jueves, febrero 23, 2017

Equivocada

Acarició sus manos como constatación del silencio. Se miró a sí misma, en la quietud del momento y comprendió qué hacía mal. Lo de siempre. Duele. Duele y va a respirar. Las marcas escuecen sólo si se aprieta. Inhala. Hay sequía a pesar de la lluvia. La repetida frase a otros 'no sabes escoger las personas de tu vida' resuenan como el refrán 'es más fácil ver la paja en ojo ajeno que la viga en el propio'. Esta vez difiere la conciencia. Sigue sin ser una elección totalmente libre. 
Aleja sus pasos de sí misma y la cuerda se tensa. Gracias al cielo decidió atarse a sus raíces para que le recordaran que no debe abandonarse. Una casa vacía cuesta mucho de mantener, las paredes se desmoronan y el polvo atora los pulmones. Pisa sus propias huellas y hace toda la limpieza que puede. Se contempla. 
Pesa la tristeza. Anhela el día en que haya aprendido. 

miércoles, febrero 15, 2017

Cielo

El viento ayuda en el desplazamiento. Eleva y recorre las plumas cuya suavidad compite con la de las nubes. Mirar hacia abajo no tiene sentido, perdido ya el horizonte. 

Ligera, ligera, ligera.

Lastres abandonados ya no llaman. A los pies de una cama para siempre vacía. El sol que se filtra apenas ciega unos ojos de por sí cerrados. Se queda con el tacto en la cara. El calor de la luz junto al frescor del viento. 

Arriba, arriba, arriba.

Se vislumbran estrellas en un día donde llegará a lo más alto. Sin miedo a Ícaro, porque las caídas anteriores siempre fueron peores. El cuerpo acostumbrado a heridas no sufre por más cicatrices. Los caminos del firmamento los marca ella. 

Paz, paz, paz.

Permanece el silencio que aúlla. Es la calma perdida. Reaparece sin llamar en un vuelo no planeado por el que planea ardientemente. Batir las alas se convierte en el movimiento natural de su pensamiento. 

Hambriento, hambriento, hambriento.

Sacia las ansias con desaparecida voz. Los crujidos de la traquea por la que respira no dejan lugar a dudas. Hay vacíos demasiado llenos. Se pierden los escondites si está expuesta. 

No hay lugar en el que reposar las alas si todo se incendia a su paso. Encuentra el desierto que siempre tuvo. Allí, en la seguridad del hogar perdido, se posa.