aparato, en el aire, he recordado a aquel chico ahogado luchando por conocer un mundo mejor, aquel andén lleno de ilusiones y a esa chica y nuestros sueños y me he dado cuenta de que soy un privilegiado. De que yo puedo seguir luchando por ese mundo mejor, de que estoy cargado de ilusiones y de que he conocido a la mujer de mi vida y que estoy enamorado.
He soñado volando y hoy me toca pilotar a mí.
Te quiero