martes, octubre 29, 2013

A la vejez, viruela

Soy una lectora compulsiva. Desde que sé leer. De pequeña, los libros pensados para mi edad me parecían cortos y, muchas veces, carentes de interés por sencillos. De adulta, he leído todo lo que caía en mis manos. Apenas selecciono, porque no leo con ningún otro objetivo que disfrutar la propia lectura, evadirme, a veces; vivir otras vidas. Leo lo que me llega por recomendaciones de amigos, oído al pasar, una portada o título que me llaman la atención o temáticas o autores que me gustaron en el pasado. 
He leído de todo pero nunca leí poesía. A pesar de haber tenido mi época de escribirla como cualquier adolescente hijo de vecino, salvo los poemarios impuestos por el sistema educativo, jamás me atreví a acercarme a ella. Me asustaba. Me asustaba no entender el trasfondo, me asustaba que me aburriera, simplemente pensaba que había demasiado por leer para complicarme la vida.
Hasta ahora. No sé por qué, un amigo pensó que yo podía ser carne de poesía. Y acertó. No voy a nombrar autores porque aún estoy temerosa de mi desconocimiento de este mundo nuevo que se ha abierto ante mis ojos. Sólo puedo decir que, por muy mayor que sea, me alegra haberme encontrado con estas nuevas palabras, esta forma de escribir que me atrapa por sus ritmos, sus rimas existentes o no, sus cadencias, sus tempos y temas...
Me asombro de mí misma pidiendo más, buscando, ávida, esos versos que, más vale tarde, he descubierto hablan de mí, me cuentan a mí, me llenan, vacían, sacian y hacen sonreír o reflexionar.
Debo confesar que para mí es fácil sentirme atrapada. Mi amigo me selecciona. Pero también, estas selecciones, me llevan a desear investigar, probar nuevos caminos, nuevos autores. Descubrir que hay más 'yos' esperándome en verso. Y me gusta sentirme adoptada. Ahora soy una niña caminando por sendas desconocidas, pero que sabe que, quien tiene al lado, conoce el camino. Y ya no es uno, son muchos mis amigos que me enseñan.
Y, sí, alguien dirá por ahí que, a la vejez, viruela. Pero me encanta proclamar que, por fin, soy una conversa.


lunes, octubre 21, 2013

Discusión sobre el amor y otras menudeces con mi álter ego masculino

Mi álter ego masculino declara:
Mirad al cielo. Después mirad al mar. Un reflejo. No es más que la luz del sol al reflejarse en un pez plateado. Es curioso, pero cada vez que recuerdo el mar pienso en peces plateados. ¿Dónde están los peces de colores?
Mirad la noche y observad las farolas. A su alrededor, atraídos por la luz incandescente, numerosas mariposas nocturnas vuelan a su alrededor. Es lo único que podemos ver en la ciudad. La luz oculta las estrellas. El reflejo artificial sobre sus alas oscuras es lo más parecido a estrellas fugaces en la  noche urbana.
¿Acaso no es eso el amor? ¿El reflejo esquivo de un pez perdido en un mar transparente en días de verano? O, ¿el espejismo fugaz de la luz de una farola sobre un breve vuelo circular de una polilla en las noches primaverales?
Siempre hay un pez más grande o un murciélago, dispuestos a apagar el circunstancial reflejo.

... Y yo os digo:
Mirad al cielo y luego al mar, y estaréis tan cegados por la luz que sólo veréis el reflejo y no los peces de colores que surcan cada ola, a veces a contracorriente. 
Mirad la noche y las farolas. Y quedaréis encerrados por los muros de una ciudad que no sois vosotros y que no os dejan ver lo que hay en lo más profundo. Allí donde el amor reside.
Porque el amor no son reflejos ni espejismos. El amor es lo que te permite ver la realidad de quien eres y colorea el mundo para que el dolor que otros provocan no te hiera en exceso. El amor es tu refugio a los cielos que ciegan por su claridad y a las calles apenas aclaradas por tristes farolas.
Y puede que haya peces más grandes, murciélagos o incendios y marejadas. Pero el amor seguirá latiendo.

domingo, octubre 20, 2013

Lluvia

La primera gota cayó sobre el cristal.
La segunda golpeó el suelo.
La tercera y la cuarta mojaron la ropa tendida hacía unos instantes, al sol, para secarse.
La quinta marcó el inicio de un chaparrón que no dejó seco ningún rincón de la calle.
El chaparrón, con sus infinitas gotas rebotando en todas partes, dio pasó a la tormenta.
Tormenta que arreció con el viento y salpicó los bajos de los pantalones del hombre que paseaba.
No llevaba paraguas. Dejó que el agua le calara hasta el alma.

