viernes, febrero 29, 2008

Despierto a medianoche

Resbalar hasta el sueño que me lleve a lugares que desconozco o quizás conozco por haberlos soñado. Dejarme caer hacia la profundidad de una mente que parece no ser la mía porque ni a mí misma me confesaría los anhelos o pesares que se me aparecen en determinadas noches, puede que no más agitadas que cualquier otra, pero distintas.
Y aparecen ante mí personas, situaciones, experiencias tenidas o deseadas vivir, utopías incomprensibles o relatos de una realidad totalmente imposible, aunque lo más recóndito de mi alma recree por considerarla capaz de convertirse en algo palpable, saboreable.

En la duermevela de las madrugadas, cuando decido reposar mi cabeza sobre la almohada, no sé si mis pensamientos son míos o de ese estado en el que podemos dejarnos flotar e inflitrarnos en terrenos pantanosos que nos permiten jugar con ideas a las que no nos acercaríamos desde la lucidez, por temor a que el mundo descubra un espíritu no del todo confesado. Todos necesitamos guardarnos esa pequeña parte de nuestro ser que será solo nuestra hasta el último aliento, porque es la esencia misma de lo que nos hace convertirnos en nosotros, guarida resguardada de ojos extraños que intenten juzgar lo que nunca comprenderían porque no conocen el núcleo mismo de nuestra existencia.

Y, a pesar de todo, me cuesta trabajo dejarme llevar, en el instante mismo en que me alejo demasiado el despertar se hace presente, muchas veces de forma abrupta, para, siquiera entre sueños, me atreva a seguir los caminos que mi propia conciencia veta.

Aún así, a veces, cuando despierto, descubro que he pisado aquellos mundos que otras veces miré con el recelo del miedo de salirme de un camino que sólo yo he trazado.

Imagen extraída de www.blogs.ya.com/miedoavolar

jueves, febrero 28, 2008

Azahar

Sevilla es mi ciudad, pero nunca la he echado de menos. Me parece normal vivir fuera de ella, apenas extraño su gente, sus calles, su algarabía y sus fiestas. Echo de menos a mi familia y amigos, pero no hasta el punto en que se me haga insorpotable la distancia. Con esto quiero decir que pocas cosas me hacen pararme a pensar en Sevilla cuando estoy fuera.




El azahar es una de ellas. Da igual donde esté, que en el momento en que huelo azahar me transporto, el alma se me hincha, el corazón se acelera y siento el hormigueo de algo que me ata a algo recorriendo los poros de mi piel. La primera nota de su aroma me incita a cerrar los ojos y la Giralda se me aparece, y recuerdo los naranjos, y la luz del crepúsculo que rebota en las casas de Triana, mientras lo contemplo desde la otra orilla del río... Y rememoro risas, paseos, confidencias, carreras, amigos, sueños, despertares...


Ahora estoy en Sevilla, pero cuando olí el azahar esta semana me vino la misma sensación. Estoy aquí, pero me sentí fuera por un instante. Al siguiente segundo esa sensación desapareció y permaneció el ansia de una primavera que llega temprano, pero que estaba echando de menos. Saboreé el gusto que me da, por una vez, estar aquí, seguir aquí. Porque tengo mis dudas sobre que esta sea mi ciudad para siempre, aunque sé que lo será eternamente.

domingo, febrero 24, 2008

Buen fin de semana

Me gustan los buenos momentos que no se planean. No creas expectativas, no intentas alcanzar una perfección que nunca llegaría, no pretendes nada, sólo vives. Me gustan esos instantes que se acercan y estás riendo, y puedes mirar a los ojos de quienes te rodean. Y no hay mucho que pensar, porque es vida y no pensamiento.


Supongo que la mala costumbre de mirar hacia atrás provocó a veces la momentánea pérdida de esta sensación de que todo está bien, de que estuvo bien y mejorará también, porque estamos en un ahora y no en un ayer ni un mañana que, con total y absoluta certeza, jamás sería lo que planeamos, diseñamos, dibujamos o nos repetimos porque nuestro propio libre albedrío siempre nos lleva por derroteros nunca exactamente iguales a los que trazamos en una mente en ocasiones demasiado inquieta para reposar tranquila, como lo puede hacer la mariposa sobre el pétalo de la flor que apenas percibe su presencia, sólo siente ese estremecimiento que nos recorre cuando sabemos que estamos bien.

No tiene que pasar nada especial, no pasó nada especial, sólo que las sonrisas son tan importantes que no consigo entender cómo se nos puede olvidar que seguimos aquí, que vivimos aquí y disfrutamos.


