domingo, marzo 21, 2010

Por qué me llamaron Bridget Jones II

Yo trabajo en una oficina con atención al público. La gente que viene a verme está en un momento no del todo bueno de su vida, así que siempre intento mantener la seriedad, la comprensión y una sonrisa en la cara para intentar hacer a la gente sentirse cómoda. Pero, sobre todo, intento ser profesional... O lo intentaba, hasta que llegó un compañero mucho más joven a la oficina. Es un chico muy agradable, muy gracioso y que siempre le saca punta a todo. Yo siempre le decía que soltar las cosas que suelta al final le iba a acarrear consecuencias en nuestra oficina, sin imaginarme que me las acarrearía a mí.
Hace unos días, justo en el momento en el que se sentaba una persona en mi mesa, le contesté a este compañero una pregunta de una forma que podría dar lugar a dobles interpretaciones. Nada más hablar pensé en su respuesta y en que no se cortaba un pelo, así que lo miré rauda en plan de 'no vayas a decir lo que creo que vas a decir'... Y no lo dijo. Pero al ver su cara de extrañeza por mi mirada se repitió en mi cabeza, como un eco muy cinematográfico, la frase que yo pensé que iba a decir... Y empecé a reírme.
Al ver a la persona sentada en mi mesa intenté serenarme y desearle buenos días, pero otro compañero me dijo '¿de qué te ríes?' y, curiosamente, su pregunta me hizo reír más fuerte, a carcajadas, con convulsiones y con un volumen superior al ruido general de la oficina... Intenté serenarme de nuevo, pero al volver a dirigirme al usuario que tenía enfrente, su cara, entre divertida y extrañada, me hace reír más... Y empiezan a caer las lágrimas de mis ojos.
Ya llevo unos cinco minutos riendo y sin poder pedirle la documentación a la persona, así que, desesperada, le pido disculpas aún riéndome y me voy al baño. Me echo agua en la cara, me la seco, intento respirar serenamente, me vuelvo a mojar la cara, me siento a reírme porque ya me duelen las costillas, me levanto, respiro, vuelvo a mojarme la cara y me digo 'vale, ya está'.
Salgo del baño me dirijo a mi mesa serena, veo a la persona que me espera, veo a mi compañero que no me contestó lo que esperaba y... más carcajadas.
Aún así, con lágrimas en los ojos, llorosa y con dolor de costillas me siento y tengo la moral de pedirle la documentación que necesitaba al que me estaba esperando. Me voy serenando y el chico me dice 'menos mal que yo soy de los que me tomo a bien mi situación, que si no...' y, claro, me vuelve a entrar la risa. Ya no puedo más, estoy tirada sobre el teclado pero consigo hacer mi trabajo.
Me sereno, le pregunto su estado civil (es necesario) y me dice 'te diga lo que te diga te va a hacer gracia, ¿verdad?', así que, unos quince minutos después, yo sigo riendo, y ya hay cachondeo generalizado en la oficina, sobre todo porque los compañeros sentados más lejos al principio pensaron que estaba llorando y se me habían acercado para ver qué me pasaba...
Al final conseguí serenarme, y, más roja que un tomate maduro, pedir disculpas al chico y darle toda la información que necesitaba... Para al segundo de haberse levantado seguir riendo...
... Y lo peor de todo es que, ni en ese momento ni ahora, recuerdo cuál fue la pregunta que lo provocó todo...

lunes, marzo 08, 2010

Ahora que estoy en fase de hacer sólo lo que me apetece, que no dejo que nadie decida por mí, es maravilloso saber en cada momento con quien me gustaría compartirlo, y tener con quien poder hacerlo. Que surja un deseo en mi interior y, casi inmediatamente, venga a mi mente esa persona que será quien me dé el sosiego, las risas, el hombro, el abrazo o lo que toque en el momento, o todo junto a la vez.
Cada vez me doy más cuenta de lo afortunada que soy porque, junto a los lugares que me despiertan la sonrisa, se hace más y más habitual hallar la felicidad en las personas que son mis amigos. No es que antes mis amigos me amargaran la existencia, simplemente es que ahora, cuando soy yo más que nunca, cuando no dejo que los demás escojan por mí, quienes van quedando me hacen sentirme feliz simplemente porque son ellos, porque están, aunque no sea a mi lado en este preciso momento.
Porque hoy me levanté feliz y no había más motivo que un día con amigas que hacía tiempo que no veía y una tarde relajada con un amigo y la perspectiva de otra tarde entre amigas, las que quería alrededor en ese momento, que, por supuesto, no me defraudaron y me hicieron sentirme como en casa, porque mi casa son las personas.
Y habrá quien me llame simple, pero si la simplicidad significa esta felicidad sosegada, aquí me quedo.