viernes, octubre 18, 2013

Mujeres

Nunca entenderé por qué no os dais cuenta. Por qué no sois conscientes de toda la belleza que se vierte desde dentro y desborda vuestro ser hasta alcanzar a todos los que os rodean. Cómo no veis la fuerza que late inmensa en vuestro corazón.
La inteligencia no sirve de nada si las lágrimas rezuman desde lo más profundo. Y no lo entiendo. No entiendo que no os sepan querer y vosotras no os queráis lo bastante como para que el amor lo pueda todo, porque lo puede todo.
No llego a comprender que ese sentimiento de no valer, de no vivir, de no saber si se está viviendo sea mayoritariamente femenino (o eso me parece). Porque no he conocido personas más fuertes que vosotras, mujeres que me rodeáis y seguís adelante.
Y lloro con vosotras. Pero mis lágrimas son de impotencia. Dolor puro por no ser capaz de mostraros, en el reflejo de mis ojos, en mis palabras, en mis actos hacia vosotras, quienes sois, quienes verdaderamente sois, porque parece que vosotras os perdéis en imágenes irreales salidas de un imaginario colectivo que, en demasiadas ocasiones, ha restado valor a lo femenino.
Y es el sexo, y la pasión, y el trabajo y la belleza y el placer y el dolor y el duelo y la violencia.
Es todo, porque para mí que perdéis el norte, y yo lo pierdo junto a vosotras, porque no lo entiendo.
Y no me bastan los abrazos con que os intento trasmitir esa fuerza que me explota dentro y que vosotras también lleváis, pero dormida por vuestras propia lógica irracional.
Ojalá consiguiera que despertarais. Ojalá lo entendiera.

miércoles, octubre 16, 2013

Por qué me llaman Bridget Jones V

Soy ciclista. Mi medio de transporte para ir a trabajar, para salir por ahí, para moverme, es la bici. También hago rutas por el campo.
Y en eso, y en el trabajo que me quedaba por hacer, venía pensando esta mañana al volver a la oficina del desayuno. Pensaba, al acercarme al carril bici 'qué bien que como soy ciclista siempre tengo cuidado al cruzar'. Pensaba, hay que mirar a los dos lados... Pensaba, y mientras pensaba miraba al semáforo que se ponía verde para mí, a un lado del carril bici y avanzaba segura para cruzar mientras giraba la cara al otr... Y ahí se quedó mi pensamiento porque me arrolló una bici. El pensamiento se quedó allí, mi brazo derecho y luego tras él, mi cuerpo, andaron un metro y algo arrastrados por el ciclista. Mi rebeca anduvo por el suelo...
Y yo, en shock, pedí disculpas...
El chico se paró a saber si me había hecho daño y ahí si atiné a contestar que claro... Pero yo seguía pensando en mi trabajo y me dirigí veloz a la oficina.
Allí mi jefe y compañeros no se creían que me hubiera pasado, me llaman ya la pupas... Eso sí, ¿y lo que se ríen conmigo y de mí? Eso, eso no tiene precio.

sábado, octubre 12, 2013

Quisiera

Sólo quisiera encontrar la forma de echarlo todo fuera.
De quitármela de encima y el corazón no estuviera encogido.
Echarlo fuera y que mis músculos se estiraran.
Sólo quisiera saber cómo echarlo todo fuera.

domingo, octubre 06, 2013

Fotografías

Es increíble cómo una imagen te puede golpear en la cara, hacerte tambalearte y llenarte de rabia. Es increíble cómo personas nos hacen tanto daño que da igual el tiempo que pase, cómo cambien, qué es lo que veas de ellos, que sabes que son ellos.
Hoy me tropecé con un pasado que creía haber superado en una exposición de fotografías. Ahí, entre otros cuantos, en una pose que casi no se le veía la cara, pero que a mi no me impidió reconocerlo, estaba el gran hijo de puta que amargó los inicios de mi carrera laboral, que me hizo víctima de moobing.
Ha sido como una hostia. Al menos no ha sido dolor. Ha sido rabia. Una rabia que me ha noqueado, que me ha dado ganas de coger la puta foto, romperla, pisotearla y vengarme en ella de todo lo que no pude hacer con mis 23 años, asustada y descolocada.
Menos mal que aún tengo amigos que me saben recordar que ya no soy aquella y que hay personas por las que no merece perder más tiempo de mi pensamiento.
Espero que esta vez, con la rabia se haya ido, por fin y definitivamente, todo.