Contradictoriamente se unen la paz y el movimiento en el punto que mi cuerpo deja de estar y sigue estando porque es cuando más lo siento y me siento a mí misma, feliz, porque da igual que vengan recuerdos y las dudas insistan en acompañarme. No pesa porque existen estos momentos en los que las imágenes están en la mente y el recuerdo de olores, voces, músicas, movimientos... sin expectativas, sin planes, sin esperanzas vanas se resiste a dejarte, esta vez sin necesidad de atraparlas con artimañas siempre absurdas porque no se retiene nada que debe partir.


Puede resultar increíble lo verdaderamente sencilla que es la vida, como lo es el amor, aunque siempre tratemos de complicarla y complicarlo. Debe ser que los retos nos parecen más divertidos, cuando lo divertido es estar y moverse, quedarse quieto y mirar, correr bajo la lluvia y cantar mientras andas.

jueves, febrero 21, 2008

Es extraño las cosas que me pueden hacer pensar en ti. Lo que me puede llevar a la añoranza. Es curioso cómo entrar en una tienda de decoración, pasear mi mirada por los escaparates de muebles, me provoca un pinchazo tenue en el corazón. Cuando me paro a elegir velas perfumadas, contemplo la ropa de hogar que quiero tener, me fijo en un cuadro..., no puedo evitar pensar en ti (aunque suene a canción). Me golpea entonces nuestro placer por pensar qué vestiría nuestra casa, qué colores darían alegría a nuestras habitaciones. Tampoco se me va de la cabeza cómo convertimos un pequeño espacio en nuestro a base de detalles que aportamos tú y yo, divergentes en gustos, como en casi todo, pero, en ese caso, capaces de encajar estilos, acordar lo que daría calor a nuestro hogar.


Claro, y todo eso me lleva a recordar tu manía por los adornos: el autobús inglés, la moto, el duende, los marcos de foto, nuestra oveja ... A los que, al final y a pesar de lo que te dije, yo les quitaba el polvo, con lo que odio ir quitando adornitos de las estanterías. Pero la mayoría te los regalé yo, como los peluches, nuestros osos que marcaron una época cada uno. Ahora ni siquiera sé si los conservarás, los mantendrás en casa de tu madre hasta que sus nombres se te borren de la cabeza y tu sobrino los maltrate (como todos los niños maltratan a los peluches a su forma cariñosa) y, quizás, dejen de ser lo que un día fueron... Como yo espero que el corazón deje de latir entre mis manos cada vez que lo coloco sobre la cama... Cada vez lo hago menos para no pensar cómo me lo compraste mientras yo te gritaba por teléfono y mi cara cuando llegué a casa y me lo diste...


El caso es que no sé pensar en crear un hogar porque no sé cómo lo haría si no tengo tu opinión al lado. Y la cosa está en que no quiero tener tu opinión porque quiero ser yo la que decida cómo va a ser mi hogar, en esto como en el resto de cosas, en esto como en el lugar en el que decidiré vivir, el ocio que querré disfrutar, los viajes que haré.


Como todo, dejaré de recordarte. Más bien, recordarte no será un pesar, sino un recuerdo. Sólo eso. Y el tiempo dejará de hacérseme tan largo.

miércoles, febrero 20, 2008

A writing


When Chris saw the letter, she knew inmediately what was in it.

The real and plain truth was coming before her eyes: The person who she believed was her mother is a stranger. Chris was left at her door when she was a new- born baby and when Amy found her, she had decided to educate her as own daugther.

Chris was trying not to cry, but tears ran across her face uncontrollably. The day before, she had met a woman who told her that she was her mum, but she hadn't wanted to believe her. Because of this, Chris had hidden this meeting from Amy. But now, the police had confirmed her fears and she had to talk with her adoptive mother.

Fortunately, Chris had her brother with her. He was drinking near to her when her real mother was came to tell her the terrible news. Since that moment, he had been trying to convice her to ask for an explanation. Finally, he had reached his objective.

When Chris asked Amy why she hadn't told her the truth, Amy was crying, because the moment she saw Chris' look, she had understood what she wanted. She explained to Chris that she didn't want the other children laughed at her, and told her that she had always taken care not to make a difference between Chris and her brother.

After a too long conversation, the two women decided to talk to the real mother and try to discover what she wants, 20 years later.


Esta es mi última redacción para mi clase de inglés. Anthony me había dado envidia con todos sus deberes, así que me decidí a colgar esto. Más que nada porque por fin mi profesor ha visto una verdadera mejora en mis 'writing' (me defiendo hablando, pero la escritura me iba regular). Lo más gracioso es que alabó mucho la estructura y la historia, que por supuesto me inventé a partir de la primera línea... Claro, que él no sabe que me paso la vida escribiendo, aunque sea en español. Espero que os haya entretenido, al menos.

domingo, febrero 17, 2008

Déjame vivir

Porque hay veces en que somos nosotros mismos los que nos impedimos vivir tantas cosas...


