miércoles, abril 07, 2010

Nueva York como en casa


Quien me lo iba a decir a mí. Jamás habría imaginado que una de las ciudades más grandes del mundo, que más respeto me inspiraban (una es cobardica desde la cuna) me haya hecho sentirme como en casa mucho más que algunas de las ciudades en las que viví.


Pues sí, resulta que mi paso por Nueva York me ha dejado una liviana alegría en el alma porque desde el primer momento en que puse mis pies sobre sus calles sentí la ciudad mía. Mientras mis compañeras de viaje se asombraban de la majestuosidad e inmensidad de la city, yo, aún repitiéndome 'qué fuerte estar aquí', sólo decía que era tan normal pasear por allí, que yo pertenecía a esas calles.


Y no os creáis, no se trataba de un déjà vu porque NYC haya salido en tantas películas. De hecho, apenas reconocí calles de las que había visto en el cine, en la tele... Más bien ha sido un sentimiento anclado en mi corazón extrañamente que, incluso, se ha visto reflejado en mi comportamiento.


Más de uno y más de dos (foráneos y neoyorquinos) me han preguntado en los ocho días que he pasado allí si mi residencia estaba en Nueva York 'porque se te ve tan suelta, tan observadora de lo que te rodea con total naturalidad'. Y yo respondía que no, que nada más lejos, que simplemente me sentía cómoda, segura, confortable... En una ciudad que creí que me alienaría y me haría sentirme pequeñita pequeñita.


Y no sé si querría vivir allí, porque me sigue pareciendo inmensa. Pero sí sé que me pertenece y yo le pertenezco a ella.


Quizás ese sea uno de sus encantos... Que te acoge sin importar de dónde vengas.