sábado, octubre 05, 2013

Imagen proyectada

Sería bonito, aunque quizás fuera más acertado decir curioso, vivir por un día viéndote con los ojos que te ven los demás. Descubriendo esas sutilezas propias que a uno mismo se le escapan y que, sin embargo, parecen claras como cristales limpios para el resto del mundo.
Quizás así podría averiguar cómo o cuándo mi cara dejó de reflejar mi alma. O si mi cara ve más allá que yo y es ese claro reflejo de mi espíritu, que yo no consigo percibir del todo. Porque no deja de asombrarme cómo, cuando peor estoy, cuando más enrabietada, triste, perdida, angustiada o sollozante me siento por dentro, más bien me ven por fuera. 
Después de casi dos meses de desesperación, quizás haya llegado a una calma que no me atrevo a creer, pero que mi cara sí cree y muestra día tras días, ganándose los cumplidos y la felicidad por mí de los que me rodean.
No me importa desprender ese algo que los demás advierten. Lo que me extraña es que yo tenga que pararme a pensarlo, por no sentirlo así, por no sentirme así.
Quizás el destino pretende que aprenda a través de las palabras ajenas, o más bien, de los ojos ajenos, que ya he llegado a ese punto de sosiego al que, en mi opinión, me debería conducir toda esta serie de calamitosas desdichas que me han tenido asustada y en tensión en las últimas semanas.
Quizás debería mirarme en otro espejo. Tus ojos.

jueves, octubre 03, 2013

Enfado ¿universal?

Hay veces en las que no puedo con mi sino. Etapas en las que no comprendo por qué me pasan ciertas cosas, aunque tengan una fácil explicación lógica, y me resisto, como pez atrapado entre las redes. Y me siento triste, y enfadada. Me enfado contra todos, contra el mundo, cuando en el fondo estoy enfadada conmigo.
Porque en el fondo es eso, enfado conmigo. Por inocente, por crédula, por naif, por irresponsable, por ¿tontalculo? Un enfado que es tan profundo que me cuesta desprenderme de él, que me lleva a acciones que no me gustan y que me hacen repetirme una y otra vez y otra y otra que, cueste lo que cueste, no puedo pagarlo con quien menos se lo merece (en este caso, cualquiera).
Y me entran ganas de gritar y de romper cosas, pero, oye, soy civilizada y ni grito ni rompo cosas (gracias unaexcusa por la idea de cantar a gritos como sustituto de un viaje a cualquier acantilado perdido a desgañitarme), pero siento mi alma como un león enjaulado en este puñado de carne, huesos y sangre que soy (a día de hoy, otra vez, más hueso que otra cosa).
Y me enfada aún más dejar que la melancolía del otoño, la revolución hormonal (consecuencia de una de esas cosas que me pasan y no comprendo por qué) y mi propia pesadumbre me hagan seguir en este círculo autodestructivo, porque sí, lo miremos por donde lo miremos, cualquier enfado, por muy metafísico que nos parezca, es agotador y poco productivo porque, como dice mi padre, gastas el doble de energía: la de enfadarte y la de desenfadarte. 
Así que intento ser calmada, y zen, y meditabunda, pero, ¿a quién quiero engañar? En mi vida he sido ninguna de esas cosas. Soy más bien, no sé, un torbellino que en demasiadas ocasiones se eleva para acabar estampado contra el suelo de la realidad, después de vivir en su propio mundo, no de ensueño, porque eso sería pedir demasiado. 
Así que aquí estoy, pensando que, quizás las palabras, esas grandes amigas que siempre fueron refugio, hagan que la rabia se vaya... O me demuestren que, efectivamente, no vale la pena la energía gastada que, por otro lado, necesito para empezar a ser más carne y menos hueso... O quizás, simple y llanamente, el teclado se haya convertido en mi nueva forma silenciosa de gritar y gritar al mundo '¡oye, que ya lo capto!'. Aunque, seamos sinceros, en realidad captar captar, capto pocas cosas. Soy más de estamparme, como ya he dicho. O de recibir las hostias del destino con puro estoicismo (cosa también falsa como estas propias palabras demuestran). 
Así que me quedan muy pocas opciones. O todas las del mundo. Pero parece que seguir enfadada no debería ser una de ellas. No me sirve de mucho. Así que, aquí va mi grito: ¡FUERAAAAAAA!