Déjame vivir
Déjame vivir.... libre
Como las palomas
Que anidan en mi ventana
Mi compañía
Cada vez que tú te vas
Cada vez que tú te vas
Déjame vivir... libre
Libre como el aire
Me enseñaste a volar
Y ahora
Me cortas las alas
Y volver a ser yo mismo
Y que tú vuelvas a ser tú
Libre
Libre como el aire
Déjame vivir... libre
Pero a mí manera
Y volver a respirar
De ese aire
Que me vuelve a la vida
Pero a mí manera.
Y volver a ser yo mismo
Que tú vuelvas a ser tú
Libre
Pero a tu manera
Y volver a ser yo mismo
Que tú vuelvas a ser tú
Libre
Libre como el aire.

sábado, febrero 16, 2008

Me he vuelto a equivocar. Esta semana de sueños agitados ha provocado otro error a cometer contigo. Y no paro. Debe ser que no aprendo a cerrar bien las puertas y tampoco sé seguir mis propios consejos. Ahora sé que no te tenía que haber llamado. Menos mal que luego no te localicé.

Porque en el fondo, aunque sea MUY en el fondo, sé que, digas lo que digas, nada va a cambiar, porque tú, que tanto me repetías que no me decías 'te quiero' porque lo demostrabas, no actuaste, no lo demostraste, porque una pareja somos dos y yo ya había tomado una decisión, según tus palabras, o así lo entiendo yo. Y, esto, ¿nunca se te ocurrió pensar que, precisamente, porque una pareja son dos tú podías haber hecho algo? Debe ser que no, que una pareja somos dos que están dentro de mí, porque si no, no se entiende.

Pero te llamé, y me volví a equivocar. Porque te volví a hacer un daño innecesario, y es que ninguno sabemos explicarnos el uno al otro, y porque el teléfono no es el mejor método para algunas cosas. De otro lado, no puedo evitar, a veces, ese regusto amargo de algo que quedó por hacer o por decir o por explicar. Porque te diría muchas cosas, pero puede que sólo sirvan para hacer daño, y te aclararía qué no debes hacer nunca para no dañar a otra persona, pero otra persona será distinta a mí y, espero que esta vez, más parecida a ti y no te ocurra otra vez lo mismo, no nos ocurra otra vez lo mismo.

Debe ser que repito problemas, y me vuelvo a emperrar en cosas por las que debería haber pasado de puntillas, una vez marqué firme mis pasos. Aunque puede que esta vez haya aprendido, haya conseguido marcar a fuego en mi piel que las imágenes de mis noches, vívidas y tan claras como las reales, no pueden ser la guía de mis palabras diurnas, porque son precisamente y nada más que imagénes provocadas por mis sentimientos, es verdad, pero también por el remolino de sucesos que me ocurren cada día, por el cansancio, el resto de preocupaciones, las palabras oídas antes de dormir...

Así que creo que no volveré a hacerlo. Que se acabó tanto juego macabro que sólo consigue hundirme un poquito más en un barro del que estoy intentando salir desde hace ya demasiado tiempo como para no darme cuenta de que no me puedo equivocar tantas veces seguidas. Prefiero ni pensar qué puedo estar haciéndote a ti.

Esta semana me acostaré relajada. Me pondré música alegre y suave que calme mi cabeza y le diga a mi cerebro que el mundo es de colores, para que mis sueños se tiñan con ellos.

Imagen obtenida en www.bocadosderealidad.files.wordpress.com

viernes, febrero 15, 2008

Soy bruja

Siempre he pensado que soy un poco rara. Que mis intentos infantiles por ser telépata podrían haber afectado a mi cerebro, que las extrañas conexiones mentales que tengo con diferentes personas podrían ser algo más que casualidades... Y esta semana lo he confirmado: soy una bruja.
Todo comenzó el pasado miércoles por la noche, cuando me acosté tardísimo y pasé una noche muy agitada. Finalmente me desperté sobre las siete de la mañana con una extraña sensación en el cuerpo, hasta que conseguí recordar mi sueño:

Un grupo de quinceañeros incontrolados entraba en mi oficina y se ponía a revolverlo todo, tirar cosas por el suelo, y, pillándome a mí dentro, me obligaban a cargar con material de arriba para abajo para llevárselo ellos.

