jueves, enero 28, 2016

Amor diluído

Las trazas de su amor, que él había ido dejando por su cuerpo, se diluían a una velocidad que la sumían en el desconcierto. Siempre había pensado que esa pasión sería imperecedera para su carne, que su cuerpo no olvidaría cada roce y cada reacción a sus impulsos. Recorría cada recoveco de su propia piel intentando capturar momentos que saltaban a sus ojos desde el recuerdo.
Pero empezaba a necesitar apretar fuertemente los párpados para poder volver a saborear los besos, sentir ese particular olor que era sólo de ellos dos, los bocados marcados en sitios nada aconsejables pero sabrosos... 
No se resignaba a dejar ir. Apresaba con fuerza cada segundo de una historia que había sido eterna pero finita. Lazos que la ataban a una realidad cada vez más difusa y que no dejaba resquicios a las dudas. Había sido un punto y aparte para dar paso a nuevas historias. Se negaba a llamarlo final, porque entendía los hasta luego como menos definitivos que el adios que había escuchado de sus labios.
Sin embargo, si su mente quería resistirse, su cuerpo le gritaba en susurros que ya no existían rastros que seguir para llegar al puerto perdido. Habría que buscar nuevos amarraderos en los que fondear una vida de desasosiego.
No había calma en los brazos que la habían estado acunando tan dulcemente. No habia paz porque no quedaban restos de esos abrazos cálidos que la hacían reclinar la cabeza y dejarse, liberarse de los pesos que normalmente hundían sus hombros en un andar lento.
El camino salado que alcanzó sus labios fue la prueba definitiva. No había marcha atrás. Su cerebro lo había aceptado.

domingo, enero 24, 2016

La novia después de tirarte a otra

Sé que es difícil de entender que no necesitar novio no significa que una no quiera tener pareja, ni que tenerla no sea una prioridad. Ya sé que para la mayoría de la población, especialmente los hombres, es imposible que una mujer esté feliz sola y, sin embargo, tampoco cerrada a que pueda surgir algo. 
Pero ocurre. Pasa que existimos un buen montón de mujeres (guapas, inteligentes, graciosas, independientes, cariñosas) que disfrutamos de nuestra soltería pero aún pensamos que pueda ocurrir encontrar un hombre (guapo, inteligente, gracioso, independiente, cariñoso) y que, de repente, entre nosotros pase un no sé qué, que nos haga plantearnos disfrutar de unas historias compartidas. Y que si no se da este caso, tampoco nos cogemos un trauma.
Y, ¿a qué viene todo ésto? Viene a que empieza a ser muy común que mis amigas y yo hablemos de lo raro que es que el hombre dé el primer paso. Y de que si nosotras lo damos suelen darse dos únicas posibilidades: o nos miran como si acabáramos de pedir en matrimonio y salen despavoridos; o se creen que todo el monte es orégano y que hemos venido a bajarnos las bragas y ya.
Y, sinceramente, ya he tenido demasiados 'no quiero novia' para echársela nada más follarme. 
Ahora quiero ser la novia que te echas después de tirarte a otra. 
Muy duro, lo sé. Pero yo lo valgo. 
No es que vaya a estar ausente, el que me busque, me encontrará aunque sea para decirle no gracias, pero una es ya muy mayor para ser la de antes o la de en medio (hay quien lo intenta, al parecer la fidelidad no es un valor en alza) y quiero ser el plato principal y único durante el tiempo que dure (allá sean cuatro días o diez años).
Así, que, señores, si alguna de nosotras (únicas, estupendas, libres y felices) se encuentra con alguno de vosotros, mejor obvien el tan manido 'no, si yo no busco nada serio. Pero si hay sexo tampoco pasa nada' (por desgracia, cita textual), e intenten ser, iba a decir hombres, pero sería machista, intenten ser humanos y vivir, arriesgarse y darse la oportunidad de conocer a una magnífica persona que, tal vez, no se convierta en tu pareja, pero sí podrá ser, al menos, alguien interesante que conociste una vez y que se merece más respeto que una bajada de bragas. 

domingo, enero 17, 2016

Exijo demasiado

Que me mires y sonría.
Que sepas cómo retirar las nubes de mi cabeza con sólo tocar mi pelo.
Que estés.
Que me veas.
Que te quedes tanto como yo quiera quedarme.
Que los silencios tengan el mismo valor que las conversaciones.
Que riamos.
Que entiendas mis lágrimas y las enjugues.
Que me acompañes en las tormentas y me enseñes a huir de ellas.
Que te mojes bajo la lluvia conmigo.
Que veas en el mar lo mismo que yo miro.
Que camines sin rumbo a mi lado y lleguemos a nuestro destino.
Que seas mi hogar.
Que sea yo el tuyo.
Que tu mano pueda sostenerme.
Que nunca necesite que me sostenga tu mano.
Que leas conmigo.
Que me descubras todos los mundos que no conozco.
Que te gusten los míos.
Que me hagas sentir una pequeñita gigante.
Que tengas ese hueco sólo para mí en tu pecho, ése donde puedas acunarme.
Que tus besos me quiten el aliento con sólo rozar mis labios.
Que deshagas mi cama para hacerme el amor.
Que me folles durante horas sin dejarme exhausta.
Que me quieras porque soy yo.
Que me quieras aunque a veces dejo de serlo.

Dicen que pido demasiado, pero a cambio, yo te ofrezco:
Mis noches y mis días, todas las sonrisas del mundo, lágrimas de alegría, penas compartidas, felicidad a raudales, cariño, caricias, sexo sin prisas; largos paseos y tardes de manta, reflexiones y locuras, entenderte aunque no comprenda, verte, mirarte, quedarme, estar, irme cuando haga falta, volver porque me extrañas, juegos sorpresa, seriedad sólo si hace falta, compañía, mi energía.
Y, sobre todo, amarte, no porque me completes, si no porque elijo que compartas mi vida.

sábado, enero 16, 2016

Muerta

Preferir estar muerta. Sentir el cálido abrazo del satén que forra la madera. Mirar desde abajo. Ver desde la tierra cómo los demás se afanan por alejarse de ella. Observar pasos que pisotean el terreno que ahora soy. Menos doloroso que cuando respiraba y era mi apariencia. 
Palpar el vacío, oír el silencio. No hay lágrimas, no hay sonrisas, no hay nada. Sentir nada.
Ausencia. 
Sin presencia no duele. Tampoco hay alegría. Existe la calma. La paz de la inexistencia. 
Si ya no estoy, no preocupa. No molestan desapariciones, no me decepciono, no hay engaños. Hay tierra. No hay yo. Sólo los tú que siempre han sido más importantes. Los vosotros que han plagado mis días para que yo no existiera.
¿Qué hay de malo en la muerte? Mi vida ya es ausencia.