Entre el sueñecito de las narices y que sólo dormí cinco horas, me dirigí a mi trabajo con una caraja impresionante y pensando en que cómo iba a atender al público, me tocaba porneme en información, con la cara de muerta que tenía. A la vez, reflexionaba sobre la paronoia de pensar que unos quinceañeros revolvieran mi oficina y yo intentara huir yendo a la casa de mi ex...

Y llego a la oficina, y mis compañeros me dicen '¡No toques nada. Han entrado a robar!'.

De verdad, no os podéis imaginar mi cara cuando oigo eso. Lo primero que pensé era en cómo narices se habían enterado de mi sueño para gastarme la broma, pero no, insistieron, era verdad y pude ver cajones abiertos y pantallas de ordenador por el suelo. No me lo podía creer, quizás la entrada en la oficina se produjo a la vez que soñaba con eso mismo en mi casa, tranquila por pensar que no era más que un sueño...

Claro, mis compañeros al enterarse empezaron a decirme que soñara con que aprueban las oposiciones, o con los números de la primitiva, que más quisiera yo.

En cambio, la policía (que vino cual CSI para tomar huellas, aunque sin Warrick ni Grissom) me ofreció trabajar para ellos, porque dicen que si sigo con sueños premonitorios no les vendría mal ayuda extra...

Por cierto, que los amables agentes me explicaron que tanta serie policial sí que ha hecho daño, porque ahora hasta el ladrón más pringado se pone guantes y, de las huellas, han pasado al ADN para poder pillar a los malos...

miércoles, febrero 13, 2008

Mi abrigo rojo... teja

No me puedo resistir. Después de la lata que he dado por aquí con él, de mi búsqueda infructuosa en Berlín, de vuestros ánimos para que lo encontrara... No podía dejaros con la intriga sobre mi nuevo abrigo. Sí, por fin encontré mi abrigo rojo, en este caso rojo teja. No es exactamente el color que quería, pero en cuanto lo vi en la tienda (en la calle Fuencarral de Madrid, ¿dónde si no?) supe que era para mí. Cuando me lo probé ante el espejo, mi hermana supo que era para mí, y cuando se acercó la dependienta comprendió que era el mío...


La percha es la menda, y sé que la foto no es de las mejores que se podrían haber hecho, pero me la tuvo que hacer a toda prisa Anthony porque se nos había hecho tarde. Al menos podéis apreciar que, milagrosamente, me queda entallado (eso es un sueño hecho realidad para alguien a quien todo le queda ancho). Bueno, el broche de hada es aportación mía... Como dice Anthony y G. pelín friki sí que soy...



Y por detrás, ¡me encanta el detalle! Mira que no soy nada de lazos, ni adornos innecesarios. Pero es que le da un toque ¡tan bonito! Y me gusta mucho el aire un poco retro que tiene... Lo estrené con un vestido negro casi igual al de la foto de mi Audrey y mis bailarinas y sólo les faltó a mis compis de oficina aplaudirme cuando entré esa mañana (jeje).


En fin, que sé que sólo es una prenda de vestir, pero soy rara, hay determinadas prendas que adquieren para mí un determinado significado porque me hacen sentirme de determinada manera. Es decir, a mí el vestirme no sólo me cubre el cuerpo, me viste también el ánimo...


En fin, que espero que os guste tanto como a mí...

martes, febrero 12, 2008

Seda

El primer libro que leí de Alessandro Baricco fue Océano Mar. Absolutamente consciente de que jamás podría compararme con él, la única forma que tengo de expresar lo que me hizo sentir ese libro es que parecía escrito por mí (o es el libro que yo podría escribir). Insisto, sé que no llego a su altura y me encantaría, pero sus palabras, su forma de narrarlo, su historia, inevitablemente me recordaban pensamientos propios, maneras mías de expresar ciertas cosas... Como podéis imaginar, me gustó. Mucho. Siempre que lo recuerdo me viene a la mente el olor del mar, el ruido de las olas, esa playa...

He tardado bastante, pero he vuelto a Baricco. Esta vez Seda. Para mí nada tiene que ver con Océano Mar salvo el mágico encanto que me ha atrapado entre sus páginas. Es un libro breve, de tan breve que he leído con una lentitud nada común en mí por la tristeza que me producía acabarlo.
Él mismo dijo que es más que una historia de amor, es una narración hermosa de lo que es amar, porque el final me ha sorprendido, a mí que suelo leer los destinos de los personajes mucho antes que otros lectores, a mí, que repito a veces que ya todo está dicho... Quedan las formas de decirlo y Baricco ha tenido una de las mejores.

No soy de frases, pero no he podido dejar de marcar algunas de este libro. No es que sean las más hermosas del mundo, ni las más significativas, pero a mí me han dicho algo, me han tocado el alma con la misma suavidad con la que pasé las páginas de este libro temiendo que la dulzura y calma que leía en las páginas fuera interrumpida por mi brusquedad.

'-Es un dolor extraño.
En voz baja.
-Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.'

Porque hay veces que morimos un poco por lo que no viviremos, por lo que no sabremos a qué sabe, huele, se siente...

'Era, por lo demás, uno de esos hombres que prefieren asistir a su propia vida y consideran improcedente cualquier aspiración a vivirla.'

En este caso, la frase me golpeó directamente con la sensación de que, en demasiadas ocasiones, quizás demasiados años, he sido testigo de mi propia vida sin llegar a implicarme en ella hasta el punto de vivirla. Al menos no de la manera que hubiera sido mi elección en momentos en los que no fui capaz de librarme de tantas ataduras impuestas por mí misma como justificación a la paralización de mi propio ser, de mis sentimientos, de las ansias de vivir con las que todos llegamos al mundo.

De tal manera que, otra vez, Baricco se ha metido en mi sangre, en mi alma. Esta vez no con palabras que sintiera tan mías como si las hubiera tecleado yo, pero sí con una narración tranquila que me ha sumido en la reflexión y el disfrute, porque la lectura es, para mí, ante todo un placer y Seda lo ha sido.

jueves, febrero 07, 2008

Despedidas

Hay personas con las que no tienes que estar mucho tiempo para saber que estarán, que has conectado. Una primera charla te hace sentir ese je ne sais quoi y a la segunda sabes que podrías contarle toda tu vida (aunque no lo hagas... O sí) y que a quien tienes enfrente le pasa igual. Pueder ser del mismo sexo, del contrario, mayor o menor, pero ahí está, la persona que no es tu alma gemela, es tu hermano del alma.
A mí me ha pasado eso con pocas personas en la vida. Y ahora, una de ellas se vuelve a ir de mi lado. La verdad es que no pensé que donde lo encontré fuese a tropezarme más que con compañeros de un rato, de risas y de alguna salida. Sin embargo, tuve la suerte de hallar una buena amistad que, espero, dure muchos años.
Es una persona sincera, abierta, graciosa, muy graciosa y que se hace querer porque es sencillo, porque sabe escuchar, callar o hablar según le toque, porque se muestra desinteresado en sus propuestas e interesado en lo que pueda pasarte. Me pilló en un momento de bajón y se tragó algunas cosas que, quizás, no debiera haber escuchado. Pero siempre mostró un respeto absoluto por mi intimidad y una comprensión de amigo en mi penar de desenamorada.
Se atrevió a enseñarme a patinar (ahora me quedo sin profe). Más bien, me empujó a uno de mis deseos de juventud y me apoyó y me animó pese a mi clara descoordinación corporal. También me corrige en otros deportes, con la sana intención de hacerme mejorar.
Y comparte ideas, y me anima a que persiga el mar que añoro, y bromea sobre cómo podemos coincidir en tantas cosas, y se ofrece de ayuda hasta para cosas que ni se me ocurriría pensar.
Es un loco, como yo, un soñador con los pies más anclados en el suelo. Un valiente (quizás demasiado, ahora que se va pelín lejos me da miedo que se me vuelva a partir otro hueso con su arrojo por superarse en el patinaje, en cualquier deporte que se le ponga por delante, siempre de aventura o riesgo). Un amigo.
Se va al lugar del que no quiso salir. Más bien, no vuelve aquí porque mejora profesionalmente, y personalmente, porque estará en casa, rodeado de sus amigos de siempre. Se va y sé que echaré de menos sus rapapolvos por darle vueltas a la cabeza a lo que debería dejar de pensar, sus insistencias para que salgamos y le enseñe la Sevilla que ya no le llevaré a conocer, sus bromas acerca de todo, su cordialidad.
Le deseo mucha suerte. Sabemos que estaremos ahí, aunque sea desde lejos.

¿Por qué yo?

Hago musculación. Odio las pesas, las máquinas y demás parafernalia. Me aburre estar levantando peso arriba y abajo, mientras musculosos hombres (mujeres seguimos siendo menos) contemplan sus cuerpos pensando que algún día llegarán a no sé dónde exactamente. Pero tengo que hacerla. La necesito para poder mejorar en capoeira, para coger fuerza, ya que mis bracitos, de natural, casi no sostienen mi cuerpo.
Para hacer musculación antes tengo que calentar con algún ejercicio aeróbico, y como la mayoría de las máquinas para hacerlo (andadores o como se llamen, unos extraños aparatos con palancas y donde se ponen los pies como si estuvieras subiendo y otras raras cosas) me dan miedo, siempre opto por la tradicional bici estática. Soy una mujer de costumbres, así que, habitualmente, me subo a la misma bici, elijo un programa de cardio (para alcanzar un determinado número de pulsaciones) y pedaleo con saña mientras contemplo un campo de fútbol situado frente a mi gimnasio.
Normalmente, cuando llevo unos cuatro minutos al pedal alcanzo las pulsaciones requeridas, unas 150, con lo que la dureza de los pedales se suaviza y voy más cómoda. Sudo sin pasarme y mi corazón aguanta bien el tirón.
Sin embargo, el otro día, después de un mes sin pisar la bici porque iba al gimnasio después de andar media hora, creí morir en el intento. Como cada tarde, marqué el programa de cardio, me subí a la bici y comencé a pedalear con tranquilidad pensando en mis cosas. De repente, me doy cuenta de que los pedales se endurecen cada vez más y más y más y más porque se ajustan para que alcances el ritmo objetivo, y el sudor empieza a correrme por la cara, el corazón parece que se me quiere salir por la boca y mi cara comienza a tornarse roja (no la vi, pero me la imagino).
Lo estaba pasando realmente mal y cuando empiezo a pensar que debo estar enferma una señora sentada dos bicis más allá comienza a hablarme. A duras penas soy capaz de girar la cabeza para mirarla mientras mis piernas pelean con los pedales, de una dureza fuera de lo común...
'Niña, ¿tú sabes si los aparatitos esos (señala un mando en la bici entre nosotras dos) es para escuchar las teles (hay varias repartidas por toda la sala, hacia las que miran los aparatos)?' .
Y yo, medio asfixiada, pero siempre educada, con un hilo de voz aún tengo fuerzas para decirle 'creo que sí, pero nunca lo he probado'. Y sigo concentrada en las pulsaciones que marca la máquina, 90, mientras mi cuerpo parece decirme 'vas a morir'.
Y la señora se cambia de bici, y se pone a mi lado...
'Y ¿los auriculares? ¿de dónde los saco? Aquí hay una cajita como los que dan en el tren, pero esta vacía'.
Y yo, ahí, ya morada que debía estar 'uff, no sé, quizás haya que pedirlo a gerencia, o traerlos de casa', contesto, mientras mi alma quiere escaparse de mi cuerpo para poder librarse de aquel sufrimiento.
'Si es que nunca hay nadie, antes siempre había un monitor, pero ahora...'
Y la miro sin contestar, segura de que mi muerte está cerca, porque llevo cinco minutos y medio en la bici y no cambia de 90 pulsaciones. Y la miro a ella, y la veo tan pancha y se me ilumina el cerebro '¡este chisme se ha jodido!'.
Por fin, me suelto durante breves instantes de los sensores de pulsaciones y vuelvo a poner las manos.
¡174 pulsaciones! De golpe, los pedales no es que se pongan blandos, es que casi giran solos, bajo la velocidad y, poco a poco, muy poco a poco, mi corazón se va relajando, el sudor que empapa mi pelo, mi cara, mi camiseta, deja de fluir cual surtidor de agua...
Y mi ahora compañera de bici, continúa con su charla. 'Esto, ¿y no sabrás el horario de tonificación, verdad? Es que lo miré antes pero no lo recuerdo'...

lunes, febrero 04, 2008

Esperar tu tacto. Incluso sin tu presencia. Esperar tus manos retirando mi pelo, acariciando el borde de mi cara, sujetando suavemente mi cuello para acercar, lentamente, sin dejar de mirarme a los ojos, tu boca a la mía. Primero nuestros labios se rozarán, y, en cuanto se sientan, se besarán apasionadamente, y me permitirás morderte, dulcemente, y nuestras lenguas se lamerán, por dentro y por fuera.

Llegará un momento que los labios no serán suficientes, y nuestras manos recorrerán el cuerpo del otro, retirando ropa, desabrochándola, arrancándola desesperadamente en la búsqueda de la piel que recorrer. Y rodaremos sobre la cama, semidesnudos, hasta que queden al descubierto los más pequeños recovecos de nuestro cuerpo, y allí podremos detenernos en cada milímetro de piel que se erice al contacto de los labios.

Me recorrerás con tu boca, de arriba abajo, deteniéndote primero en el lóbulo de mi oreja, resbalarás hasta mi cuello para escribirme palabras que me aceleren más y seguirás hasta mi pecho, en el que te deleitarás y conseguirás hacerme gemir de placer, conocedora de que continuarás tu propio sendero.

Mi ombligo será tu descanso para coger aliento, porque no pararás al llegar a mi monte de Venus y encontrarás la forma de saborearme para llevarme al cielo. Y creeré morir y renacer, y renaceré para llevarte conmigo a un paraíso que será sólo nuestro.

Porque me tocará a mí encontrar y cumplir tus sueños...

Foto de m(n)m, extraída de www.olhares.com

Recuperar

Tengo fecha para recoger mis cosas. Podría ser ya, pero no interesa, malas fechas para ambos. Será más tarde, mucho más tarde, la excusa está en un examen. Tengo fecha para recoger mis cosas porque dices que ahora puedes enfrentarte a que nos veamos, guardaste casi todo en cajas (creo que yo no habría podido si hubiera sido al revés), sólo resta repartir baratijas, despreocuparnos de algunas cosas. Menos mal que ninguno quiere peleas, tenemos claro lo que es de cada cual, lo que puede quedarse el otro.


Tengo fecha y la he retrasado. Por un examen, sí, pero cuando me miro dentro no sé si es una mera excusa para no ir y volver, para no cerrar la puerta que ahora parecía semiabierta. Es absurdo, sé que no quiero retomar una relación que estaría condenada al fracaso, pero siento que rodearme en Sevilla de mis cd's, mis libros, mis libretas, ropa, zapatos, fotos... Es alejarme un paso más de ti, del nosotros que fuimos. Y cuesta. Todo parece tener un precio en este final que se me está haciendo largo.


Te dejo ir, pero por momentos me ato a un recuerdo que no casa totalmente con la realidad, y lo sé, y por eso al instante me suelto y sigo libre y disfruto por ser una ahora, por gobernar mi propia vida ahora más que nunca, al no tener que pensar en que alguien debe ser tan feliz como yo con mis decisiones.


Llevo meses diciendo que quiero mis cosas. Que lamento ir a buscar algo y recordar que no está aquí, si no en la que fue mi otra casa, mi única casa, mi hogar y no el de mi familia. Y surgió una sonrisa en mis labios cuando recibí tu llamada y escuché el motivo. Pero hay momentos en los que me golpea de nuevo esa puerta que se cerrará.


Y hablas de venir y quedarte aquí, en casa, en unos meses. Una visita no por mí, pero que pareces querer compartir conmigo. Y te brindo mi casa... Sin embargo, me parece que ambos sabemos que ese encuentro será un imposible en poco tiempo. Porque día tras día mi vida es más mía que nuestra, tu vida es más tuya, que nuestra, afortunadamente.


Voy a recoger mis cosas. Pero cierro desde ahora esa puerta.

domingo, febrero 03, 2008

Expiación

Ha sido la última película que he visto. Keira Knightley no es una actriz que me guste especialmente, pero los comentarios que había oído sobre la película y el trailer (sabéis que a veces son engañosos) me habían llamado la atención, hasta tal punto que, incluso, intenté verla en versión original. No pude por cuestiones de horario. Así que ayer fui a verla, doblada. Y no me defraudó.


Me senté en la sala a la espera de una historia romántica de 'amor pese a todo', y percibí un drama que te hace reflexionar sobre la ligereza con la que tomamos determinadas decisiones sin pensar que pueden afectarnos a nosotros y a otras personas de manera definitiva. La causa de tanta desgracia, de un amor jamás vivido, es la inconsciencia de una niña que se escuda en su juventud para haber mentido, cuando, como le espeta otro de los personajes, para diferenciar entre el bien y el mal no hay que tener dieciocho años.

Visualmente me pareció preciosa y, aunque en algunos momentos se ralentiza demasiado, el ritmo marcado por la música, en la que insistentemente se repite el repiqueteo de unas teclas de máquina de escribir, consigue aligerar la trama. También quiero destacar el encuentro amoroso entre Cecilia y Robbie, una de las escenas más bonitas que he visto en mucho tiempo, que sin enseñar apenas nada refleja abrumadoramente bien la pasión y el deseo, en mi opinión.
El final quizás fue excesivamente abrupto, después del detenimiento en la historia de, especialmente, dos personajes: la niña que lo provocó todo (Brione Tallis- Saoirse Ronan), y el principal perjudicado por su mentira (Robbie Turner- James McAvoy), aunque también es cierto que tras ese argumento no podría haberse explicado mejor la conclusión del drama.

Pero, después de este análisis, debo caer en la frivolidad y hablar del protagonista masculino. James McAvoy era un total desconocido para mí hasta ayer, y debo confesar que me ha gustado. No es una belleza universal, pero entre el personaje que interpretaba y esos planos de sus ojos salí del cine prendada de él. Así que me permito la pequeña licencia de dejaros aquí algunas fotos suyas para que os alegren la vista. Y si sabéis algo más de él, ya sabéis, contadlo.



sábado, febrero 02, 2008

Incomprensión


Ha tenido que pasar tiempo, ha tenido que romperse para constatar que lo que pensaba, creía, manoseaba y no quería hacer valer como cierto era la pura realidad de quiénes somos. Por mucho que pudiera prever muchas respuestas, muchas actitudes y situaciones, no dejo de asombrarme por no comprender la reacción ante una separación que podría ser diferente.

Aunque en el fondo se trata de eso, de que sería exactamente igual. Más tarde o más temprano, porque dicen que no cambiamos, pasa que no cambiamos. O sí, pero no hacia los destinos que preferiríamos, porque cada cual debe elegir su camino y su forma y, precisamente por eso, es difícil conjugar dos pensamientos, dos rutas, dos visiones.

Pero sigo sin entender nada. De verdad. No es que no pare de darle vueltas, pero es que cuando creo que lo entiendo me vienes con algo, o descubro algo y ya soy incapaz de encajar las piezas. Porque no se trata de que mi puzzle sea diferente, más bien parece que es tu cabeza la que diverge hacia zonas desconocidas o recovecos que sólo tú llegas a entender para seguir adelante. Porque tienes que seguir adelante y eso lo puedo comprender. Lo que no comprendo son unas palabras que parecen no compenetrarse con las acciones que las siguen.

Y me da pena. No puedo evitarlo. Por mucho que mi corazón poco a poco se vaya desprendiendo de los pesares que lo ataban a ti y a un pasado que se empieza a convertir en eso, por mucho que las lágrimas comiencen a secarse poco a poco y den paso a más sonrisas, por mucho que sepa que es lo que hay y habrá. Es triste, si bien queda la esperanza de que seremos amigos... Cuando no duela.

Porque podemos hablar, y contarnos, y reírnos, y saber lo que pensamos porque estuvimos muy cerca. Sin embargo, habrá que esperar a que nos olvidemos de las caricias, de la sensación de tu cuerpo junto al mío, tus labios besándome, la mirada de desarme...

Y, tal vez, en ese tiempo ya no necesite comprenderlo. O lo haya comprendido. O dé todo igual porque habremos logrado abrirnos caminos divergentes, pero que nos harán todo lo felices que merecemos. Porque, juntos, no podemos.

viernes, febrero 01, 2008

Desayuno


Echo de menos los desayunos del fin de semana. Cuando eran compartidos y nos sentábamos tranquilamente, y tú te habías levantado antes (el resto de días siempre madrugué más) y estabas trasteando en la cocina para preparar el zumo, tostadas o habías bajado para sorprenderme con algún dulce que sabes que me encantan. Tardaste mucho en llevarme el desayuno a la cama. Cinco años. Siempre fuiste de ritmos tranquilos, especialmente cuando se trataba de mí, cuando se trataba de nosotros.


Incluso ahora has sido, estás siendo de ritmo tranquilo. Demasiado tranquilo, porque de tanto esperarte al final te perdí de vista en el camino y tuve que continuar, sigo sola por estos senderos que no sé adónde me llevan. Casi de un día para otro miro hacia delante y no percibo esa mano en la mía, esa casa que iba a ser frente al mar costase el tiempo que costase, esa compañía que serías tú para siempre... El amor es eterno mientras dura, es lo que siempre supe después de mi primera desilusión con alguien. Sin embargo, había creído, estaba convencida de que esta vez iba a durar eternamente.


Y ahora hecho de menos los desayunos, la preparación de un fin de semana que escasas veces estaba exento de planes. Alguna excursión, visita a la familia (la mía quedaba demasiado lejos), comidas o cenas con amigos, charlas interminables porque, eso sí, contigo pocas veces hubo baile. Pero no importaba, o trataba de que no importase hasta que eso también comenzó a pesar demasiado como para dejarlo de lado.


¿Era nuestra vida o era la tuya vivida por dos personas? Eso es algo que no he podido dejar de comenzar a plantearme cuando he empezado a descubrir que la mía, mi vida, está llena de muchas cosas que durante años han estado relegadas a un punto oculto de mi ser para no recordarlo demasiado, para no echarlo de menos.


Debe ser que no se puede tener todo. Y ahora me elegí a mí. Porque por mucho que intentemos huir, nunca podremos hacerlo de nosotros mismos, y porque por mucho espacio que pudiera tener dentro de nuestra pareja, en realidad dejé de tener el sitio que quería.


Espero que el sol que he ganado con la mudanza acompañe mis sábados y me permita disfrutar de mis mañanas sola, sin extrañar nada, y sin olvidarlo tampoco.
Imagen de blogdecocina.com